Ciudad

Piruetas en el aire

Otros cielos: globos aerostáticos sobre la antigua Rosario que elevaron la intrepidez y la tragedia

El primero fue en 1874 desde la Plaza López y con un trapecista mexicano. Otro, en 1903, publicidad de una fábrica de cigarrillos local con el famoso Giuseppe Silimbani y su esposa Antonietta, que murió en su anunciada última función. Y uno más, con la fatal caida del nieto de un gobernador


Hace una semana en el cielo rosarino se pudo ver un avion de bajo porte haciendo piruetas al ras del río Paraná en la zona norte. Y están los ala delta con motor los fines de semana, amén de los pequeños drones, en su caso, sin tripulación. Hace muchos años, y en una ciudad muy distinta a la de hoy, también hubo acrobacias aéreas, aunque sin motores: los globos aerostáticos. Hay, sobre eso, dos historias que aporta el historiador Eduardo Guida Bria a El Ciudadano: una de 1903 y la otra en 1874, esta última con un final trágico sobre la Plaza López.

Para volar junto a los globos hay que conocer la historia. Una de ellas se remonta a 1903. Una compañía de cigarrillos local contrató ese año al aeronauta italiano Giuseppe Silimbani, nacido en la ciudad de Forli, en la Emilia Romagna, y a su bella esposa Antonietta Cimolini, nacida en 1878 en Casola Valsenio, en la provincia de Ravenna, para hacer acrobacias en un aerostático como forma de publicidad.

Guida Brida explica que “a principios del siglo XX uno de los negocios más florecientes era la fabricación y venta de cigarrillos. Muchas cigarrerías particulares hacían sus propios atados, de diez o veinte unidades, y los vendían al público. Pero muchas veces les resultaba imposible competir con los precios de las grandes empresas tabacaleras y, sobre todo, con sus extraordinarias campañas publicitarias. Estas últimas, y sin importar el costo, estaban empeñadas en iniciar en ese consumo a la mayor cantidad de gente posible, convencidas de que, una vez comenzado ese proceso, la adicción de los fumadores les reportaría ganancias eternamente”. Y sigue: “Una de ellas fue la empresa de cigarrillos y habanos Americana y  Siglo XX, que escondía en sus atados figuritas con premios millonarios que consistían en dinero en efectivo, viajes y otros obsequios de menor valor. La tabacalera que fabricaba los cigarrillos Americana también hacía publicidad con eventos populares. Así fue como, entre otras cosas, en 1903 trajeron a Rosario al italiano Silimbani, quien recaló con su esposa Antonietta.

Giuseppe y Antonietta Silimbani.

 

Antonietta pertenecía a una familia de la burguesía campesina y apenas cumplió los veinte años se casó con Giuseppe. Él era panadero, pero en sus ratos libres se dedicaba a la música, ya que según comentaban, era un “eximio tenor”. Otra de sus distracciones fue la práctica de deportes. Varios. Se presentaba a las competencias y era muy considerado entre los asistentes.

Su esposa lo acompañaba a veces, motivada por sus dotes para la música y los deportes. Lo que más la entusiasmaba de todo ello era la ascensión en globos aerostáticos, aventura que frecuentaba con su pareja.

Los dos emigraron de Italia en 1902, y cruzaron el Atlántico en el vapor Ravenna para recalar en la Argentina. Los habían tentado las buenas referencias del país, que incluían la casi certeza de un buen porvenir para quienes pisaran sus tierras.

Primero se dedicaron a dar conciertos en teatros de Buenos Aires. Giuseppe como tenor y Antonietta como soprano ligera. Y en paralelo, las ascensiones en globo, aunque en privado porque no se animaban a presentarse ante el público argentino. Practicaron muchas pruebas. Una era con Antonietta haciendo destrezas, colgada de un trapecio y agarrada de la canasta del globo.

El matrimonio conoció a un representante de artistas de distintas disciplinas y Giuseppe le comentó del acto de la ascensión en globo. Así que se asociaron y hubo proezas en ciudades y pequeños pueblos del interior. Su globo estaba bautizado: “El invencible de Forli”, en homenaje a la cuna de Giuseppe.

El globo era un Montgolfier (por los hermanos Joseph y Jacques, que lo llevaron al cielo por primera vez en Francia en 1783). El aerostático se eleva por medio del aire dilatado y liviano producido por el calor de un hornillo sobre la canasta y bajo la boca abierta del globo.

El debut de la pareja italiana fue en la pista “Scaglia”, en la esquina noroeste de calle 3 de Febrero y bulevar Oroño, el domingo 18 de enero de 1903. Fue la primera vez que los rosarinos vieron cómo se elevaba un globo aerostático. En ese predio, hoy, está la sede de la Empresa Provincial de la Energía (EPE).

Lo llamativo de la presentación de Giuseppe fue la castellanización de su nombre. Lo anunciaron como el “Capitán José Silimbani”. La graduación militar era, además, un invento.

El domingo 26 de enero volvió a presentarse en el mismo lugar, y además se anunció que lo iba a acompañar su esposa, una gran “aeronauta”. El día no era el más propicio, amaneció con fuerte viento y probabilidad de lluvias. El evento no se suspendió, pero Antonietta esquivó el peligro y no se subió al globo. A Silimbani tampoco le fue muy bien: el globo no pudo elevarse a la altura deseada y lo único que hizo fue arrojar las etiquetas de los cigarrillos a escasos metros del suelo. Terminó aterrizando muy cerca del cementerio El Salvador, a unas cuadras de donde había ascendido. El público atento lo siguió hasta que tocó tierra.

 

Antonietta, el viento y las hortalizas pisoteadas

Quedaba pendiente la ascensión de Antonietta. Recién el 2 de febrero de 1903 la pudo cumplir. Alcanzó a hacer algunas acrobacias, pero otra vez el tiempo les jugó en contra. El globo se desplazó más lejos de lo pensado y aterrizó pasando la cárcel de encausados. Y en el derrotero atravesó casi todo un campo cuyos alambrados dañaron el aparato.

El predio donde se terminó posando era propiedad de un tal Manuel García, quien le arrendaba unas hectáreas al chacarero Sebastián Rodríguez. El problema fue que el público que seguía el derrotero del globo ingresó al campo y “pisoteó” las verduras y hortalizas. A tal punto, que su cultivador se quejó de haber perdido toda la cosecha de la temporada. La policía también ingresó a la huerta, levantando alambrados, y contribuyó a los destrozos.

La última función de la pareja en Rosario fue el domingo 8 de febrero de 1903, otra vez en la pista “Scaglia”. Después, hicieron algunas pocas más en provincias limítrofes, pero se quedaban la mayor parte del tiempo en la ciudad de Buenos Aires.

 

Tiempo adverso y fin del tiempo para la acróbata

El 13 de marzo de 1904, Antonietta se preparó para una anunciada con bombos y platillos última acrobacia aérea. La elevación del globo estaba prevista en el conocido club Frontón Buenos Aires, donde en 1890 había nacido la Unión Cívica, la alianza de Mitre y Alem contra Juárez Celman. La pareja venía peleada con el tiempo. Ese día, de nuevo, malos presagios por viento y alerta de tormentas. Los dos pensaron en suspender la función, y eso debatían. Pero el numeroso público congregado, ante la demora, comenzó a azizar, luego a reclamar, incluso con burlas dirigidas a la mujer. Ante la presión, contra toda precaución, la joven se colgó entonces del trapecio, sin la canasta ni su esposo, del Montgolfier para las prometidas últimas destrezas de altura.

La decisión fue fatal. El globo enfiló para el Río de la Plata, errático, sin dominio posible. Varios testigos pudieron ver, de lejos, las gesticulaciones de la mujer y la caida del cuerpo a las aguas revueltas, alrededor de las 18.30. Después, nada. Sólo la seda del aerostático flotando. Recién en la mañana siguiente encontraron el cuerpo de Antonietta. El forense dijo que tenía un fuerte golpe en la cabeza. Tal vez por eso, no pudo asirse del salvavidas que había llevado, y que apareció cerca del cadáver. 

Giuseppe se quedó un tiempo más en la Argentina, hasta que con un paisano italiano viajó a Brasil. Volvió allí a las ascensiones esporádicos, y su rastro se pierde poco después.

 

El primero, un mexicano en el Unión sobre Plaza López

Guida Bria retrocede para recordar que el primer vuelo en globo en Rosario fue el domingo 22 de febrero de 1874. Partió del Paseo Arteaga, actual Plaza López, tripulado por el artista circense mexicano Teófilo Ceballos. Tenía 22 años, y reemplazó la canasta por un trapecio para las pruebas que arrancaron cuando se elevaba y siguieron en el derrotero aéreo por los alrededores de la plaza.

El aerostático, sin embargo, comenzó a descender. Y el intrépido terminó colgado de un álamo. Se agarró de unas de las ramas, con mala suerte, porque se quebró y terminó cayendo a tierra, aunque de poca altura y con la consecuencia de unas leves heridas.

Teófilo, o Teodoro o Teódulo, había recalado por primera vez en Rosario en abril de 1873 con el Gran Circo Europeo Courtney and Sanford, que se presentó en el Teatro Litoral. Y retornó un año después para el inaugural vuelo. “El atrevido aeronauta se lanza a los aires sin ningún accesorio de salvación (paracaídas), sin ningún tipo de apoyo, sin cesta y sin medios de descanso. El mejicano con brío y coraje, solo sostenido de argollas, realiza pruebas difíciles, y prodigios de fuerza y agilidad, y a sus pies….. solo un abismo”, se lo anunciaba.

 

El mismo lugar, tumba para el nieto del gobernador

El mexicano volvió al ruedo, en el mismo lugar, el domingo 8 de marzo de 1874, pero esta vez el infortunio no fue menor. Mientras preparaba el globo, un jovencito de 15 años le insistía, pese a su negativa, en que le permitiera sujetar las riendas que sujetaban el aparato.

En forma inesperada, cuando se dió la orden de soltar el globo, el chico pegó un salto y se tomó de las cuerdas que sostenian las argollas de las que colgaba el trapecio. El globo comenzó a ascender, con Ceballos en el trapecio y el muchacho agarrado de las sogas.

El mexicano no lo pudo auxiliar, con todo el sistema desequilibrado por el chico, quien no pudo más y pese a las indicaciones del acróbata para agarrarse mejor terminó por soltarse. Cayó desde gran altura y murió instantaneamente a la vista de unos tres mil observadores del espectáculo. El muchacho se llamaba Nicasio, y era nieto del gobernador de Santa Fe, Pascual Rosas, quien falleció tres años después.

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