Ciudad

Reclaman por retraso de obras

Por Santiago Baraldi.- A 28 años de la gran inundación de Empalme Graneros afirman que no se cumple con el cronograma de los trabajos de saneamiento para que no vuelva a ocurrir y que la situación se agravó con las urbanizaciones de la última década.


Un día como hoy, hace 28 años, Empalme Graneros amanecía bajo agua. El caudal acumulado por una lluvia torrencial ingresó en veinte mil viviendas donde más de ochenta mil personas del popular barrio de la zona noroeste de Rosario padecieron una catástrofe histórica que dejó cuatro muertos ese 24 de abril de 1986 y decenas en los meses siguientes. Gracias a la lucha que hasta el día de hoy lleva adelante Numain (Nunca Más Inundaciones) desde entonces se hicieron importantes obras pero que a la luz de la realidad actual, afirman, ya no son suficientes. El presidente de la vecinal y uno de los fundadores de Numain, Osvaldo Ortolani, recordó aquellos días y subrayó el impacto que han provocado los nuevos barrios cerrados sobre la cuenca del arroyo Ludueña.

“Es imperioso que las obras se continúen porque si tenemos otra lluvia similar vamos a ser testigos de una inundación como la de La Plata o Santa Fe. Se hicieron comités de cuenca, comisiones, trabajos de la universidad e Hidráulica de la Municipalidad. Es decir: todos saben que puede volver a pasar pero nadie hace lo suficiente para que no pase”, afirmó.

Desde aquella fatídica madrugada del año 86, Nación, provincia y municipio realizaron distintas obras como el Aliviador II, la represa del Ludueña y la apertura de los terraplenes del ferrocarril (ver recuadro). Pero en los primeros años de la década del 2000 comenzaron los loteos en zonas bajas y surgieron barrios como Aldea, San Eduardo, Hostal del Sol y una decena de urbanizaciones cerradas que necesitaron de la ampliación de canales como el Ibarlucea y el Salvat, “que eran zanjas y los llevaron a nueve metros de ancho”, agregó Ortolani.

Durante cuatro días en marzo de 2007, llovieron 390 milímetros “y no pasó nada: las obras soportaron. Pero esa misma lluvia hoy provocaría un desastre. Hoy todos esos suelos están impermeabilizados, por eso, desde Numain, señalamos al Estado que la próxima gran lluvia –y está visto que el cambio climático provoca mucha caída de agua en poco tiempo– va a inundar mil, mil quinientas hectáreas, donde ahora vive gente”, afirmó el dirigente barrial.

En tanto, mientras la provincia finalizaba las obras del canal Ibarlucea, “nos dijeron que paralelamente se iba a construir el Aliviador III, primera etapa y segunda etapa. Las canalizaciones se hicieron y se siguen haciendo, pero de la primera etapa del Aliviador III, que va desde arroyo Ludueña y la avenida Sorrento hasta la Usina, sólo se hicieron 350 metros y aún faltan dos mil metros. Binner reconoció al finalizar su gestión el incumplimiento, pero señaló que con la continuidad política de Bonfatti se iba a terminar. Desde ese día pasaron veintiocho meses y la primera etapa no está finalizada”, remarcó Ortolani, y recordó que en diciembre de 2012, con 150 milímetros de lluvia, fue suficiente para que zonas de Funes, Fisherton y el mismo Empalme quedaran bajo agua.

“Y fue la mitad de lo que cayó en 2007”, subrayó.

Ante ello Ortolani insistió: “Es imperioso que las obras continúen porque si tenemos otra lluvia similar vamos a ser testigos de una inundación como la de La Plata o Santa Fe”.

La lucha y la organización

Más de tres mil vecinos de Empalme Graneros se reunieron aquellos días de abril de 1986 en el club La Gloria. Había que organizarse, armar un comité de crisis, ver de qué manera se ponía el hombro al desastre. Parada sobre una silla, una mujer gritó: “Nunca más, nunca más inundaciones en Empalme” y su grito fue el origen de la organización que hasta el día de hoy reclama y advierte sobre la falta de obras.

Osvaldo Ortolani era entonces un joven de 27 años y fue miembro fundante junto a viejos luchadores como lo fueron Leonildo Foresto y Domingo Polichiso, quienes junto a otros vecinos enfrentaron una lucha ciclópea para ser escuchados.

“El 30 de abril nos juntamos con los vecinos y fuimos al terraplén del ferrocarril. Muchos llevaban picos y palas, así que terminaron levantando rieles y eso impidió el paso de trenes por tres días. Al fin logramos que construyeran doce alcantarillas para abrir el terraplén, que hasta entonces hacía de dique de contención del agua”, recuerda.

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