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Estados Unidos

Pena capital: balas si faltan las drogas

El estado de Utah retoma la vieja práctica para ejecutar a sus presos.


El Congreso del estado de Utah, en Estados Unidos, aprobó una ley que autoriza el uso de un pelotón de fusilamiento para ejecutar a presos condenados a muerte, una norma que se esperaba iba a ser promulgada por el gobernador a última hora de ayer.

Ante la dificultad del estado de conseguir el cóctel de drogas utilizado para matar a los condenados, la mayoría republicana apoyó esta ley que propone utilizar un pelotón de fusilamiento cuando no haya inyecciones letales disponibles. Según el impulsor de la norma, el representante Paul Ray, el fusilamiento es un método “más humano” que una dosis letal defectuosa.

En 2004, Utah había prohibido las ejecuciones por pelotones de fusilamiento, aunque el último condenado que falleció frente a una línea de tiradores lo hizo en 2010, hace poco más de cuatro años, según informó EFE.

Sin embargo, desde entonces las principales farmacéuticas europeas que producen los químicos que componen los cócteles letales prohibieron su venta para ejecuciones de presos, a partir de la presión de la opinión pública en sus países y en el exterior.

La mayoría de los estados que poseen la pena de muerte comenzaron a sentir la falta de cócteles letales y, en abril pasado, Oklahoma substituyó uno de los tres químicos por uno similar producido en el país. El resultado fue devastador. Clayton Lockett, un violador y asesino, se retorció y convulsionó atado a una silla durante más de 40 minutos hasta que su corazón finalmente dejó de latir. En Utah, en tanto, los republicanos se negaron a suspender las ejecuciones y se pusieron a buscar “un plan B”, según las propias palabras de Ray, el impulsor de la ley aprobada esta madrugada.

En la ejecución por un pelotón de fusilamiento, al condenado se lo ata a una silla, se le cubre la cabeza con una capucha y se cuelga un círculo con la imagen de un tiro al blanco, a la altura del corazón. Frente a él se colocan cinco carceleros que ejercen de verdugos. Todos están armados, pero sólo uno tiene balas de plomo.

La escena tiene lugar en una sala de ejecuciones que es una habitación de seis metros por siete, con vidrios antibalas y opacos, para proteger “física y emocionalmente” a las personas que siguen de cerca el fusilamiento.

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