Espectáculos

Resignificar una ciudad sonora

Por Javier Hernández.- Mariano Braun, de amplia trayectoria en la producción musical para terceros, presentará su primer álbum solista con el que expone un cuadro alejado de la sistematización y enriquecido a partir de los géneros que supo transitar en su carrera.


Autopistas y túneles, atajos y caminos de tierra, todos caprichos de una emancipada sonoridad. Líneas que, aquí, Mariano Braun invita a apropiar (se) sin reglas –casi como un eslogan de “elige tu propia aventura”– transitando consonancias y matices antagónicos que, desde expresiones policromas hasta otras más teñidas de tinta melancólica, se materializan en un incesante cruce melodioso organizado (o presentado, mejor dicho) en once canciones propias –y un singular homenaje a Stevie Wonder–, que se titula Sr. Monk.

Que la presentación de este trabajo –primer disco solista del rosarino, que se concretará esta noche, a las 21.30, en la Terraza de la Cúpula de Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza); aunque en caso de inclemencias climáticas pasa al 5º piso del mismo edificio– busque crear un “ready made” a partir de la proyección de videos no parece una decisión ni apresurada ni decorativa; aunque pueda –quizá para los más indómitos– limitar la generación de horizontes subjetivos: Todo un reto que habrá que enfrentar.

Con la “imprescindible colaboración” de Mariano Sayago en contrabajo y bajo electrónico; Carlo Seminara en percusión, y Julián Venegas en voces y guitarra eléctrica, Sr. Monk logra quebrar estructuras y transitar por los bordes de los géneros coqueteando con rítmicas de artistas tan diversos como Hugo Fattoruso y Luciano Supervielle pero también –por qué no– con otros como Manu Chao y Fernando Kabusacki.

Pero esto no es más que la consecuencia natural de un artista que, desde su adolescencia, piensa en clave musical; y que, como tal, recorrió un camino heterogéneo repleto de opuestos. Sr. Monk tiene un poco de todo eso. En él confluyen los tangos electrónicos de Los Ranas, el jazz fusión de 18.30 y los arreglos de percusión para el primer disco de Carlo Seminara. Y todo tiene una explicación para estar ahí.

Editado por el sello BlueArt Records, que dirige el periodista y productor Horacio Vargas, el disco ofrece una miscelánea de géneros que van desde el jazz y funk, hasta un desdibujado abanico rítmico y sonoro que el artista define como “folclore sudamericano”.

Con un alarde de los músicos que lo acompañan, Braun (composición, programación, teclados, grabación, mezcla y masterización) conduce la “máquina” con el poderío sonoro de elementos clásicos pero matizando la aparición instrumental con una proporcionada aplicación de samplers y efectos electrónicos plasmados en un profundo cuadro de capas que consolida la representación visual del disco.

En diálogo con El Ciudadano, el músico repasó detalles de la génesis de este trabajo que, en los primeros meses de 2013, ya marca un auspicioso pronóstico para el universo musical local del año.

—¿Cómo empieza a gestarse este primer disco solista fuertemente visual?

—Mis composiciones tienen muchísimo que ver con la imagen. A lo largo de mi carrera hice música para imágenes tanto para cine y teatro como para cortinas y jingles de televisión. Fruto de todo mi trabajo me fueron quedando muchas carpetas con ideas y de cada una de ellas fue surgiendo algo, aunque muchas veces fuera sólo un disparador para encontrarme con un sonido o un paisaje sonoro.

—¿Cómo es la dinámica que aplicaste para construir el disco?

—Mi manera de componer siempre va de lo micro a lo macro; siempre parto de alguna célula; y a veces la célula puede ser una foto, un fotograma de una película o una imagen que me impactó. También una frase pero generalmente está basada en una historia. Me gusta la música programática y utilizo mucho el sampler, una herramienta que nos lleva a los tecladistas a ser una especie de luthiers digitales o virtuales; una herramienta electrónica que me permite tomar un sonido de la realidad y, una vez grabado, repartirlo en el teclado. Me brinda innumerables posibilidades. Lo que está bueno es el paisaje sonoro que comienza a formar parte de la composición. Voy escuchando mi entorno como algo musical. Todo el tiempo estoy resignificando los sonidos.

—“Sr Monk” invita a sumergirse en esos paisajes, eligiendo y atravesando múltiples avenidas que conducen a parajes divergentes…

—Esa es la idea. Adentro de la cabeza cada uno tiene distintos barrios que configuran esta especie de ciudad musical; lo que hice fue tomarme la libertad de subir a un colectivo y bajarme a investigar cada uno de esos barrios; así fue surgiendo todo el disco.

—A nivel sonoro se percibe un decidido trabajo por capas. ¿Cómo fue la producción?

—Fue un largo proceso porque cada uno de los instrumentos que puse a sonar fueron, después de grabados, vueltos a tocar. Salvo las cosas en vivo, todos los sonidos fueron trabajados electrónicamente. No solamente han sido pensados para el disco sino que, además, están diseñados para él.

—¿Cuál es la relación que establecés con las máquinas a la hora de producir una canción?

—Tengo una relación con las máquinas desde hace muchos años. La máquina me hace dar cuenta –transformando la energía musical en ceros y unos– la calidez de lo humano y de lo vivo, y cómo eso se puede fusionar con lo electrónico y lo digital.

—¿Qué te brinda la máquina?

—Me brinda intimidad. Cuando surge la necesidad de continuar un tema, puede ser a las tres de la mañana, la máquina está ahí. Si suena mal es porque hice algo mal. Esa disposición y la cantidad de posibilidades –de prueba y error, incluso con ideas absurdas– es lo que hace que la elija.

Una presentación multimedia

Que el estreno del disco vaya acompañado de una presentación multimedia no parece un dato menor ya que la sonoridad de Sr. Monk remite incesantemente a paisajes, dispara imágenes.

Este recurso no estará presente durante todo el concierto pero sí se pondrá en funcionamiento en tres momentos que Braun anticipó: “No será una cosa muy invasiva sino bastante abstracta. «Nu», va a tener un video del realizador Diego Sinich con imágenes que responden al estímulo sonoro. En «Candor» el video es una especie de historia submarina que comienza con la voz de (Jacques) Cousteau como yo la escuchaba cuando era chico. El tercer tema es «Una casa de Alto», que podría definir como un electro-huayno; yo creo que, donde uno hace la música y vive, es como canaliza ese ritmo. Obviamente no nací en la montaña y no viví la puna pero al escuchar esos ritmos me transporto a ciertos estados y los toco con respeto; la tradición tiene que ver con una música que evoluciona. Esa canción es para mí una visión urbana de las montañas”.

Comentarios

10