Edición Impresa

¿Por qué lo hice otra vez?

Por Pamela Bailo Giordana.- Es necesario comprender que es diferente el perdón de la disculpa, que mantiene detrás el control, la culpa y la negación. En el perdón hay compasión, coraje y, sobre todo, responsabilidad sin exigencia.

¿Qué es lo que está sucediendo cuando nos vemos actuando otra vez como pensamos que no nos volvería a suceder, cuando nos vemos repitiendo acciones de nuestros padres o educadores que siempre nos prometimos nunca hacer?

Sucede que nunca hemos descristalizado un patrón de comportamiento, una vieja estructura. Sucede que no hay individuación.

Esto implica que no hay un camino recorrido de autoconocimiento ni de liberación.

Se logra primero aceptando que se sigue apegado a lo aprendido y que no se buscó otra alternativa al seguir viviendo en la queja y en devolver la propia realidad en “esto me pasa por la culpa de…”, como el no reconocer la comodidad en el inconsciente ante el cambio y los beneficios ocultos del “no poder”. Desde la aceptación de que somos lo que permitimos ser (y esto no implica que estemos viviendo de nuestra pura esencia) se accede al perdón.

El perdón

Primero es necesario comprender que es diferente el perdón de la disculpa. Ésta mantiene detrás el control, la culpa y la negación, por ende no hay una entrega. En el perdón hay compasión, coraje y, lo más importante, responsabilidad sin exigencia. Cuando perdonamos comenzamos a transitar el camino de la libertad, de los límites coherentes, de la unificación de nuestra personalidad con nuestra alma, porque perdonar a otro implica que nos hemos perdonado a nosotros mismos en primera instancia.

Es en esta parte del camino cuando asimilamos los límites, bondadosa herramienta de evolución. Con ellos es inherente devolver al otro lo suyo y quedarnos sólo con lo propio; a través de este mecanismo logramos el desapego, relaciones sanas sin control, se termina la sensación de que el otro es de nuestra propiedad y viceversa. Aprendemos a interactuar sin juzgar y respetando el estado y tiempo de cada Ser que nos rodea, y qué maravilloso: se comienza a saborear la paz. Éste es el nodo más fuerte del proceso de individuación… porque se empieza a identificar que veníamos siendo lo que nos dijeron que se “debe” ser respecto de lo que necesitamos ser: Nosotros Mismos.

Y cuando arribamos a este trayecto hemos devuelto la mochila impuesta en la crianza de mandatos, hemos asumido que los supuestos errores son nuestro máximo capital de sabiduría, hemos terminado de repetir, hemos tomado nuestro poder y afirmación del Ser, viviendo unificados en la conciencia colectiva y divina. Y se pierden las trabas, los miedos, para aplicar la expansión en lo cotidiano y volcarla al servicio de la humanidad, desinteresadamente porque aquí estamos vibrando en Amor puro e incondicional.

 

(*) www.terapeutaintegral.com.ar

Comentarios

10