El Hincha Mundial

El espía ruso

Pito catalán no, argentino


Al final habrá cuatro argentinos en la final, y vaya consuelo. Cuando lo único que quedaba para atenuar las penas de la temprana eliminación era aquello de que las dos mejores selecciones de este Rusia 2018 son precisamente las dos únicas que le ganaron a la albiceleste en su corto transitar por Rusia 2018, se supo que la terna arbitral para Francia-Croacia será 100% criolla (con el misionero Néstor Pitana a la cabeza), y que, por si fuera poco, el platense Mauro Vigliano fue designado a cargo del VAR, el polémico sistema de espionaje videoscópico que debutó como gran promesa para minimizar injusticias y cuya eficacia –quedó probado- sigue estando sujeta a la arbitrariedad.

Con todo, allí estará Pitana, y de él podría decirse: casi condenado por apellido al oficio que ejerce. A falta de Messi, será el argentino que a su modo tendrá responsabilidad en lo que pase este domingo, a los ojos de todo el mundo, en el estadio Luzhnikí de Moscú.

Sobre la jerarquía y objetividad del misionero a la hora de impartir justicia, la biblioteca, como siempre, está repartida en dos, pero ante todo hay que tener en cuenta que, como advertía Eduardo Galeano, “el árbitro es arbitrario por definición”.

Conviene robarle letra al gran hombre de letras uruguayo, un amante, observador y narrador del fútbol como seguramente hubo y habrá pocos, que alguna vez, sobre el personaje del pito,  escribió: “Su trabajo consiste en hacerse odiar. Él aguanta insultos, abucheos, pedradas y maldiciones. A veces, raras veces, alguna decisión del árbitro coincide con la voluntad del hincha, pero ni así consigue probar su inocencia. Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él. Coartada de todos los errores, explicación de todas las desgracias. Los hinchas tendrían que inventarlo si él no existiera. Cuánto más lo odian, más lo necesitan”.

La cita es de su libro “El fútbol a sol y a sombra”, y la descripción concluye: “Silbato en boca, el árbitro sopla los vientos de la fatalidad del destino y otorga o anula los goles. Tarjeta en mano, alza los colores de la condena: el amarillo, que castiga al pecador y lo obliga al arrepentimiento, y el rojo, que lo arroja al exilio. Durante más de un siglo, el árbitro vistió de luto. Por quién? Por él. Ahora disimula con colores”.

Se verá entonces qué luce y cómo luce Pitana en un par de días.

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