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Economía

Radiografía de la inflación: lo que viene

Los precios completarán un 14 por ciento de aumento en los primeros 120 días.


Los datos de febrero confirman –tal como anticipamos hace más de un mes– que la devaluación del peso tiene menor impacto sobre la inflación que episodios previos. Aun así, dada la magnitud de la misma (57% de aumento del tipo de cambio entre noviembre y febrero, en valores promedio) el impacto está presente: los precios acumulan una suba del 10.7% en tres meses, y completarán un 14% en los primeros 120 días. En 2014 con una devaluación del 25.5% la inflación acumuló el 14.3% en 3 meses y casi el 18% en 4 meses.

Si evaluamos a nivel de capítulos del índice qué precios lideraron en los últimos 90 días resulta claro el aumento en Vivienda por la incidencia del ajuste de tarifas eléctricas. Como era de esperar, la devaluación aceleró el ajuste de los transables –Alimentos y bienes durables– y en Turismo, en este caso combinando devaluación con saltos estacionales. Indumentaria no registró variaciones a la espera de los precios de la nueva temporada y quizás por el ajuste prematuro de septiembre/octubre (13% en dos meses). En este episodio devaluatorio la principal diferencia a favor de un menor traslado a precios vino del capítulo de Transporte y Comunicaciones, con menores ajustes en combustibles líquidos dado el colchón de partida de altos precios internos del petróleo.

Si se excluye de febrero el aumento de tarifas eléctricas la inflación hubiera marcado un nivel del 2.4%, con una baja notoria respecto de los dos meses previos. La desaceleración sin embargo debe verse como transitoria. A pesar de una marcada caída en el “arrastre” de febrero para marzo (0.5%, frente a 0.8% del mes previo y 1% de diciembre) se anticipa este mes un nivel cercano al 3% con una primera semana que –sin ajustes tarifarios– muestra una inflación de casi el 1.5%, la más alta en meses con la excepción de la primera semana de febrero. Completar ajustes tarifarios en abril o mayo implica que –a pesar del frenazo cambiario desde marzo– la inflación se mantendría varios meses más por arriba del 2%.

¿Cuál es el mensaje que transmiten estos indicadores? Estamos inmersos en un período de cambio de precios relativos de moderada intensidad a favor de los precios de bienes y servicios rezagados con un salto relativamente bajo en la tasa media de inflación. Sin esos cambios no podemos esperar que la economía retome un sendero de crecimiento, y la meta sería –como se adoptó en los últimos años– simplemente vegetar o esperar “viento de cola”. Este proceso de cambio no ha concluido y a los ajustes pendientes de tarifas y el catch-up de los bienes y servicios más retrasados se sumarán, luego, los efectos de “segunda ronda” de tipo de cambio, tarifas, salarios, tasas de interés y resto de precios, y nuevos ajustes a partir de allí. Se trata de un proceso de aproximación en varias rondas o proceso de “no tanteo” que eventualmente llegará a algún equilibrio.

Pretender un cambio significativo de precios relativos sin aumento de la tasa media de inflación no estaba disponible a fines de 2015, ni lo está en 2016. Básicamente ello es así porque los precios que tienen que bajar relativamente no caen en términos absolutos, sino que sólo suben “más despacio”. Acercarse a un nuevo equilibrio en una economía como la Argentina con restricciones y regulaciones de todo tipo siempre requirió, y por ahora requiere, mucho “ruido” inflacionario.

Por ello es probable que la inflación interanual se mantenga buena parte del año por arriba del 33%, aun en un buen escenario. Tasas menores de inflación podrían estar disponibles en escenarios diferentes. Una aproximación gradualista que postergue ajustes tarifarios y retrase el tipo de cambio, financiando el desequilibrio fiscal con abundantes fondos externos daría lugar a una baja transitoria de la inflación, comprometiendo sin embargo la recuperación a mediano plazo. Alternativamente un programa más agresivo que redujera el ritmo de crecimiento del gasto público –supuesto que se contara con el apoyo y la decisión política de avanzar en ese sentido– podría postergar la salida de la recesión pero sentaría las bases de una caída más abrupta de la inflación.

La discusión supera la alternativa entre gradualismo y shock, pues requiere plantearse cuestiones que hacen al orden macroeconómico (qué nivel de apertura de la economía, qué nivel de presión tributaria, de cuánto tiempo disponemos para postergar las correcciones básicas) y a la microeconomía (¿podemos crecer con tan bajos niveles de productividad? ¿Qué cambios debemos hacer, y cuáles son las prioridades?). La inflación no es más que una señal de desajustes en la economía. El objetivo de alcanzar rápidamente una baja inflación no debería paralizarnos e impedir hacer los cambios necesarios para dejar de una vez por todas de rebotar y empezar a crecer.

(*) Economista jefe de Fiel (Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas)

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