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Consulado Honorario de Polonia

Inauguran una muestra por el 75º Aniversario de la Insurrección de Varsovia

Se trata de un recorrido fotográfico a través de los acontecimientos que dieron origen a la mayor insurrección armada contra el ejército nazi invasor. Abre este viernes a las 19.30, en el CMD Centro "Antonio Berni", Av. Wheelwright 1486 y se puede visitar de lunes a viernes de 8 a 13.30


El Consulado Honorario de Polonia en Rosario, con el auspicio de la Embajada de Polonia en Buenos Aires y la Municipalidad de Rosario, presenta una muestra por el 75º Aniversario de la Insurrección de Varsovia, que se inició el 1º de agosto de 1944 y duró 63 días. La apertura de la exposición será lugar este viernes 6 de septiembre, a las 19.30, en el CMD Centro “Antonio Berni”, Av. Wheelwright 1486.

La muestra, preparada por María Irene Moszoro, asistente del Cónsul Honorario de Polonia en Rosario, Bartolomé Moszoro, consiste en un recorrido fotográfico a través de los acontecimientos que dieron origen a la mayor insurrección armada contra el ejército nazi invasor, el destino trágico de una ciudad abandonada a su suerte por los Aliados, la reconstrucción del Casco Histórico – declarado en 1980 Patrimonio de la Humanidad – y el resurgimiento de Varsovia como una de las principales capitales europeas.

La exposición se podrá visitar durante todo septiembre, de lunes a viernes de 8.00 a 13.30 con entrada libre y gratuita.

 

Un poco de historia

 

La mayor tragedia de la historia de Polonia fue la Segunda Guerra Mundial, siendo el país ocupado que sufrió mayores pérdidas y devastaciones.

Algunos datos que ilustran parte de los daños y sufrimientos causados a Polonia por los alemanes y los soviéticos:

  • En 1939 Polonia tenía 32,3 millones de habitantes, en 1946 tan sólo 23,6 millones. O sea, su población se redujo en 8,7 millones de personas, un 27%.
  • Se perdieron más de 6.000.000 vidas polacas, de ellas se estima que:
  • 600.000 murieron en combate y operaciones militares
  • 4.000.000 fueron asesinados o masacrados por los ocupantes
  • 1.000.000 fallecieron en cárceles y campos de trabajo
  • Durante la guerra, los ocupantes exterminaron el 70% de la élite intelectual
  • El 1º de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia sin declaración previa de guerra, comenzando desde el inicio con todo tipo de crueldades y crímenes. Mientras Polonia luchaba sola, todavía sin la ayuda de sus aliados Inglaterra y Francia, el 17 de septiembre fue agredida por la Unión Soviética. Ambos invasores se repartieron el territorio del país subyugado sobre la base del pacto secreto firmado entre los dos en agosto de 1939 por sus ministros Ribbentrop y Molotov. La Gestapo y la NKWD (policía secreta rusa) entablaban una estrecha colaboración.

Bajo la ocupación alemana la suerte de los polacos fue terrible. Nadie escapaba a las persecuciones y al exterminio. Se puso en marcha un programa que intentaba convertir a los polacos en una nación de obreros-esclavos. A pesar de todo ello, casi inmediatamente después de la derrota de septiembre de 1939, empezó la resistencia y se formaron los primeros destacamentos clandestinos del Ejército del Interior (en polaco Armia Krajowa – AK) que emprendieron operaciones de propaganda, inteligencia y sabotaje. El Ejército del Interior llegó a ser el más numeroso existente en toda la Europa ocupada, con unos 400 mil combatientes. Cabe señalar que Polonia fue – además – el único estado ocupado dónde los nazis jamás pudieron crear un gobierno local colaboracionista.

En el Este, en octubre de 1939, en un clima similar de terror, en los territorios polacos anexados por la URSS (200.000 km cuadrados con 13,5 millones de habitantes) tuvieron lugar unas seudo “elecciones”, que sancionaron la incorporación de esas tierras a la Unión Soviética. En el curso de 21 meses de ocupación soviética fue exterminada la élite dirigente, un millón y medio de polacos fueron deportados a los gulags, donde murieron masivamente. En la primavera de 1940, en Katyn y zonas cercanas fueron asesinados más de 20 mil oficiales del ejército polaco, teóricamente protegidos por la Convención de Ginebra. En total, con todos los soldados cautivos, sumaban 43 mil personas. Hoy se siguen descubriendo nuevas fosas con sus restos y se siguen levantando cementerios para las víctimas del holocausto polaco en las lejanas tierras de Rusia.

Cuando Alemania atacó a la Unión Soviética en 1941, el Este de Polonia, devastado ya por los rusos, fue invadido por los alemanes. En la región sudeste los nacionalistas ucranianos, instigados por los nazis, cometieron atroces asesinatos masivos de la población civil polaca campesina. La unidad ucraniana “Galicien SS” ejecutó, fusilando, a los profesores universitarios de Lwów (Lviv, hoy Ucrania). Por su parte los alemanes comenzaban con el exterminio de judíos en las cámaras de gas de los campos de concentración.

Desde el comienzo hasta el final de la guerra los polacos lucharon en muchos frentes. Primero defendieron Francia. En el otoño de 1940, las fuerzas aéreas polacas con su legendario escuadrón 303 contribuyeron enormemente a la victoria en la batalla aérea de Inglaterra.

Protegieron los convoyes a Murmansk, patrullaron los mares, participaron en muchas operaciones, como parte del Primer Cuerpo de Ejército bajo el mando del General Maczek. El Segundo Cuerpo de Ejército formado por el General Anders con los prisioneros liberados por Stalin, luchó en la batalla de Tobruk, en África, enfrentando al famoso general alemán Rommel. Continuaron con la heroica toma de Monte Cassino en Italia y participaron en la liberación de regiones de la costa Adriática. El Primer Cuerpo del General Maczek tomó parte en esta fase de la guerra en el gran desembarco de Normandía, en la liberación de Francia, Bélgica y Holanda.

Desde el Este europeo avanzaba también otro ejército polaco. Algunos prisioneros sobrevivientes de los terribles gulags siberianos, que no alcanzaron a llegar al lugar donde se formaba el Segundo Cuerpo, se pusieron el uniforme polaco para luchar contra los alemanes, junto al Ejército Rojo y bajo su mando. En las numerosas batallas demostraron heroísmo y abnegación. Desangrados llegaron a Alemania hasta el centro de Berlín enarbolando la bandera polaca en el mismo Reichstag. Pero, simultáneamente, las unidades del Ejército del Interior (AK), que ahora colaboraban con las tropas soviéticas “aliadas” eran cada vez con más frecuencia y de un modo astuto, aprisionadas y liquidadas o deportadas a Siberia.

En la conferencia de Yalta (febrero de 1945) Stalin, Roosevelt y Churchill decidieron entregar una parte de Polonia a la Unión Soviética. Pero además la entregaron al yugo del marxismo soviético. En la siguiente década los polacos pudieron reconstruir su país devastado, pero las persecuciones y los asesinatos del nuevo régimen impuesto por la Unión Soviética no cesaron hasta el año 1956. Polonia convertida en un país satélite de Moscú, quedaba en esta dependencia hasta 1989.

Este es, a grandes rasgos, una síntesis de los sangrientos y devastadores años de la 2ª Guerra Mundial. Podrían contarse innumerables acciones bélicas, de heroísmo, de resistencia, impregnadas de un profundo patriotismo y amor por la libertad y la dignidad.

Pero entre todos ellas, un hecho se destaca, quizás más aún por ser poco conocido en el mundo: la Insurrección (o Levantamiento) de Varsovia.

El 1º de agosto de 1944 comenzaba una de las más heroicas y sangrientas batallas de la Segunda Guerra Mundial. Más heroicas que Normandía o Stalingrado, por haber sido librada por civiles mal armados, incluyendo a miles de niños y mujeres de todas las edades. Más sangrientas porque las muertes superaron largamente a las que se registraron como consecuencia, por ejemplo, de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

Ese 1° de agosto, Varsovia volvía a sentirse libre. A las 17, la hora señalada para el Levantamiento, en cada calle y esquina, unos 48 mil insurgentes del Ejército Interior (AK) enfrentaban al poderoso ejército alemán que ocupaba la ciudad desde el 1° de septiembre de 1939 y gobernaba mediante el terror, las ejecuciones públicas y las deportaciones masivas a los campos de exterminio que habían instalado en territorio polaco.

El relativo éxito del inicio, cuando los insurgentes recuperaron algunos edificios importantes y la planta de energía eléctrica, llenaron de esperanza a los varsovianos. El objetivo del Levantamiento era aprovechar el factor sorpresa y desalojar a los alemanes en 6 o 7 días de lucha, tiempo suficiente para que el Ejército Rojo, ahora “aliado”, cruzara el río Vístula e ingresara en la ciudad. La pasividad de estos “aliados” bajo el mando de Stalin y el pronto rearme de los nazis hicieron que la lucha se prolongara. Las expectativas iniciales se desvanecieron, pero los varsovianos no cejaron en su intento de recuperar la libertad perdida.

Casi sin municiones – se estima que menos de 5.000 de los partisanos tenían un arma al inicio del Levantamiento- resistieron heroicamente durante 63 días el asedio constante de los alemanes, quienes intentaron doblegar la voluntad de los polacos masacrando a más de 40 mil civiles entre el 5 y el 7 de agosto, utilizando escudos humanos, bombardeando e incendiando hospitales y la sede de la Cruz Roja.

Sólo hacia el final de septiembre, ya sin agua ni comida desde hacía varios días, el Comando Mayor del AK comenzó las negociaciones de capitulación, ocurrida el día 2 de octubre. Los nazis incumplieron las cláusulas firmadas y enviaron a campos de prisioneros a cientos de miles de varsovianos. Además, colocaron cargas explosivas en los pocos edificios que quedaban en pie. Al final del Levantamiento, 85 % de la ciudad estaba en ruinas. Debajo de los escombros yacían miles de personas. Las bajas polacas fueron enormes: 250 mil civiles muertos, 18 mil soldados del AK muertos, miles de heridos graves, cientos de miles de prisioneros.

Entre el 1º de agosto y el 2 de octubre de 1944, como en otros momentos durante la Guerra, los distintos actores desempeñaron su papel. Los alemanes aplicando todo su poderío militar, terrestre y aéreo, y todo el terror y crueldad posible, asesinando en masa a decenas de miles de civiles y deportando a centenas de miles de sobrevivientes. Destruyendo sistemáticamente la ciudad de Varsovia.

Los soviéticos – en teoría aliados – parados con sus ejércitos en la ribera derecha del Vístula permitieron, con su estrategia, que los alemanes arrasen con Varsovia y sus habitantes. Con eso lograron ingresar a la ciudad el 15 de enero de 1945, sin que nadie se pudiera oponer a la dominación comunista de Polonia, por la carnicería que había dejado un enorme vacío humano y político. Y, peor aún, persiguiendo a los sobrevivientes del AK.

Pero los aliados occidentales también traicionaron a Polonia. Sin el conocimiento de los dirigentes polacos, Franklin Roosevelt y Winston Churchill habían cerrado un acuerdo secreto con Stalin con el fin de establecer la paz dividiendo el mundo en esferas de influencia. Las consecuencias de esto están a la vista: más de dos tercios de Polonia debían pasar a la URSS y su gobierno sería elegido por Moscú. Y esa fue una de las razones por las que no fueron lo suficientemente exigentes con Stalin respecto a la provisión de ayuda para los insurrectos en Varsovia.

En 1945 – bajo el régimen soviético que Polonia padecería hasta 1989 – comenzó la reconstrucción del Casco Histórico de Varsovia, con el aporte de miles de polacos de todo el mundo a un fondo social y el trabajo muchas veces voluntario. Paciente y meticulosamente, los polacos reprodujeron la época dorada de la ciudad. Esto fue posible gracias a que se habían resguardado obras pictóricas de Bernardo Bellotto (también llamado Canaletto el Joven, s. XVIII) y bocetos de los estudiantes de arquitectura del período de entreguerras.

Según los documentos del Archivo de la Oficina de Reconstrucción de Varsovia presentados ante la UNESCO para la declaración del Casco Histórico dentro del Patrimonio de la Humanidad (1980), la reconstrucción de Varsovia “fue una auténtica proeza de sus arquitectos, restauradores, artistas y trabajadores, así como un fenómeno social cargado de significado” y permitió que “una ciudad condenada a desaparecer por razones ideológicas y políticas mediante una destrucción programada en el tiempo de su ocupación por los nazis se convirtiera en símbolo de ciudad invencible”.

Entre los edificios más fielmente reconstruidos se encuentran el Palacio Real, la Plaza del Mercado, la Catedral de San Juan y la Muralla Medieval.

Actualmente, Varsovia es una pujante capital europea, con una población de 1.700.000 habitantes y sede de 400 mil empresas nacionales y multinacionales. Pasado, presente y futuro entablan un diálogo fluido en la arquitectura urbana, los paseos turísticos y los museos. Asimismo, una importante reserva natural en la margen izquierda del río Vístula, junto con los numerosos parques y áreas verdes, conforman el pulmón de la ciudad y hábitat de numerosas especies animales.

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