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La crisis de Grecia y las coincidencias

Por: María Iglesia

reflexiones

En las últimas semanas, la Argentina volvió a ser uno de los países más recordados y nombrados en Europa. No hay un boom turístico hacia el cono sur ni tampoco el anuncio de la oferta de la reapertura del canje llamó tanto la atención en el viejo continente como hubieran preferido desde el gobierno. En cambio, la posible entrada en default de Grecia llevó a más de uno a transportarse en el tiempo, a 2001, y transitar el camino que llevó a la Argentina a declarar el no pago de la deuda externa. “El gobierno argentino suspenderá el pago de la deuda externa argentina. Esto no significa el repudio de la deuda externa ni una actitud fundamentalista. Muy por el contrario, se trata del primer acto de gobierno, que tiene carácter racional para darle al tema de la deuda externa el tratamiento correcto”, sostuvo el entonces presidente, Adolfo Rodríguez Saá, a fines de 2001.

Hasta el momento, ni la Unión Europea ni el Fondo Monetario se muestran dispuestos a dejar a Grecia caer en default, que se concretaría el 19 de mayo, fecha en la que ese país debe desembolsar 9.000 millones de euros en bonos.  Es por eso que el estímulo que recibirá esa economía será un paquete de 110.000 millones de euros para tres años, para evitar que el efecto dominó haga caer también a Portugal y a España, dos países europeos cuyos “fundamentals” parecen seguir el camino helénico.

¿En qué se parecen entonces Grecia 2010 a la Argentina de 2001? A pesar de la distancia geográfica y en el tiempo, existen llamativas analogías. Por nombrar sólo algunas, el atraso cambiario, la pesada deuda con la que cargaban en cada momento ambos países y el cierre en las fuentes de financiamiento. De hecho, cuando Grecia está posiblemente a punto de “salvarse”, los problemas a los que se enfrentan son de de una magnitud mucho mayor a la Argentina. Por caso, en 2001 los porcentajes en relación al PBI del resultado fiscal, la deuda pública y el saldo de la cuenta corriente argentinos eran respectivamente -3 por ciento, 50 por ciento y -2 por ciento. Estas mismas relaciones para Grecia son hoy -13 por ciento, 120 por ciento y -10 por ciento, según recuerda el economista Federico Muñoz.

La explicación para entender por qué al país europeo se le permitió llegar a un porcentaje tan elevado de endeudamiento con el resto del mundo es que Grecia disfrutó de las ventajas de su ingreso al club del euro (básicamente, su riesgo país cayó a cero) pero sin pagar el costo de la membresía (la disciplina fiscal reclamada por Maastricht). Esta membresía, además de ser la principal diferencia de la situación argentina, es la única esperanza para salir más o menos airosos de la crisis. “A Europa le saldría  muy caro un eventual colapso griego por el alto riesgo de contagio a otros países del continente fuertemente endeudados y por la importante exposición de la banca europea al riesgo soberano de Grecia”, sostiene un informe de Federico Muñoz y Asociados.

Sin embargo, los problemas que atraviesa la economía griega difícilmente se solucionen sólo con un rescate que logre prolongar la agonía, tal como lo hizo el “blindaje” argentino de 2000. Economistas que son referentes a nivel mundial, tal como el Premio Nobel Paul Krugman, sostienen que será necesario una deflación de costos (para recuperar así la competitividad, ya que no pueden devaluar por estar atados al euro) y, además, un ajuste fiscal, con una fuerte reducción del gasto público. Nuevamente las recetas ortodoxas se impondrían sobre las heterodoxas, que tampoco aseguran evitar caer en default. Argentina lo intentó, sin éxito, entre 1998 y 2001. El resultado se vio a fines de ese año: fotos en las memorias de los argentinos difíciles de olvidar.

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