Ni los 12 minutos frente a Belgrano que Américo Gallego defendió con tenacidad. No hubo una atajada determinante de Esteban Andrada. Tampoco un tiro en el palo. Ni un penal en contra. Ni siquiera un expulsado. Nada como para justificar ni atenuar una actuación así. La peor que se recuerde en el último tiempo de este Newell’s decididamente indescifrable. Perdió 3-0 con Arsenal, que estaba por despedir a su técnico. Y pudo ser goleada.
Tenía todo para convertirse en protagonista del torneo. Un rival entregado, un entrenador en la cornisa… Sin embargo, Newell’s hizo todo por resucitar a Arsenal. No tuvo en ningún momento la vocación de equipo necesaria para imponerse. Y mucho menos el respaldo individual para disimular un sinfín de carencias colectivas.
Newell’s nunca supo qué tenía que hacer para superar al último de la tabla. El entusiasmo luego del triunfo ante Unión desapareció a los cinco minutos cuando Oscar Ustari tuvo que tapar un disparo de Iván Marcone a quemarropa, ante la mirada desesperada de todos sus compañeros.
Santiago Silva aprovechó el enorme espacio que hubo entre la espalda de Diego Mateo y delante de la dupla de centrales. Allí gestó su primera conquista: la bancó de espaldas y abrió a la derecha para la subida de Cristian Chávez, se anticipó a Sebastián Martínez y de cabeza puso el 1-0.
Tampoco hubo reacción ni rebeldía. Silva anotó el segundo en el arranque del complemento y sentenció el partido anticipadamente. Y en el final, Ezequiel Ruiz puso el 3-0 definitivo.
Si no fuera por un par de buenas intervenciones de Ustari, el papelón hubiese sido mayor. La imagen que entregó el equipo fue mucho más preocupante que la derrota en sí. Una actuación de esas que dejan secuelas y que obligan a repensarlo todo.
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