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Análisis

“La debilidad de los partidos no se puede atribuir a la boleta única”

La docente de la UNR Lourdes Lodi analizó el sistema electoral santafesino en comparación con la tradicional boleta sábana.


En una primera mirada, más allá de los problemas de gobernabilidad que generó en Santa Fe y de las ventajas que aportó a la fiscalización, el sistema de boleta única pareció fortalecer la idea de la política como fenómeno de instalación mediática, de personalización, que otorgaba un rol aún más secundario a los proyectos colectivos. ¿Es realmente así? La boleta sábana con la que terminamos de votar en las elecciones presidenciales, ¿va en el sentido contrario? ¿Fortalece los proyectos colectivos, al volver al tradicional arrastre entre las diferentes categorías?

Para ensayar algunas respuestas, El Ciudadano dialogó con Lourdes Lodi, docente de la Facultad de Ciencias Políticas, directora del Departamento de Análisis Político e integrante de la coordinación del Observatorio Electoral de la UNR.

—¿Puede tomarse como cierto que la boleta única ayuda al proceso de debilitamiento de los partidos políticos?

—No hay que atribuirle toda la debilidad de los partidos a la boleta única, sino que también, un poquito, al sistema de primarias, que obliga a las fuerzas políticas a dejar en evidencia sus disputas internas en la agenda pública; y, por otro lado, a la mediatización de la política y a la nueva forma de pensar las campañas electorales.

Hay que pensar cómo se plantea mediáticamente la campaña. Nadie dice “voy a votar al PRO o al FpV”. Se habla de Macri, de Scioli y de Massa. Es una campaña personalizada, donde ni siquiera se hace referencia a los partidos. Y la forma en que los medios de comunicación plantean las elecciones también habla de la personalización de la política. Los medios presentan una elección puramente ejecutiva, y se olvidan de contarle a la gente que también estamos renovando media Cámara de Diputados, por ejemplo.

—En las últimas elecciones nacionales volvimos a utilizar el sistema de boleta sábana, en el que retomamos el concepto de arrastre de una categoría a otra, en contraposición con la experiencia de Santa Fe, donde esto no ocurrió y hubo una fuerte dispersión del voto. ¿Qué es mejor?

—Yo veo como algo positivo, que ha mejorado la calidad de las campañas electorales, que el senador, el diputado o el concejal, ya no se atan al candidato a gobernador, y cada uno en su nivel tiene una disputa contra su contrincante. La calidad de las campañas mejoró en términos de que ya no alcanza con sacarse la foto con Reutemann, con Binner, con Perotti, sino que se trata de plantear a nivel local quién tiene la mejor propuesta.

La última campaña a intendente tuvo una riqueza que no había tenido en toda la historia de Rosario. En términos de que se tuvieron que posicionar cada uno de los candidatos para decir qué es lo que iban a hacer por la ciudad.

La boleta sábana tradicional, con la que votamos en la última elección, hacía que el ciudadano entrara a votar una sola categoría. Votaba a un Ejecutivo y todos los otros no los desmenuzaba, no los evaluaba, no los racionalizaba.

—Otra crítica que se hace a la boleta única es que favorece los personalismos.

—Con respecto a los personalismos, Scioli y Macri no vienen precisamente de la militancia universitaria, y participan de un sistema de boleta tradicional. Podemos pensar también en Reutemann, en Palito Ortega, en el Colorado Mac Allister en La Pampa, todos con boleta sábana. Por eso, no le atribuyamos a la boleta única santafesina el fenómeno Midachi (por Miguel Del Sel) o Anita Martínez, o (Alejandro) Grandinetti, cuando también tenemos al cocinero Martiniano Molina en Quilmes, a periodistas y otras figuras, que no se votan con boleta única precisamente.

La lógica de personalización, mediatización, o farandulización de la política responde a la forma en que hoy se hace política y cómo se comunica políticamente, y no sólo al sistema de votación,

Anita Martínez entra ahora (como diputada nacional) con el sistema de boleta partidaria, y sigue siendo Anita Martínez. Y Del Sel, aún con boleta única, no pudo lograr los resultados que esperaba.

—En definitiva, los partidos, se tienen que ayudar solos, no con el método electoral.

—Yo creo que no hay que achacarle al sistema las deficiencias de los partidos políticos, sino a la inversa. Toda la teoría de la ciencia política vinculada a sistemas electorales plantea cómo los sistemas electorales inciden sobre el sistema de partidos y sobre los resultados electorales. Y mi hipótesis es al revés: de cómo determinado sistema de partidos o culturas políticas tienen la distinción de un determinado sistema electoral.

Ciertas modalidades de votación responden a la voluntad de hacer un sistema más transparente, de hacer un sistema que vaya contra las lógicas de punteros, clientelares, de robos de boleta, de boletas clones, donde los que no tienen fiscales pierden contra las grandes estructuras con presencia en todo el país. Me parece que hay que darle un voto a favor de que estas opciones no son trajes a medida de los políticos de turno sino que responden a un espíritu donde están presentes demandas sociales, como ocurrió con la derogación de la ley de lemas.

“El voto expresa la indefinición que tienen los candidatos”

En relación a una de las constantes del sistema de boleta única santafesino, la dispersión del voto, Lodi dijo: “Esto de que una misma persona pueda votar a un Ejecutivo al socialismo, a una Cámara de Diputados provincial de la izquierda, a un intendenta radical, y a un concejal de la Coalición Cívica; ese Frankenstein que se genera también tiene que ver con que los partidos, entre ellos mismos, por momentos están en Unen, y después se pasan a Cambiemos; Massa, que era kirchnerista, hoy es otra cosa… Entonces, la sociedad no hace otra cosa que reproducir en su voto la propia desideologización que hay en términos de las figuras políticas, porque ni ellos mismos se pueden ubicar en el espectro izquierda-derecha; o en una cosa más progresista-conservadora. El voto también expresa la misma indefinición que tienen los candidatos, o la misma versatilidad que tienen ellos, con la lógica de alianzas. Porque hoy ya tampoco votamos al partido, sino a estructuras que son mezclas, a veces puramente electoralistas (Kirchner-Cobos o De la Rúa-Meijide). Venimos de una tradición donde el bipartidismo peronistas-radicales que caracterizó una época se dejó de lado. En definitiva, los partidos políticos son débiles porque un día firman un acuerdo y se presentan como Unen, donde van con Pino Solanas, y al día siguiente acuerdan con Macri. ¿Quién es el problema? ¿La gente o los dirigentes? Ese es un tema a incorporar en el debate”.

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