Mundo Laboral

La clase trabajadora no se rinde

Cuando comenzamos a hablar del suplemento para el 1° de Mayo de este año, los periodistas que estábamos a cargo de la coordinación y el armado nos miramos y casi sin palabras entendimos que 2019 iba a ser uno de los peores años para la historia del movimiento obrero en el país.


Cuando comenzamos a hablar del suplemento para el 1° de Mayo de este año, los periodistas que estábamos a cargo de la coordinación y el armado nos miramos y casi sin palabras entendimos que 2019 iba a ser uno de los peores años para la historia del movimiento obrero en el país y, claro, para la sociedad en general. Hubo otros, es cierto, pero buena parte de esos tiempos fueron atravesados por luchas y movilizaciones que hicieron tambalear –sino voltear directamente– al gobierno de turno, léase dictaduras cívico-eclesiástico-militar de distinto pelaje –porque entendemos que esos dos primeros sectores planificaron y acompañaron en su gestión a los militares que usurparon el poder, es decir, a su brazo armado– y en algunos de esos momentos hasta la misma CGT –de los Argentinos, por ejemplo– se paró al frente de los conflictos poniendo de manifiesto que el sentido de la lucha era la recuperación de derechos y una vida digna como ejes determinantes de otras reivindicaciones.

En la actualidad, tras tres años y medio de gobierno salvajemente neoliberal, el panorama se presenta diferente. La central sindical más grande del país, que manejan los llamados Gordos, ha brillado por su ausencia o retaceado su participación en cuanta manifestación de reclamo hubo –evidenciando cuáles son los intereses que los mueven– y si no fuera por la CTA, reunidas ahora sus dos vertientes, el malestar obrero, acicateado por paritarias absurdas, despidos masivos, cierres sistemáticos de empresas, no hubiera podido levantar su voz y hacer conocer su inconformismo.

Hay, desde ya, otro estado de cosas en este 2019 que sería motivo de un análisis más profundo donde tallarían otros factores, hasta culturales y filosóficos, respecto a cierta inercia que campea en todo el arco social, incluso en lo que supone la participación en las protestas de sectores estudiantiles e intelectuales. Así y todo, nuevas organizaciones sucedáneas fueron surgiendo últimamente con distintos grados de participación en la puja del movimiento obrero organizado y el gobierno nacional, algunas de fuerte inserción local como el Movimiento Sindical Rosarino (MSR) y el Movimiento Obrero Santafesino (MOS) que vienen dejando huella y en no pocas oportunidades han reclamado la huelga general. Cuestiones de las que se podía dar cuenta en lo particular pero que al mismo tiempo quedaban bajo la órbita de una más general, uno de cuyos epicentros tuvo como escenario a Rosario. En este mayo que comenzamos a transitar se cumplen 50 años del llamado Rosariazo –técnicamente debería hablarse de dos Rosariazos– que ocurrió en mayo y setiembre de 1969 y puso de relieve un momento histórico-político con un peso específico superlativo en la épica de la lucha obrero-estudiantil. Y en un suplemento del 1° de Mayo el tema se imponía por su propio carácter, porque Rosario protagonizó uno de los procesos más ricos e intensos de la lucha antidictatorial que, en esos años, se libraba en todo el país.

La unidad en la calle de los obreros y estudiantes rosarinos fue fruto de una maduración lenta y obstinada sobre una resistencia que, a partir de los dos Rosariazos, tendría nuevas formas organizativas y contenidos políticos superadores. Sin embargo desistimos de tratar solamente los sucesos de ese tiempo y a sus protagonistas sino que trabajamos materiales que los incluyen y al mismo tiempo tienen un anclaje directo en las diversas problemáticas de las y los trabajadores, sobre todo en este momento candente de un país que va camino a hundirse por las nefastas políticas oficiales que sumen en la miseria a amplias porciones sociales.

Esa fue la motivación y el espíritu de los textos que componen el suplemento, escritos por implicados directos en la cuestión obrera y sindical y por aquellos que desde el conocimiento científico –y considerándose a la vez trabajadores– amplían las posibilidades de abordar el fenómeno de la clase trabajadora como motor fundamental de la dinámica social. Dimos también lugar a textos que refrendan el Protocolo contra la Violencia de Género surgido en el seno de la CTA, central pionera en la obtención de un documento de estas características y un análisis de la participación femenina en el mercado laboral. Por supuesto, no se descuidan las alusiones a ese inicial 1° de Mayo, en el que el asesinato de obreros que luchaban por las ocho horas –a fines del siglo XIX, donde trabajaban hasta 18 horas– tiñó de rojo y luto a los trabajadores del mundo y dio el verdadero sentido a la conmemoración: el de la lucha que nunca se detiene para conquistar el lugar que les corresponde –trabajar para vivir– en un orden capitalista que les impone una sola forma, la de vivir para trabajar.

Buena parte de la clase trabajadora argentina hizo carne esta idea de libertad para decidir y por eso lucha, y aunque fue derrotada en varias oportunidades, se sabe parte de una causa invencible, y por eso no se rinde y busca alcanzar un país inclusivo e integrador, de absoluta justicia social y soberano para dirigir su destino. Los trabajadores de la cooperativa La Cigarra, que producen el diario El Ciudadano tienen esos mismos objetivos.

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