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Hay que aprender a soltarse

Por Marina Liboreiro

“El aprendizaje es experiencia, todo lo demás es información”. Albert Einstein

Graciela, una joven sencilla, decidió que era hora de encontrar su propio hogar, lejos del de sus padres, en búsqueda de cierta independencia. Buscó durante varios meses y encontró finalmente un departamentito que le quedaba cerca del trabajo y era confortable. Lo único que tenía es que no poseía mucho espacio. Esto la ponía en una encrucijada, ya que no podría llevar todas sus pertenencias.

“Llevá solo lo importante”, le dijeron los agentes inmobiliarios. “No encontrarás mejor negocio que esta vivienda”.

Y así, volvió a su casa paterna para decidir qué mudaría y qué no. Decidió hacer una lista de todo lo que tenía y así poder organizarse mejor.

La lista era la siguiente:

-Ropa de Invierno y verano (2 placares)

-Cuadros familiares y de momentos claves (15)

-Regalos (innumerables)

-Libros y carpetas de toda su historia escolar (un armario que desbordaba)

-Libros por terminar y de entretenimiento (un cajón en la mesita de luz)

-Disfraces y trajes utilizados por ella en los actos escolares y en diferentes fiestas con amigos (el armario estaba repleto de esto y accesorios)

-Cama y ropa de cama (dos cajones en ropa de cama)

Una vez terminada, Graciela empezó a leer con detenimiento la lista y no pudo evitar darse cuenta de cuántas cosas tenía que ya no utilizaba y que sin embargo no podía dejar de tener en su vida. ¿Qué la impulsaba a guardar cosas que ya no tenían utilidad?

Mientras pensaba en esto, un pájaro comienza a trinar una bella melodía; al escucharla, empieza a sentir un gran goce, se relaja, su expresión abandona ese rictus constante cada vez que algo la preocupa. Disfrutando de esa canción se da cuenta de todo.

Se da cuenta de que todo este tiempo estuvo:

-“Almacenando recuerdos”, en vez de llevarlos en el corazón

-Llenando de datos su memoria, en vez de ponerlos en práctica en su vida diaria

-Aceptando regalos, sabiendo que lo que importa era lo vivido con esas personas.

-¿Cuánta de toda la ropa que tenía realmente utilizaba?

En menos de una hora ya tenía decidido qué se llevaría y qué no. Sus padres trataron de convencerla a toda costa de que pensara bien lo que estaba haciendo, pero ella tenía la decisión tomada… A la hora y media partió de su casa con un bolso deportivo, una caja y la cama. ¿El resto? Decidió dárselo a personas que realmente harían uso de todo eso.

Llega a su nuevo departamento, deja sus cosas en el piso y vuelve a ver el lugar: parecía más espacioso. Repentinamente recuerda las palabras de los agentes inmobiliarios: “No encontrarás mejor negocio que esta vivienda”. Y tenían razón, no solo obtuvo un departamento, obtuvo algo más: la posibilidad de limpiarse de todo aquello que ya no necesitaría para esta nueva etapa de su vida, de empezar nueva y fresca, siendo consciente que si todo está en nuestro corazón, no hay motivos para “llenar” nuestra vida con otra cosa que no sea amor.

“Hay momentos en la vida en la que tenemos que aprender soltar: desde lo material hasta lo sentimental. Nuestra vida está llena de ciclos que requieren de determinas experiencias, aprendizajes, sentimientos. Si seguimos ocupando espacio con esas viejas experiencias, no habrá lugar para las nuevas, para renovarnos cada día con cada latido de nuestro corazón.

No necesitamos coleccionar objetos, necesitamos hacer que cada experiencia sea única en nuestras vidas y ya no habrá necesidad de guardar nada, porque todo estará grabado con el cincel de nuestra alma para siempre en nuestros corazones.

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