Ciudad

“Eutanasia solapada”

Por Santiago Baraldi.- El médico Rafael Pineda aseguró que la ley de muerte digna carece de “una respetuosa consideración sobre la dignidad humana” para pacientes terminales.


“Esta ley es una eutanasia solapada”, aseguró Rafal Pineda, director del departamento de Bioética de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral y, al definir a la nueva ley de “muerte digna” que reconoce el derecho de los enfermos a aceptar o rechazar determinadas terapias o procedimientos médicos o biológicos con o sin expresión de causa, así como también a revocar posteriormente su manifestación de voluntad.

Para el ginecólogo y objetor de conciencia inclusive en casos de abortos no punibles (los que el Código Penal siempre permitió), la ley que fue sancionada esta semana en el Congreso “tiene luces y sombras”, y consideró que dejó afuera “la importancia de los cuidados paliativos” para los pacientes terminales o crónicos. “Esperar una muerte espontánea es la más digna de todas las muertes, no creo que haya que forzar ninguna situación”, afirmó Pineda, quien abraza la premisa de que los profesionales de la salud “fueron formados para velar por la vida y no para producir la muerte”.

—¿Cuál es su posición a la ley que se aprobó de muerte digna?

—Es una ley con luces y sombras. Las luces están ligadas básicamente al hecho de que se pueda controlar el problema del encarnizamiento o ensañamiento terapéutico. Porque básicamente, si bien los médicos no son encarnizadores de oficio, ni mucho menos, puede darse esa situación y es bueno que la ley lo deje claro. En cuanto a las sombras, la ley no tiene una respetuosa consideración sobre la dignidad humana, sobre todo, del enfermo en estado terminal o crónico.

—¿Por qué cree que no hay consideración?

—Porque el enfermo o, eventualmente, en el caso de los niños, los padres o tutor, tienen la posibilidad de decidir sobre la supresión de la hidratación y la alimentación, que obviamente no son medicamentos, sino cuestiones básicas para sostener la vida de cualquier ser humano. Si a un paciente se lo deja sin hidratación y alimentación, como ha ocurrido con Terri Schiavo en Miami o Eliana Ongaro en Italia, quienes tuvieron muertes horribles, dolorosas, deshidratadas, en un estado de las alteraciones de la función renal y hepática, no puede admitirse bajo ningún concepto. Un médico no puede consentir una situación de ese tipo porque va contra los principios básicos de la medicina, que es el cuidado del paciente.

—¿Cómo queda la relación entre el médico y el paciente a partir de la nueva ley?

—La ley produce un cambio radical en la relación del médico, el paciente y la familia. Porque el médico, si no es objetor de conciencia, se va a ver obligado a hacer no lo que él cree que debe hacer en conciencia sino lo que le manda un familiar, lo que le dice el paciente o lo que está escrito años atrás en una declaración de decisiones anticipadas. Entonces, la relación médico-paciente deja de ser de cuidados y protección para ser una relación de determinación de la vida…

—¿La ley contempla los cuidados paliativos?

—Justamente, lo que no dice la ley, y era una oportunidad fantástica de hacerlo, es promover el desarrollo de centros de cuidados paliativos, que es la mejor manera de cuidar un paciente en estado terminal. Formación de médicos para los cuidados paliativos, que son aquellas acciones médicas que se hacen sobre un paciente enfermo crónico o terminal para que el paciente no sufra, para que tenga una calidad de vida positiva y la ley no habla de este tema. Un paciente que no se va a curar, porque tiene un cáncer terminal o porque está con insuficiencia cardíaca o porque ha tenido un traumatismo severo, los cuidados paliativos van a ser aquellos que les servirán para tener una mejor calidad de vida. Esperar una muerte espontánea es la más digna de todas las muertes, no creo que haya que forzar ninguna situación.

—¿La ley puede que apunte mayormente a los casos extremos de estado vegetativo?

—La discusión del estado vegetativo es lo que dio origen a esta ley, por el caso de la niña Camila Sánchez, que está en estado vegetativo hace tres años. En realidad, la suspensión de los soportes mecánicos no queda explícito en la ley. Y esto exige un análisis paciente a paciente, ningún caso es igual. En el caso paradigmático de Karen Quinlan, una joven estadounidense que cayó en coma por consecuencia de la ingestión de alcohol y barbitúricos y estuvo en estado vegetativo, decidieron suspenderle la respiración mecánica y vivió seis años más. Uno tiene que analizar esas situaciones, caso a caso. Hoy la medicina es cada vez más personalizada. Gustavo Cerati está en estado vegetativo persistente y la neurofisiología actual está considerando que, aun en las pérdidas de conocimiento en estos pacientes, tienen alguna forma de percepción de sentimientos que no la pueden expresar porque están básicamente desconectados de la realidad, pero pueden tener conciencia anulada con el exterior pero real en su interior. Ese paciente tiene el derecho a vivir aun en las condiciones en que deba vivir.

—¿Cree que faltó más debate y consulta a especialistas?

—Ésta es una ley no pensada, es una ley que salió en cuatro meses a instancias de esta niña que está en estado vegetativo. En España, por ejemplo, hace un año y medio que están debatiendo una ley de muerte digna, analizándola, llamando a expertos para dar su opinión, y nosotros en tres meses sacamos una ley sin pensarla. Han participado médicos pero no hubo un debate profundo de las complicaciones que puede tener esta ley.

—¿Qué complicaciones por ejemplo?

—Esta ley es una forma velada de eutanasia. Porque si a un paciente se lo deja de alimentar o hidratar, se muere, lo matamos. Es eutanasia solapada.

Comentarios