Mundo

Crimen de la activista carioca

La luchadora que sabía llorar

Hoy gran parte del Brasil negro y popular la llora y no hay consuelo para una pérdida que tocó al corazón de muchos.


Joven, negra o “pretina” –como se les llama a las negras en Brasil– moradora de una favela en el pasado y caminante presente en casi todas las barriadas pobres de Río de Janeiro; una mujer de principios y conocimientos que llevó al plano activo las acciones necesarias para que algo de su pensamiento afincado en la justicia y la equidad tuviera correlato con la contención de la violencia explícita que vive fundamentalmente Río de Janeiro, su ciudad y otras aledañas en el estado homónimo. Esa mujer, llamada Marielle Franco se parecía demasiado a muchas otras y a muchos otros de los jóvenes asesinados por las fuerzas de seguridad. Ahora está muerta, ejecutada con cuatro tiros en su cabeza mientras se desplazaba en un automóvil por las calles de Lapa. También su chofer cayó acribillado por tres disparos y una asesora fue alcanzada aunque salvó su vida de milagro. La masacre fue provocada desde otro vehículo que se puso a la par y que luego de la emboscada partió raudamente. La violencia en Brasil, y en particular en Río, se agudizó desde la asunción de Michel Temer, producida a través de lo que se conoce como un golpe blando, esa forma que aparece como la favorita de la derecha latinoamericana –con el visto bueno del imperio del norte– para destituir aquellos gobiernos contrarios a sus intereses. Esa mujer fuerte y combativa fue sin embargo una muchacha tímida y sensible en su intimidad, que se desarmaba apenas cruzaba la puerta de su casa y lloraba sobre el hombro de su pareja por lo demasiado injusto que había vivido ese día. Difícil de imaginar que dos facetas tan opuestas convivieran aunque probablemente sean parte de la misma sensibilidad, la que habla de que los únicos fuertes son los que pueden llorar.

Activismo al palo

Marielle era concejala, legitimada por los 40 mil votos que le permitieron acceder a una banca y que la ubicaron como la más votada en las últimas elecciones. Desde allí, la también socióloga se ocupó de institucionalizar cada vez más sus denuncias acerca de los crímenes cotidianos en las favelas, la mayoría cometidos por el Ejército, la Policía Militar y algunos grupos parapoliciales provenientes de los servicios de inteligencia de ambos estamentos. Todo el mundo en Río, y en otras zonas calientes de Brasil, sabe que esos crímenes son cometidos por esas fuerzas y que en parte, lo que se disputa es el control del tráfico de drogas en los centros de abastecimiento, la mayoría ubicados en las colinas de las favelas. Es decir, algunas organizaciones ya habían alertado de que la Policía Militar tenía interés en manejar una porción de los siderales movimientos de droga que allí ocurren. Marielle Franco conocía al detalle la violenta intromisión de las fuerzas de seguridad en las favelas, lo consideraba una cuestión crucial para ahondar la exclusión social, llevando a la práctica no ya el sometimiento a un estado de vida miserable sino decididamente la eliminación física de aquellos –sobre todo jóvenes– considerados descartables.

Sumando los muertos

Franco venía trabajando con otras activistas negras en la denuncia de esos crímenes. Lo habían hecho con el asesinato del joven Matheus Melo, baleado cuando salía de una iglesia en la comunidad de Acari, al norte de la capital fluminense. La misma Marielle lo había posteado en las redes haciendo explícito el mensaje: “Otro homicidio de un joven que puede entrar en la cuenta de la PM (Policía Militar). Pocos días antes, en otro posteo, la activista mencionó al 41° BPM –la división de la Policía Militar afectada a la “vigilancia” de las favelas– como el Batallón de la Muerte cuando hubo indicios de que había participado en el asesinato de una jovencita negra de 13 años llamada Eduarda un año antes. Allí Franco escribió: “Lo que ocurre en Acari sucede desde siempre! El 41° batallón de la PM es conocido como Batallón de la Muerte. ¡Basta de agredir a la población. Basta de matar a nuestros jóvenes!”. Desde su tribuna como legisladora, Franco denunció uno tras otro los crímenes contra la población indefensa. La filósofa y escritora carioca Marcia Tiburi, quien asesoraba a Franco en algunos temas, deslizó que los motivos de su asesinato no eran otros que las consecuentes denuncias de las atrocidades de la PM.  “El crimen es político. Marielle hizo denuncias que la volvieron una persona peligrosa para muchos. Ella está entre los indeseables para el sistema de opresión y privilegios. Su ejecución es un mensaje que los ejecutores dan a los activistas, a los luchadores. Se trata de un evidente silenciamiento. La voz de todas nosotras y la voz de las mujeres negras, de las favelas, de la comunidad que es masacrada por el racismo”, señaló.

Fuerza y fragilidad

Todos quienes la conocieron de manera más o menos íntima coinciden en que Marielle Franco era una luchadora de fierro, con inteligencia, mucho coraje y  un inusitado desprejuicio para situarse en el medio de los gravísimos conflictos sangrientos que hoy enlutan las favelas. Esa faceta tan potente de la militante contrastaba de manera manifiesta con su conducta privada, con su intimidad y la manera con la expresaba sus sentimientos. La arquitecta Monica Tereza Benicio era su compañera sentimental, con la que compartía techo desde hacía doce años. Luego del crimen de su pareja, Benicio hizo unas pocas declaraciones públicas. En una de ellas dijo que pensaban casarse en setiembre próximo y dio detalles del carácter de su pareja y de la convivencia en común. “Últimamente ella estaba feliz y despreocupada, nunca había mencionado amenazas de ningún tipo y creo que no sentía que estaba en riesgo. Ella era muy fuerte en la calle, en el concejo hablaba y gritaba intentando que todos escuchen sus denuncias. Yo bromeaba con que nos compensábamos entre su impulso y mi racionalidad pero de puertas adentro ella era una mujer súper frágil que lloraba por los conflictos y las situaciones que había vivido donde había una injusticia, o porque alguien había perdido su vivienda. Cuando entraba a casa parecía desarmarse completamente”, contó Benicio. Fuerza y fragilidad que Marielle supo llevar a su máxima expresión porque eso la conformaba como mujer luchadora.

Hoy gran parte del Brasil negro y popular la llora y no hay consuelo para una pérdida que tocó al corazón de muchos.