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La crisis económica que Kirchner heredó

La carrocera rosarina Dic, una de las 350 mil pymes que se perdieron en los 90.

En la década del 90 nuestro país se sumió en la más profunda crisis económica y social de la historia. En este período la desocupación afectó a más del 30 por ciento de la población activa. Y con ella prácticamente desapareció la industria nacional. Esto se dio con el gobierno liberal de Carlos Menem, que gobernó dos períodos consecutivos, donde la corrupción se generalizó en los tres poderes del Estado nacional y en representantes de los trabajadores.

Esta situación nos confirma lo abultado de la deuda externa que se generó: sólo en esta década fue de 84.019 millones de dólares. También se remataron casi todas las empresas públicas, que quedaron en manos del capital privado.

 

Con este fabuloso endeudamiento y con las ventas de empresas públicas se mantuvo la economía y la paz social en un ambiente de pobreza y desempleo creciente. El único sector industrial que mantuvo su producción fue el automotor.

 

La primera medida económica de Menem al asumir el poder fue abrir el mercado interno a la competencia mundial permitiendo el ingreso indiscriminado de productos de todo el mundo.

 

En esta situación el empresariado argentino se vio superado, apabullado por productos que fabricaba, pero que ingresaban al país con precios que le resultaba imposible competir.

 

Estos precios bajos se debían a muchas razones. Algunas de ellas es que los países exportadores desarrollados y subdesarrollados acumulaban basta experiencia en la fabricación a gran escala, lo que reducía considerablemente el costo del producto; los subsidios que otorgaban los respectivos gobiernos para incentivar las exportaciones; las tecnologías avanzadas que utilizaban países desarrollados; los sueldos míseros que pagaban a sus trabajadores (en países emergentes o subdesarrollados), donde el empresariado además, en su mayoría, no pagaba al Estado los aportes sociales de los empleados, que trabajaban en negro. Todos estos factores incidían en la reducción del costo del producto.

 

La inexperiencia del empresario argentino para competir con una producción a gran escala se vio superada en todo aspecto. Cabe destacar que en el gobierno de Raúl Alfonsín el mercado interno se mantuvo cerrado a la competencia internacional.

 

El gran error del gobierno peronista de ese entonces fue abrir el mercado interno de la noche a la mañana al mundo globalizado, y no le dio tiempo a la industria nacional de producir a gran escala, innovar, aumentar la productividad de sus empresas, capacitar a su personal para reducir costos y enfrentar la competencia internacional.

 

Pero lo que terminó de liquidar a la industria local, principalmente a las pymes, fue la política del dumping, utilizada por gobiernos exportadores desleales. Con este sistema, los industriales internacionales vendían sus productos por debajo de su costo real.

 

Con esta modalidad, ni prohibida ni protegida con una política antidumping (medidas de protección adoptadas por los Estados para proteger a su industria) por el gobierno de esa década, se terminó de liquidar al empresariado nacional.

 

Basta recordar algunos ejemplos que en las grandes ciudades proliferaron comercios que ofrecían bicicletas para niños de 3 a 6 años a 10 pesos o, lo que era igual en ese entonces, 10 dólares; y lapiceras de tipo fuente a 10 centavos.

 

Con estos precios, ¿qué industria nacional podía competir? Algunos economistas adeptos al gobierno de ese entonces decían que se estaba aplicando una economía social al permitir a la población consumir productos muy baratos. Pero eso se dio a costa del cierre de miles de empresas.

 

Debido a esta competencia desleal en la década del 90 desaparecieron más de 350 mil pymes y la desocupación rondó el 30 por ciento, según datos del Ministerio de Economía.

 

Esta fue la herencia que recibió unos años más tarde Néstor Kirchner cuando se hizo cargo de un Estado quebrado, endeudado y que se había declarado en default.

 

Con políticas nacionalistas, Kirchner reflotó la economía. Cerró la importación indiscriminada, impuso políticas antidumping en productos sensibles y, entre 2003 y 2005, se abrieron (y reabrieron) más de 153 mil pymes, que en su mayoría recibieron incentivos y subsidios para su constitución. Estas pequeñas y medianas empresas son los pilares del crecimiento actual. Además, se mantuvo (y aún se mantiene) el peso alto en relación con el dólar para incentivar las exportaciones.

 

En definitiva, Néstor Kirchner generó las condiciones necesarias para que el actual gobierno de su esposa, Cristina Fernández, profundice el modelo.

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