El reclamo se repite entre les gestores independientes de la ciudad: en Rosario, hacer cultura autogestiva es cada vez más difícil, si no imposible. Esta vez le tocó a Yarará, la colectiva de artistas LGTBIQ+, a quien la Municipalidad comunicó hace unos días que no iba a otorgarle el permiso que solicitaron en diciembre para hacer su tradicional festejo de carnaval en la explanada del Museo de Artes Contemporáneas (Macro). Pero, convencides de que la cultura de hace en la calle y que el espacio público es y debe ser de todes, resolvieron realizarlo igual, por fuera de los marcos institucionales. “Nos dicen que no pero igual apretamos el pomo”, fue la consigna de este carnaval furioso que ayer copó el parque Sunchales, sin permiso pero con convicción.
“Hace ya muchos años que desde Yarará se organizan siempre dos eventos: por un lado, la carroza en el contexto de la Marcha del Orgullo y, por otro, el carnaval. En un principio lo hacíamos en el Pasaje Arenales (barrio Refinería), pero el año pasado no se pudo hacer ahí por una cuestión de permisos y habilitación, entonces terminamos haciéndolo en la explanada del museo Macro”, dijo a La Cazadora Joakina, diseñadora gráfica e integrante de Yarará.
Yarará es una colectiva LGTBIQ+ conformada por artistas visuales, poetas, intelectuales, DJs, performers y diseñadores de la ciudad, que llevan adelante diferentes acciones artísticas y políticas disidentes, con el objetivo de visibilizar y poner en juego diferentes problemáticas, como género, las cuerpas y el espacio.
“A fines de 2022 fuimos convocades nuevamente por el museo, con la idea de poder empezar a programar y a producir el carnaval para este año. Estaba bueno, porque nos permitía organizarlo con bastante tiempo. Fueron ellos los que hicieron la propuesta, que aceptamos. Y todo parecía que venía bien hasta que finalmente, por ciertas quejas de los vecinos en torno a los picnics nocturnos que se estuvieron realizando y demás, tuvimos que pedir un nuevo permiso a la Municipalidad para realizar un evento cultural al aire libre”, relató la diseñadora. “Hace unos días desde el Macro nos comunicaron que no estábamos autorizados para hacerlo en la explanada del museo”, contó Joakina. Así, el anuncio parecía definitivo: este 2023 no iba a haber Carnaval Yarará. Sin habilitación, no había festejo.
Pero en el fin de semana, les Yarará empezaron a masticar el veneno. En redes sociales anunciaron “La Furia”, y la reivindicación política de que los espacios públicos son de y para todes. “Nos dicen que no pero igual apretamos el pomo”, fue la nueva consigna de este carnaval que ayer copó el parque Sunchales, sin permiso pero con convicción.
“Resolvimos hacer el carnaval igual en el Parque Sunchales, pero por fuera de los marcos institucionales. Sin la habilitación y sin el Macro como institución que avalaba el evento”, remarcó Joakina. “Nos daba mucha bronca no poder hacerlo a nivel grupal y también nos parecía que nuevamente estábamos condicionados por la no gestión de determinados espacios para que se pueda hacer”, agregó.
Así, La Furia de Yarará se vistió con esos trajes que confeccionaron especialmente para este carnaval y que parecía que iban a quedar en el closet hasta el año próximo. Y copó el Sunchales, sin la habilitación que intentaron conseguir durante meses por los caminos formales que propone la Municipalidad de Rosario, que cada vez limita más el uso de espacios públicos y expulsa a la cultura puertas adentro. Esto, en un marco en el que cada vez son menos los espacios culturales independientes que pueden sostenerse en Rosario, que sigue sin debatir una normativa de nocturnidad que no sólo habilite espacios respaldados por grandes empresarios.
Sin ir más lejos, en diciembre pasado el ciclo de poesía disidente Orgullosa Itinerante decidió poner fin a cinco años de llenar cultura LGTBIQ+ los parque y plazas de la ciudad, justamente por lo mismo: conseguir permisos para usar los espacios públicos, que volvemos a decir, no pertenecen a la intendencia sino a todes les rosarines, es una odisea.
De hecho, no es la primera vez que Yarará se enfrenta a la violencia estatal. Todos los años, después de la Marcha del Orgullo, la colectiva organizaba la fiesta post marcha, en pasaje Arenales. El evento simplemente ocurría: la gente iba copando esa callecita de barrio Refinería para bailar un rato más y reivindicar sus identidades. En 2021, por sugerencia de la Secretaría de Cultura, Yarará quiso seguir los caminos institucionales y gestionó un permiso municipal. La respuesta fue represiva: la Municipalidad envió inspectores de la Secretaría de Control y Convivencia y clausuró el estudio de arte que uno de los integrantes de Yarará tenía en su propia casa, en pasaje Arenales. Todo un cuadro de situación.
“Entendemos el momento súper complejo que está atravesando la ciudad en seguridad, pero la respuesta que hay desde el gobierno siempre es limitar o condicionar la presencia de la gente en las calles. Nosotros entendemos que también el habitar las calles y los espacios públicos, el recuperarlas y el hacer uso de ellas es también una forma de entender la ciudadanía y de la seguridad de otra manera. Qué lejos de guardarse, hay que salir hay que recuperar los territorios y hacerlos propios. El carnaval, justamente, es una fecha que plantea eso: el festejo, el permitir que todos los cuerpos tengan por lo menos un día de disfrute completamente libre y sin ningún tipo de condicionamiento”, enfatizó Joakina.
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