Ciudad

Fantasías al alcance de todos

Por: Paola Cándido. La Compañía de Ilusiones realiza espectáculos a pedido y con un toque particular: para un casamiento montaron un circo y la pareja llegó en paracaídas. En otra fiesta se disfrazaron de gitanos y llegó la Policía.

Tal como se retrataba en la serie “La Isla de la Fantasía”, la serie televisiva que alcanzó fama mundial a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, hoy y en Rosario un grupo hace realidad las ocurrencias de quien los contrate: se trata de la Compañía de Ilusiones “Philippe y Margot”, personajes de la Belle Epoque que apuestan al deseo del otro donde el juego es fundamental. Son anfitriones –“Conciliadores, del tiempo y del espacio”, dicen– y se involucran con historias familiares, de pareja o individuales, y a través de producciones artísticas concretan el deseo de quien los contrate. Cada ilusión es individualizada y tratan de que cada animación responda  a lo que les piden. “Se genera un clima de integración, de unión, se distienden, esa es la clave del trabajo”, cuentan, y dicen que algunas de sus producciones-fantasía fueron “formales” pero otras “más osadas”. María de los Ángeles Barros es la directora de la compañía y cuenta a El Ciudadano qué hacen y cómo.

—¿Cómo se gestó Compañía de Ilusiones?

—Cuando lo empecé a pensar era algo bastante abstracto, era una idea y estaba lejos de poder hacerlo. Surgió como algo lúdico, al principio también actuaba, armamos una carpeta, unos textos de presentación, folletos, todo muy artesanal. Primero se lo pedí al universo y después hice todo lo necesario, todos los días, para buscarlo. Lo quería, lo deseaba, un día llegué a un lugar donde encontré el carruaje, que fue la materialización del primer elemento concreto, para poder trasladar a los actores. Cuando uno está decidido, sucede. Cada uno viene a esta vida a hacer algo, nació desde un lugar muy genuino.

—¿Trabaja adentro y afuera de la compañía?

—En un principio sí, pero me di cuenta que no podía estar en los dos lugares. Comencé a trabajar desde afuera y ver quiénes podían contratar nuestro servicio. Yo sabía crear, pero la parte de la venta era difícil. En 1992 hicimos nuestro primer trabajo, se hacía uno cada tres meses y desde 1994 trabajamos con continuidad.

—¿Cuántos integrantes tiene?

—Hay mucha gente que voy convocando de acuerdo a la necesidad. Hay gente que está hace muchos años y otras más recientes.

—¿Qué le piden?

—Una pareja que se casaba quiso hacer un circo en un campo, y tuvimos que montarlo como tal. Los recién casados llegaron en paracaídas: había boletería, ingreso al circo, la carpa donde comían los invitados, banda de música, acróbatas, telas en los árboles, dos números de circo, presentadores y siguió con una búsqueda del tesoro por la tarde. A la noche se armó una cantina y hubo personajes haciendo fuego, adivinas, entre otros números. Cada trabajo termina con una historia por la manera que lo abordamos.

—¿Hacen despedidas?

—Una noche tuvimos una despedida de año de compañeros de trabajo de una consultora, en Roldán. Nos pidieron algo sorpresivo, que quede en el recuerdo y pensé en que podían aparecer gitanas a pedir agua en la fiesta y ver cómo reaccionaba la gente. Nos llevaron en una Traffic y nos dejaron en la ruta, llegamos y pedimos agua y en medio de esa escena, llegó la Policía porque una vecina había hecho una denuncia: eso fue el broche de oro y ahí se develó todo. Fue muy divertida y terminamos comiendo todos juntos. Vamos con una idea y en el desarrollo comienzan a surgir otras cosas que son intensas y espontáneas.

—¿Tiene anécdotas de cumpleaños?

—En esta oportunidad, se trataba de un hombre que iba a cumplir 52 años y estaba muy deprimido, pero tenía buena disposición y era creyente. Durante la jornada del cumpleañero, realizamos tres intervenciones sorpresa, sin riesgo de que le caiga mal. Por la mañana, a primera hora, un ángel subido a un árbol que daba al balcón de su casa, le cantó “Las mañanitas”. Como estaba muy dormido tardó en asomarse y entender de qué se trataba. Por la tarde, otro ángel le tocó el timbre y le llevó de regalo una botella de whisky, éste se trataba de un ángel canchero, transero, generaba complicidad y en el cielo no se tenían que enterar de que le habían llevado ese regalo. Y por la noche recibió un llamado telefónico y cuando el cumpleañero preguntó quién hablaba, del otro lado de la línea se encontró con Dios, con quien se generó un diálogo muy divertido y en el cual aprovechó para inspirarle ánimos. Los ángeles estaban vestidos de blanco, con alas de plumas, el objetivo era sorprenderlo, que se divierta y desdramatizar el presente que lo estaba agobiando.

—¿Tuvo alguna vez alguna tarea difícil?

—Tuvimos una anécdota para la época de los mundiales, donde hubo personajes de cancha y había un referí muy particular, el actor se llama Beto González y hacía de árbitro muy severo, intransigente. Estábamos trabajando en un supermercado y la acción era patear un penal. Ese día me llamó la gerencia del supermercado para que le diga al referí que no se tome tan a pecho su papel, porque una mujer se había enojado y quejado de que le habían sacado tarjeta roja. Es muy delirante, hay gente que se involucra y se pelea. Algunas personas se implican de tal manera, que se desestructuran haciendo cosas que nunca pensaron.

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