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Elecciones legislativas

Obama se juega la última carta para evitar perder el Congreso

Demócratas no tienen chance de recuperar la Cámara de Representantes y hasta perderían el Senado, según sondeos.


Las elecciones del próximo martes en Estados Unidos decidirán si el presidente Barack Hussein Obama conservará un margen para impulsar reformas y leyes en sus últimos dos años de gobierno o si el oficialismo demócrata perderá por completo el control del Congreso y el mandatario terminará su tiempo en la Casa Blanca en pugna con un Legislativo dominado por la oposición republicana.

Los estadounidenses deben renovar toda la Cámara baja del Congreso, un tercio del Senado y 36 de los 50 gobernadores del país, y como las encuestas coinciden en que los demócratas no tienen posibilidad de recuperar el control de la Cámara de Representantes, la gran incógnita que desvela a Washington es el futuro de la Cámara alta.

En este sentido, los sondeos indican que el Partido Republicano tiene firmes posibilidades de obtener la ganancia neta de las seis bancas que necesita para pasar a dominar el Senado tras estos comicios, en los que la composición de la Cámara alta se definirá en unos ocho estados donde la competencia es más pareja y el resultado más difícil de pronosticar.

Una reciente encuesta del diario Wall Street Journal, la cadena de noticias NBC y la consultora Annenberg sostuvo que un 52 por ciento de los estadounidenses registrados para votar preferirían tener un Congreso completamente dominado por los republicanos, mientras que un 41 por ciento quiere uno controlado por el Partido Demócrata de Obama.

Paralelamente, una encuesta del diario Washington Post y de la cadena de noticias ABC señaló que para el 33 por ciento de los ciudadanos un Congreso opositor sería “algo bueno”, para un 24 sería “algo malo” y para un 39 “no haría ninguna diferencia”.

Esta última cifra no es irrelevante, sino que marca la apatía que dominó a gran parte del electorado estadounidense durante la campaña, en la que los comicios tuvieron incluso poca presencia en la agenda de los medios de comunicación, relegados por otros temas como la crisis del Ébola y la ofensiva aérea contra el Estado Islámico (EI) en Siria e Irak.

El propio Obama protagonizó un spot electoral a sólo un mes de las elecciones para advertir que “la mayoría de los votantes demócratas ni saben que hay una elección este 4 de noviembre”.

Según analistas, el desinterés se explica en gran parte por la parálisis que vive el Congreso estadounidense desde que la oposición republicana le arrebató el control de la cámara baja a los demócratas, a fines de 2010.

A partir de entonces, todas las impulsadas por Obama chocaron con el boicot republicano, entre ellos la tan anunciada reforma migratoria, una iniciativa que legalizaría a unos 11 millones de inmigrantes que hace años viven y trabajan en Estados Unidos, al mismo tiempo que reforzaría la seguridad fronteriza en el sur para frenar el ingreso de latinoamericanos.

La lectura que los electores parecen hacer es que poco cambia si los republicanos dominan una o las dos cámaras del Congreso, de cualquier manera pueden bloquear y hacer fracasar las propuestas del gobierno de Obama.

Al mismo tiempo, el poder de veto presidencial garantiza que Obama podrá frenar cualquier iniciativa propia de un Congreso dominado por los republicanos, como la derogación de alguna de las leyes aprobadas por la mayoría demócrata entre 2008 y 2010, por ejemplo, la reforma del sistema de salud.

Mientras los sondeos dejan abierta la puerta a una victoria opositora en las elecciones del martes próximo, ninguno pronostica un avance tal de los republicanos en el Senado que les permita alcanzar una mayoría especial suficiente para dejar sin efecto un eventual veto presidencial.

“Sin lugar a dudas, un Senado republicano le hará la vida aún más difícil al presidente”, sentenció en un reciente análisis el especialista de temas legislativos del Instituto Brookings Thomas E. Mann.

En el mismo artículo, en cambio, el experto no se animó a adelantar qué efecto podría tener una posible victoria republicana en el Senado para las elecciones presidenciales de 2016.

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