El anuncio de la llegada del plan Progresar tuvo, en general, el visto bueno de la comunidad política. Presentado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tras una larga ausencia frente a las cámaras, este reconocimiento de 600 pesos a jóvenes que no estudian ni trabajan, uno de los sectores más golpeados de la sociedad, fue objeto de elogio de personalidades y funcionarios que pregonan políticas de asistencialismo. Sin embargo, están también quienes, producto de haber tenido experiencia en el montaje de una estructura para la formación de los jóvenes, prefirieron tomar distancia y se animaron a realizar un análisis desde otra perspectiva. Es el caso de la diputada del Frente Progresista Élida Rasino, quien se desempeñó como secretaria de Promoción Social de la Municipalidad de Rosario (1995-2001) y como ministra de Educación de Santa Fe (2007-2011).
Si bien la legisladora destacó la importancia de implementar programas en beneficio de la población joven, atravesada por una realidad en la que “se ha desvalorizado el trabajo y el estudio como un concepto de vida”, consideró que “si se sigue insistiendo con una fórmula que no abarca la complejidad del problema”, signada por un estancamiento en la movilidad social ascendente, resultará imposible para las escuelas, las instituciones barriales o incluso el propio Estado poder construir “un país en el que haya esperanza, oportunidades verdaderas, organizaciones que funcionen y una institucionalidad real, donde la gente sienta que tiene amparo y futuro de verdad”.
A este complicado panorama se suma que “la economía ilegal tiene mucho más dinero que el Estado para ofrecerle a los jóvenes”, por lo que estimó que programas como el presentado por la presidenta de la Nación son “más de lo mismo”, si no son acompañados por una reestructuración del modelo de país.
“No se resuelve con plata”
“La mala noticia es que todo esto ya no se resuelve con plata. Lo vemos en sectores como la educación y las áreas sociales, que durante años han recibido fuertes aportes económicos. El problema social argentino pasa por un deterioro cultural que ha desvalorizado el trabajo y el estudio como un concepto de vida, en favor de valores concentrados en el consumo, principal actor en este modelo económico, que, al mismo tiempo, no genera empleo y rápidamente cae en el desuso, producto del vertiginoso desarrollo de la industria”, alertó Rasino.
En esa misma línea, soltó una fuerte crítica hacia las altas esferas encargadas de sostener un “diseño económico que concentra cada vez más la riqueza”, que se traduce en “un estancamiento de la movilidad social ascendente”. Según opinó, hace no muchos años, la educación lograba mantener aceitado este engranaje. No obstante, la pérdida de “esperanza de un futuro mejor y de posibilidad de progreso, con o sin estudios”, ha dejado prácticamente sin chance al Estado y sus instituciones de marcar el rumbo de una sociedad “cada vez más violenta”.
“Un infierno”
“Todo esto se da en un marco de consagración de la ilegalidad, ruptura de lazos sociales y concentración de la población en las grandes ciudades, que ha transformado la vida de millones de personas en un infierno. Es muy difícil que la escuela funcione en lugares como el conurbano bonaerense, o incluso en el propio Gran Rosario, donde la calidad de vida se ha deteriorado tanto”, analizó, al tiempo que afirmó que “el grupo de jóvenes a los que está destinado este plan vive cotidianamente la discriminación, el bullying y se desenvuelve en ambientes en los que el consumo de drogas ilegales es común y donde las amenazas casi mafiosas son la moneda corriente”.
“Cultura del consumo”
El miércoles pasado, Cristina Kirchner, que volvió a mostrarse públicamente tras un mes y medio de ausencia, aseguró que los 600 pesos que otorga el plan son para “jóvenes de 18 a 24 años que no estudian, no tienen trabajo o que tienen pero es informal y no alcanzan a tener el salario mínimo vital y móvil”. Respecto a este punto, Rasino argumentó: “Ningún salario puede alcanzar cuando los valores de relacionamiento y la cultura están basados en el consumo, la violencia, la apariencia, la competencia y no en construir vínculos de amistad, familia y espacios amigables donde las personas se puedan desarrollar en paz. ¿De qué vale un buen salario si la realidad es cada vez más violenta?”.
Según analizó la ex ministra de Educación de la provincia, “el camino (a seguir) es un modelo de país basado en un proyecto económico, social y político de reconstrucción de los vínculos sociales, respeto por la ley y las normas y de ejercicio pleno de la justicia”. “Un país en el que aquel que cometa errores los pague y en el que haya igualdad de oportunidades para estudiar y trabajar”, agregó.
“Esto tiene que ver –continuó la diputada– tanto con la posibilidad de que la familia cuente con un trabajo para mandar a su hijo a estudiar como con la necesidad de que ese chico pueda ir a una escuela que esté funcionando y en la que los docentes se sientan orgullosos de estar al frente del aula. Eso no es un sueño, es una sociedad que asume que la vida es lo más importante y que la justicia es un valor innegociable. Cuando una sociedad pierde la noción de justicia, pierde absolutamente todo parámetro”.
“Un esfuerzo muy grande”
Finalmente, la ex ministra de Educación Élida Rasino analizó la situación desde la realidad que afecta por estas horas a la provincia y pidió más unidad entre todas las tres esferas de gobierno para poder encaminarse en este modelo de revalorización de la vida: “Creo que se hizo un esfuerzo muy grande. Tenemos el ejemplo de la ciudad de Rosario que, mientras todo un país se hundía con la década menemista, iba floreciendo e instalándose como una ciudad que brillaba por sí misma. Pero llega un momento en que el contexto arrasa con todo, no hay posibilidades de salirse absolutamente de esa realidad. Hoy estamos un poco mejor, pero tenemos que comprender que un gobierno local o provincial, por más voluntad y esfuerzo que ponga, no puede torcer una estructura económica, cultural y política que está tan de espaldas a la gente”, concluyó.
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