Espectáculos

Serrat dice adiós con altura

El cantautor español repasa en dos veladas, y en el marco de su anunciada despedida de los grandes escenarios, cinco décadas de grandes éxitos en el contexto de un show al que denominó "Antología desordenada". Martes y Miércoles a las 21,30 en Metropolitano.


Finalmente llegó el día: el legendario Joan Manuel Serrat desembarcará esta noche, a partir de las 21, en el Salón Metropolitano (Alto Rosario Shopping) con su Antología desordenada, un show esperado y de despedida de los grandes escenarios en el que, a pedido del público, repasará, como lo hace en el disco homónimo, cada uno de los clásicos que marcaron su carrera en el marco de una velada que tendrá mañana, en el mismo horario, una segunda oportunidad.
Con 71 años, y ya sin el trazo compositor que atizó al mundo desde los años 60, el cantautor catalán inició hace algunas semanas su profusa gira por la Argentina a modo de celebración de sus 50 años de carrera, con la misma estatura artística que lo convirtió en una referencia para todos los cantautores de habla hispana.
De hecho, Antología desordenada es el título y la justa denominación del repertorio con el que Serrat entrelaza canciones maceradas por una caligrafía de valor universal con otras composiciones íntimas de su gusto y algunas que, acaso caprichosamente, se convirtieron en emblemas de una obra rica y vasta.
Se advierte, en primer término, que esta faena retrospectiva que se propuso Serrat le devolvió una profundidad que su obra resiste y que a veces se desvanecía en sus apariciones en dúo con Joaquín Sabina en los últimos años. Aquella dinámica “de par” le imponía otro esquema al espectáculo, acaso distante de los climas propios de un trovador.
El prólogo del concierto, al menos en las presentaciones porteñas en el teatro Gran Rex, con tres canciones con letras trabajadas que demandaron una escucha atenta del público, fueron una demostración de ese enunciado. “El carrusel del Furo”, “De vez en cuando la vida” y una versión rítmica de “Cartón piedra” fundamentaron ese acierto con rapidez.
Sin embargo, el estrecho vínculo del catalán con el público argentino presenta sus desafíos. Sobran evidencias de una propensión al aplauso antes del mérito y, es justo reconocer que, en esa circunstancia, Serrat ofrece una sostenida pericia para no derrumbarse en el discurso de la demagogia ni relajar las exigencias vocales.
En ese tránsito, se suceden a lo largo de cada una de las presentaciones por el país, canciones de diversa procedencia. Himnos como “Algo personal”, con versos retocados a los tiempos del conservadurismo europeo, canciones morosas como “Letra de niño silvestre”, y otras que representan un tiempo definido de su carrera como “El sur también existe”, con letra del poeta uruguayo Mario Benedetti.
El segmento con un guiño a su repertorio en catalán, con “Canción de cuna” y “Palabras de amor”, y enseguida su versión, acompañada sólo por el piano de Ricardo Miralles, de “Vendedor de yuyos” (Atahualpa Yupanqui) marcan acaso el momento más profundo de cada velada, lejos de toda estridencia.
El show también comprende una sección para canciones invictas de su repertorio como “Mediterráneo”, “Lucía”, “Aquellas pequeñas cosas”, “Cantares” o “Para la libertad”, que son difíciles de expulsar de una antología, incluso de una “desordenada”.
Aún acompañado por Josep Mas (teclados), Vicente Climent (batería), David Palau (guitarra) y Raui Ferrer (bajo y contrabajo), además de Miralles, Serrat se regocija a lo largo de cada presentación con sucesivos monólogos que, en un intérprete que ostenta su recorrido, funcionan como un necesario descanso.
De este modo, con disco y con show, el catalán celebra sus 50 años sobre los escenarios con un collar de 50 canciones que repasa de manera alternativa, una por cada año de su carrera, en un trabajo que el artista describió como cuidadosamente “artesanal”.

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