La Cazadora

Separación en origen

Jackie Flores: cartonera, ambientalista y militante

"Vamos a poder arrebatar de la violencia estructural a las mujeres de la economía popular con independencia económica", dijo a La Cazadora la impulsora de la ley de Basura Cero y del programa de Promotoras Ambientales en CABA. El feminismo popular y el trabajo como ordenador de la vida


Ambientalista, trabajadora de la economía popular, mujer cartonera, sindicalista, feminista popular, militante social. En diferentes exposiciones públicas, Jackie Flores da cuenta de múltiples identidades, y puede justificar cada una de ellas. Tiene 52 años, es referente nacional de Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), secretaria de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (Faccyr) y coordinadora nacional del Programa Promotoras Ambientales. Se construyó a sí misma trabajando y militando en la calle, en Buenos Aires, y entiende que la separación en origen de los deshechos es el punto de partida para generar un sistema de recolección de residuos con inclusión social que apunte al cuidado del ambiente y a mejorar las condiciones de trabajo de las y los cartoneros. “La batalla cultural es que esta tarea sea reconocida y que toda la ciudadanía se haga cargo de los desechos que produce. Somos el puente a la conciencia”, dijo Flores a La Cazadora.

“Cuando me defino como mujer cartonera, tiene que ver con mi recorrido en las calles de la Ciudad de Buenos Aires (CABA) llevando la acción de cartonear. Cuando digo feminista, tiene que ver con este desandar propio que me permití: el feminismo tiene una trayectoria en nuestro país, pero no estaba cercano a mujeres como yo, humildes. Desandarme en el feminismo potenció todo lo que venía construyendo. Cuando me autopercibo ambientalista, tiene que ver con el despertar de un recorrido propio en defensa del sector, entendiendo que no solamente somos un actor esencial en cuanto al recupero del material, sino por la calidad del trabajo que llevamos adelante para evitar el colapso del Ceamse (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado, empresa pública que gestiona los residuos en el Área Metropolitana de Buenos Aires). Cuando digo sindicalista, es porque me tocó ser la primera mujer dentro de la primera camada fundadora de la Ctep (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular)”, desarrolla.

“Dándome el tiempo, soy todas esas mujeres y creo que lo que las unifica es haber tenido la posibilidad de ver lo que había más allá del pino”, sintetiza Flores, que tiene 52 años. La primera vez que cartoneó fue en Ciudad de Buenos Aires, cuando tenía 22. Pero su trabajo en la calle había empezado, por lo menos, doce años antes, siendo una niña y vendedora ambulante en trenes o en esquinas con semáforos: vendía medias, sahumerios, corpiños, papel de regalo, entre otras cosas. Nunca tuvo un trabajo formal.

Hoy, Flores es referenta nacional del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), secretaria de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (Faccyr) y coordinadora nacional del Programa Promotoras Ambientales. Además, es madre de cuatro hijos de 31, 29, 26 y 24 años.

Reciclaje y promotoras ambientales

En su recorrido como militante ambientalista y trabajadora cartonera hay algunos puntos de inflexión. El primero se dio en 2005, con la aprobación de la ley de Gestión de los Residuos Urbanos, conocida en ciudad de Buenos Aires como ley de Basura Cero. El objetivo fue reducir la cantidad de basura que se entierra en rellenos sanitarios de forma progresiva y a través del reciclado. Pero desde entonces, organizaciones sociales y no gubernamentales denuncian que el Gobierno de la Ciudad no aplica la ley de manera correcta e incumple las metas propuestas.

Otro punto de inflexión fue en 2013, cuando se creó el programa de Promotoras Ambientales en CABA. Se trata de un circuito circular donde las mujeres cumplen un papel muy importante en una cadena colaborativa de trabajo junto con sus compañeros varones. Se trabaja con los Estados locales. “Vi viable que la sociedad supiera mucho más de nosotras, de nosotros, y de lo que llevamos adelante: un sistema de reciclado que da calidad de vida. A partir de hacer la correcta separación en origen, entra el mundo cartonero en este circuito que proponemos”, explica Flores.

A priori, es un trabajo donde la comunicación tiene un rol fundamental. Las promotoras ambientales hacen visitas puerta a puerta en barrios mapeados previamente y les cuentan a los vecinos quiénes son. Les hablan del rol que cumplen los cartoneros en el sistema de recolección de residuos y su reciclado, de cuáles son las cooperativas cartoneras que hacen ese trabajo y qué significó para ellos la ley de Basura Cero. La sanción de esa normativa en CABA es el momento en que, consideran, se logró el primer reconocimiento a su trabajo. “¡Hay tanto que no se sabe del mundo cartonero!”, plantea Flores.

Lo que sigue, si los vecinos aceptan, es enseñarles la correcta separación en origen de los residuos, donde se discriminan los que pueden ser reciclables (plástico, cartón, papel, aluminio, vidrio, entre otros) de los que no. Es importante que los materiales separados estén limpios y secos. Desde esta perspectiva, se entiende que es en los domicilios donde se genera gran parte de los residuos de una ciudad. Se trata de que en cada hogar se identifiquen los hábitos y consumos, y qué de todo esto puede ser reutilizable.

Luego de enseñar cómo separar se establece un acuerdo con los vecinos: el día y horario en que un cartonero, a quien se les presenta previamente, retirará los residuos reciclables. “Estratégicamente las promotoras ambientales somos mujeres, porque socialmente si una mujer te va a tocar el timbre a las siete de la tarde vos no llamás a la policía. Ahora, si a esa misma hora toca el timbre un compañero mío, tenés dos patrulleros ahí. Eso es real. Entonces, presentar a la economía popular estratégicamente fue a partir de la opción de la promoción ambiental. Además, generamos trabajo para la mujer de la economía popular y, posteriormente, damos la discusión de qué se sabe en cada lugar en cuanto al manejo del Estado, si está ausente o no, y cómo lo canaliza”.

Flores plantea que con su propuesta de Promotoras Ambientales intentó generar una opción más para las mujeres en el universo de cartoneros. “Es muy hostil la calle y tenés que tener mucha fuerza. Por ejemplo: hacer los fardos, conlleva mucha fuerza. Y no todas las mujeres podemos”, explica. A las dificultades físicas de enfardar o llevar los carros, se suman las conocidas tareas de cuidado que suelen quedar en sus manos: cuidado de hijos u otros familiares, limpieza y mantenimiento del hogar.

Se conforma entonces una cadena colaborativa donde las mujeres puede elegir ocupar un nuevo rol, en donde siguen acompañando a sus demás compañeros varones, además de mejorar sus condiciones de trabajo, visibilizar su existencia y la importancia de su tarea en el cuidado ambiental, que tiene beneficios para toda la sociedad. Además, les permite reducir horas de trabajo en la calle para pasar más tiempo en sus casas. “Generamos una opción y ellas eligen”, sintetiza Flores.

“Y con lo económico viene el cambio de vida. Yo entiendo este programa como entiendo al feminismo popular: no desde la verdad absoluta sino desde la propia experiencia. Estoy convencida de que vamos a poder arrebatar de la violencia estructural a las mujeres de la economía popular con independencia económica”, afirma.

Rosario: prueba piloto

Ya hay, por lo menos, 500 promotoras en todo país: en numerosas localidades de provincia de Buenos Aires como La Plata, Pergamino, San Nicolás, San Pedro; también en Trelew, Santiago del Estero, Córdoba y Catamarca.

En Rosario, desde 2019 se está llevando adelante una prueba piloto a partir de una ordenanza impulsada en 2017 por la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (Faccyr) y el MTE, junto con Taller Ecologista y el Grupo Obispo Angelelli y sancionada por el Concejo. Involucra a diez trabajadores cartoneros, con carrito y bolsones, y cinco promotoras ambientales en barrio Industrial, zona norte. Son dos etapas y aún se encuentran en la primera: timbreo, enseñanza de la separación en origen, establecimiento del vínculo entre vecino y cartonero. Están a la espera de la segunda etapa: una planta de reciclaje en manos de los trabajadores cartoneros.

Julieta Castello, militante del MTE Rosario que acompaña la prueba piloto, expresa: “La promotora ambiental es la cara visible del cartonero. Hay un vínculo fragmentado, perdido, con los vecinos. El tema está en la entrega en mano (de los residuos), eso cambia mucho el bolsillo del cartonero. Queremos condiciones dignas de trabajo, condiciones para los días de lluvia y para los que tienen que salir con sus hijos. Necesitamos regularizar estas cuestiones porque cambia la calidad de vida de nuestros compañeros y repercute directamente en sus bolsillos. No es lo mismo juntar el día a día que juntar de forma colectiva: es más cantidad y la venta es mucho más grande porque se vende a la industria”.

Hasta antes de la pandemia, calcula que unas tres mil personas en Rosario se dedicaban a tareas de cartoneo. Pero en su organización suponen que ese número aumentó considerablemente en el último año y medio. A nivel nacional, la Faccyr estima que hay más de 150 mil recolectores.

La gran batalla cultural

La Faccyr y el MTE se crearon durante la crisis social, política y económica de 2001 como una manera de generar algún ingreso. Ante las políticas de exclusión a las que están sometidos, inventan sus propios sustentos. Su agrupamiento fue una manera de visibilizar su tarea como recuperadores urbanos, defender sus derechos como trabajadores y su rol en el cuidado ambiental.

Gestionar un sistema de recolección de residuos con inclusión social significa, también, que nadie más tenga que revolver un contenedor de basura para generar un ingreso. Acción que, además, cumple una función social que beneficia a toda la comunidad. La batalla cultural, como define Flores, es que esta tarea sea reconocida y que toda la ciudadanía también se haga cargo de los desechos que produce. “Somos el puente a la conciencia. Despertar conciencia es la gran batalla cultural, porque estamos tan metidos en que tenemos que consumir para ser felices que después no nos hacemos cargo de eso”.

La dirigente del MTE resalta, a su vez, el conocimiento sobre el cuidado del ecosistema, o el cuidado de la casa común, como le llama, de las y los cartoneros. Sostiene pueden hablar de mucho más que del cartón: pueden dar cuenta de su amor por el medioambiente así como de los problemas que trae el extractivismo y la cosecha de soja en el país.

“El cuidado de la casa común tiene que ver con volver a retomar los valores humanos, porque ya a esta altura no me da lo mismo que un compañero o una compañera genere su trabajo del descarte de alguien, cuando ya hay bastante conciencia, estamos en 2021. Es entender lo que significa discutir leyes que realmente estén enfocadas en los sectores que corresponden, porque muchas veces tenemos leyes que quedan obsoletas”.

“Mis compañeras y yo nacimos para evitar que se genere la basura, la famosa bolsa de basura que lo único que hace es darle ganancia al capital. Me salió una frase peronista. Si yo te empiezo a separar esos materiales secos, te vas a dar cuenta que es muy necesario que se vote la ley de Envases con Inclusión Social, porque son muchos los que ganan de la costilla del trabajo gratis que hace el mundo cartonero. Ahí es donde convive con lo social: hay una problemática ambiental pero también hay una problemática social. No se pueden naturalizar los basurales a cielo abierto en la República Argentina”, plantea. Según números oficiales, en el país hay por lo menos cinco mil basurales a cielo abierto. Se trata de uno de los mayores focos de contaminación ambiental y son potencialmente peligrosos para la salud.

En julio de este año se presentó al Congreso nacional un proyecto de ley de Envases con Inclusión Social. Según el texto, en Argentina se producen 927 mil toneladas de envases plásticos al año, de los cuales el 26 por ciento se recicla y el resto termina en rellenos sanitarios o en los basurales a cielo abierto. La ley intenta frenar la tendencia de las empresas de utilizar envases no reutilizables y reconoce el trabajo de las y los cartoneros.

Feminismo popular

Para Flores, la propuesta de un programa de Promotoras Ambientales fue el inicio en su camino por el feminismo popular. Cuenta que el feminismo que ella conoció a través de los medios, sobre todo por televisión, era “el que otras llevaban adelante” y que nunca se acercaron a ella.

“Hay una diferencia que tiene que ver con la mayoría de las demandas del feminismo, con la potestad de sus cuerpos y sus libertades. Nosotras somos trabajadoras de la economía popular, en la cual no tenemos derechos garantizados. Entonces hay una distancia enorme. No es que estoy en contra, ni mucho menos. Al contrario, el feminismo me enseñó a poder posicionarme desde lo popular”, postula.

Y sigue: “Pero también el feminismo interpretaba lo que significaba lo popular, nos incluían en el discurso pero no en la acción concreta. Y la gran diferencia es que el feminismo puede demandar derechos laborales, libertades, puede proponer una ley de aborto legal en Argentina, pero el feminismo popular tiene que seguir discutiendo en la actualidad el plato de comida y el derecho al reconocimiento al trabajo”.

Además, se distanció de los discursos que proclaman el ateísmo o la separación de la Iglesia del Estado y planteó: “El feminismo popular está muy atravesado por la fe, por diferentes acciones de fe, que a veces el feminismo no contempla. Hay demandas que todavía el feminismo popular no comprende y es porque mis compañeras no tienen tiempo para eso todavía. Lo que evitamos diciendo «feminismo popular» es que nos lleve puesta toda esa construcción”.

Así, ejemplificó un efecto concreto de la puesta en práctica del programa de Promotoras Ambientales: “Me pude bajar de doce horas de trabajo. Eso significaba mucho, porque después están las tareas del hogar, de cuidado. Yo soy mamá y esto me permitió bajarme cuatro horas de trabajo. Y el trabajo ordena la vida de todas”.

“Después, discutir el feminismo popular con la violencia estructural, es otra cosa”, advierte. Para esta dirigenta, muchas veces los debates feministas omiten experiencias, quizás “porque no se animan a discutir”, como insinúa. Entonces, plantea algo que cree que genera ciertas incomodidades escuchar: “Mis compañeros varones, también vienen violentados por un Estado ausente, conjuntamente con nosotras. Si el feminismo se nos presenta como muerte al macho, es muy fuerte también. Yo digo: Pará, si yo con mis compañeros vengo construyendo, laburamos juntos. Son los tiempos que muchas veces no se respetan. La realidad es que yo, como mujer de la economía popular, arrebaté derechos pero fue a partir de organizarme, y mis compañeros varones también”.

Y al mismo tiempo, en segunda instancia, comparte que dentro de su sector se establecieron protocolos contra las violencias machistas porque “construyendo el feminismo popular se va ampliando ese horizonte de pensar qué organización queremos, cómo librarnos del machirulaje, como se dice, cómo expulsamos la cuestión del patriarcado dentro de nuestra propia organización”.

“¿Qué necesitan las compañeras?”, se pregunta Flores, e invita a que desde otras ramas de la militancia se ejercite más la escucha: “Muchas veces también el feminismo se equivocó en venir a pensar lo que necesitan las compañeras en los barrios populares. Yo en un momento dije: «Momentito, ¿la idea no sería venir a pensar con nosotras?». Nuestro feminismo popular tiene demandas específicas que se pueden unificar dentro del feminismo. ¿Cuáles son las particularidades que nos unen?”.

En este sentido remarca el surgimiento del Ni Una Menos en 2015 como propuesta a toda la sociedad a repensar sus prácticas, sus discursos; y agrega que lo que unifica a los feminismos es el trabajo. “El trabajo es ordenador de la vida”, repite.

“Yo cuando conozco compañeras, las conozco en basurales a cielo abierto. Y a esto se le tiene que prestar atención. Tengo compañeras que todavía no saben que tienen derechos, mucho menos cómo defenderlos. Entonces, de esto se trata cuando convidamos el feminismo respetando los tiempos. O al menos yo lo concibo, lo construyo y lo camino así”.

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