Espectáculos

El arte en la sangre

Fausto Ansaldi estrena “La fórmula del clown”

El actor y pedagogo teatral Fausto Ansaldi habla de “La fórmula del clown”, una experiencia que excede los límites de lo espectacular buscando un efecto en el campo de lo social.


Desde muy chiquito transitó los escenarios de la mano de su papá, Piripincho, un emblema de la cultura y el espectáculo local. El escenario, desde aquél comienzo, fue un lugar de juego y diversión que de manera orgánica se convirtió, con el paso de los años, en su espacio de experimentación, creación y trabajo. Hoy tiene 43, pero hace 20 años Fausto Ansaldi se radicaba en Europa para empezar un recorrido que siempre tuvo pasaje de regreso, como esta vez, cuando se enciendan las luces de Caras y Caretas, una parte de su casa de la infancia, para dar cabida a La fórmula del clown, su último espectáculo, estrenado en la Universidad Complutense de Madrid, a mitad de camino entre una performance tradicional y una master class sobre ciertos aspectos de la vida.

“Es una mezcla de espectáculo, conferencia y taller, con ejercicios que demuestran la efectividad de esta fórmula”, dice Fausto.

La fórmula del clown es un método teatral puesto en escena para definir al clown y demostrar su funcionalidad con el público, que en cierto modo participa. Es una pieza de ensayo teatralizada por mí, que soy también el autor, y trato siempre que ese encuentro que es cada función se convierta en una experiencia única”, sostiene Ansaldi.

El espectáculo se estrena este sábado a las 21.30 en la sala Caras y Caretas, de Corrientes 1518.

 

Jugar en escena

 

“El escenario siempre estuvo ahí; por elección o no, siempre estuvo para tentarme y para despertarme la curiosidad. Hay que imaginarse lo que es para un nene estar en ese medio: estar en un teatro es como estar en una juguetería, entre máscaras, títeres, canciones; y había algo más que me llamaba la atención que era, precisamente, el espacio escénico. Algunos dicen que difícil subir, yo creo que lo difícil es bajarse una vez que estás arriba de un escenario. Una vez que estás ahí, tenés un destino, y cuando le encontrás el gustito pasa algo mágico. Yo en el escenario encontré la libertad”, dice Ansaldi, clown y pedagogo teatral, egresado de la Escuela de Teatro y Títeres de Rosario en 1996.

“Tenía cinco años cuando me subí por primera vez a un escenario de la mano de mi viejo. Y a partir de esa sensación de libertad se me despertó algo que intento buscar siempre en otros escenarios, como pasa ahora con mi trabajo en España, donde sigo buscando siempre esa misma sensación primaria”, agrega.

 

Armar el clown

 

“Todo lo que pasa con La fórmula del clown, de su génesis y recorrido, y de sus objetivos, se dice rápido pero llevó y lleva mucho trabajo, mucha experimentación. A mi clown lo fui armando de a poco, con el trabajo. Los grandes clowns de la historia de la escena mundial lo siguen buscando siempre, hasta el día de su muerte. En 2016 murió Dimitri, uno de los más grandes clowns de la historia, y él decía que aún buscaba para saber cómo era su clown. Lo importante de esa búsqueda es tener un camino, porque hay que apasionarse en ese recorrido teniendo una dirección. Eso quizás es más importante que el destino”, expresa. Y completa: “Ese camino de búsqueda lo fui armando solo, muchas veces entre las malezas; a veces fue sinuoso, un camino de tierra, de barro, otra veces estuvo pavimentado. Más allá de que me fui a España con todo ese recorrido previo de mi formación en Rosario y Buenos Aires, de lo vivido en Caras y Caretas a donde siempre estoy volviendo, el trazado de ese camino siempre es personal. Y lo que encontré en ese camino es un poco la fórmula a la que refiere este espectáculo”.

Método y disfrute

 

La investigación para abordar el “método” comenzó hace siete años. “Mapeando el clown descubrí que está formado por una molécula de siete átomos”, dice Ansaldi, que investigó a fondo la historia del género, haciendo un recorrido desde sus orígenes, con las primeras máscaras, hasta el circo y el cine. En ese viaje de aprendizajes se cruzó con grandes maestros: Cristina Moreira, Gabriel Chamé Buendía, Raquel Sokolowicz, Cristina Martí, Guillermo Angelelli, Marcelo Katz y su propio padre, entre los argentinos, además de clowns españoles e italianos. Toda esta investigación tenía un objetivo claro: indagar en el oficio del clown, comparar experiencias y compartir visiones y lecturas.

 

Nuevos sentidos

 

La fórmula del clown es un método que trasciende lo teatral y lo puede aplicar cualquier persona para su vida cotidiana. En esa búsqueda de poder expresarse está la libertad de la que hablaba al principio, y el escenario puede ser la propia vida de cada uno de nosotros”, analiza en relación con el rol social que encontró en su trabajo como un nuevo sentido.

“Me refiero a un clown terapéutico que sirve para curarse a uno mismo, romper con ciertas estructuras que nos impone la sociedad –continuó–. En un momento en el que no sólo le daba clases a los actores por mi rol de pedagogo, porque me habían convocado de dos centros culturales de la comunidad de Madrid para aficionados, descubrí que esto podía servir, sin perder de vista que mucha gente va a estos talleres y pueden ser de clown, como de ajedrez o cerámica, porque uno va buscando liberarse del estrés de la semana. Pero no quería que el clown sea sólo eso: la clave estuvo en pensar y abordar un método que pueda transcender lo teatral y aplicarse en la vida; con el tiempo lo probé con gente de 4 a 80 años y puedo asegurar que funciona”.

Y concluyó: “Buscando, encontré la molécula clown; están las endorfinas que moderan el dolor, la dopamina, la oxitocina que genera el vínculo madre e hijo; pero buscando descubrí que también hay una «molécula clown», de siete átomos, que está en todos nosotros y que la podemos activar, es química pero es desde el cuerpo. Lo que van a encontrar en la puesta es cómo activar estos siete átomos para liberar la expresión, entre otras cosas, buscando ser un poco más felices”.