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¿Por qué debemos trabajar?

Por: Rabino Shlomó Tawil

A propósito del día 1º de Mayo, sería bueno analizar la virtud del trabajar, actividad que los sabios judíos describen como esencial en nuestra existencia.

Uno trabaja duro para pagar las cuentas, para proveer para la familia, y para disfrutar de las comodidades de la vida. ¿Pero nos hemos parado a considerar el significado más profundo de todo este trabajo? Y cuando el trabajo está hecho al fin, ¿podemos decir honestamente que nos sentimos felices? ¿Por qué sucede que cuando estamos de vacaciones, de pronto sentimos la nostalgia de volver al mundo del trabajo y la producción?

La mayoría reconocemos el hecho de que necesitamos trabajar, y aun así vivimos quejándonos de la carga que eso implica. ¿Es nuestro destino, o podemos lograr algún equilibrio? Más importante, ¿podemos encontrar un sentido más profundo a esta necesidad de ser productivos sin ser abrumados por la necesidad misma?

Miremos de más cerca el trabajo y la productividad. Todos en alguna ocasión nos preguntamos: ¿Con qué fin estoy aquí? ¿Qué debo hacer para lograr la felicidad y la perfección? ¿Debo aspirar a tener la vida más fácil y cómoda posible, o debo esforzarme por una vida de trabajo y logros?

El impulso por trabajar y lograr es parte integral de la vida humana. Como dicen los sabios, “Toda persona fue creada para trabajar”. Una persona no puede darse por satisfecha si no es productiva. La naturaleza humana detesta recibir algo a cambio de nada; los sabios lo describen como: “pan de la vergüenza”. Recuerden esto: fuimos creados para transformar este mundo material en un sitio más refinado y para introducir en él una dimensión más alta: Divinidad. Así que mientras que el objetivo máximo de nuestro trabajo puede ser el crecimiento espiritual, el hecho de que Di-s nos haya puesto en un mundo material significa que llegamos a ese plano espiritual a través de la labor física.

Pero si fuimos creados para trabajar, ¿por qué deseamos tanto las vacaciones y el descanso y que llegue un feriado como por ejemplo este? Porque el hombre está compuesto de dos dimensiones, el cuerpo y el alma. El cuerpo, por su naturaleza, se cansa, y necesita el reposo. El alma, en cambio, nunca se cansa; es el alma vibrante la que nos empuja al trabajo aun cuando el cuerpo preferiría languidecer y ser cuidado por otro.

Un noble que disfrutaba de la estética de la vida contrató a un campesino para que se instalara dentro de su castillo y fuera y viniera con un pico en la mano, como lo haría en el campo. El noble obtenía un gran placer de contemplar la simple elegancia de los movimientos del campesino, y pagaba bien a éste por su “trabajo”. Sin embargo, después de entretener al noble durante varios días, el campesino se negó a continuar. “Pero yo te pago generosamente”, dijo el noble sorprendido, “muchas veces más de lo que podrías ganar trabajando en el campo. Y no tienes que esforzarte tanto.”

“Usted no parece comprender”, respondió el campesino. “No puedo seguir haciendo algo, aunque no me cueste ningún esfuerzo, que no produzca. Prefiero trabajar mucho más duro y ser productivo que recibir una buena paga y hacer algo que no da frutos.”

¿Por qué creó Di-s al hombre de tal modo que su satisfacción dependiera del trabajo? ¿No Le estaríamos más agradecidos si recibiésemos todo lo que necesitamos sin ningún esfuerzo?

La respuesta es que mediante el trabajo, un ser humano se vuelve un dador, un contribuyente con la vida. Creando al hombre de modo que su placer mayor se derivara de sus propios esfuerzos, Di-s le dio el mayor don de todos: la capacidad de volverse Divino, socio igualitario en la creación y desarrollo del universo.

De modo que el trabajo no es algo que sólo hacemos para ganar el dinero con el que rodeamos de comodidades materiales; el trabajo es la expresión natural de la vida humana. El trabajo no es una carga que debe ser llevada con pena, sino la fibra misma de lo que somos y de cómo contribuimos a la vida. Debemos reconocer y sacar ventaja de esta tendencia innata tan preciosa, y usarla de un modo productivo y divino.

No importa cuánto hayamos logrado, podemos y debemos superar nuestros logros previos. Hay, por supuesto, marcadas diferencias entre cada fase de la vida humana, pero debemos ser productivos a lo largo de todas ellas. Un niño, sin la carga de tener que ganarse la vida, debe ser productivo a través de la educación, el estudio, y el crecimiento emocional, en sus años de formación; lo mismo puede decirse de una persona mayor que ya no necesita ganarse la vida día a día. Hasta una vacación debería ser una pausa sólo del trabajo físico, no una vacación del crecimiento personal y espiritual.

Todos hemos nacido con tremendos recursos y capacidades inestimables; una parte de ser productivo es descubrir estas fuerzas. Cuando nos aplicamos por entero, logramos mucho más de lo que esperábamos. Como dicen los sabios, “Si alguien te dice ‘Me he esforzado pero no he hallado’, no le creas; si dice ‘No me he esforzado pero he hallado’, no le creas; pero si dice ‘Me he esforzado y he hallado’, créele”.

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