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El cuerpo como verificación

Estudian a los “soñadores lúcidos”: tienen consciencia de que sueñan y pueden modificar sus sueños

Un equipo del Laboratorio del Sueño y la Memoria, dentro del Instituto Científico Tecnológico de Buenos Aires, trabaja con voluntarios sobre fenómenos narrados desde la antigüedad pero que la ciencia comenzó a abordar hace pocas décadas. Cómo comprueban que existen


¿Quién, un día, cuando soñaba, tuvo en claro que estaba en un sueño? No es una cifra en firme, pero alrededor de la mitad de las personas entrevistadas para varios estudios independientes admitió que le pasó al menos una vez. Mucho menor, cerca de un 20 por ciento, es el universo de quienes lo experimentaron varias, y el porcentaje se derrumba cuando se cuenta a quienes atraviesan esos momentos con una frecuencia significativa. Definitivamente singulares son aquellos que, además de saber que están en un sueño, y gracias a eso, pueden transformarlo a voluntad.

Son los llamados “sueños lúcidos”, en los que el soñante es consciente de que está inmerso en un estado onírico. Los relatos que dan cuenta de estos momentos se remontan a la antigüedad. El arte los toma como material desde hace siglos. La ciencia, en cambio, recién comenzó a sumergirse en ellos con sus métodos rigurosos entre las décadas del 70 y el 80 del siglo pasado. El Laboratorio del Sueño y la Memoria, dentro del Instituto Científico Tecnológico de Buenos Aires (Itba), es un referente del tema en la Argentina, y uno de sus integrantes conversó con el programa ABC de Radio Universidad de Rosario.

Al despertar, ignoraba si era Chuang Tse que había soñado que era una mariposa, o si era una mariposa que soñaba ser Chuang Tse”. El relato es atribuido a Zhuangzi o Zhuang Zi, entre otros varios nombres con los que se conoce a un filósofo chino del siglo IV AC considerado como uno de los pensadores orientales más originales de su tiempo. La frase remite a lo difícil que es tener certezas sobre el límite entre los estados de vigilia y los oníricos, y más sobre las fases de estos últimos. Más acá en el tiempo, alude a lo complicado que es verificar lo que sucede cuando se duerme. Eso explica, en parte, la llegada tardía de la ciencia a una materia que es objeto de varias disciplinas, entre las cuales sobresale la psicología.

“Es un fenómeno muy particular, en el que, dentro del sueño, la persona que está soñando entiende que está en el entorno onírico, y no se despierta. Permanece en ese estado y puede navegar el sueño ejerciendo voluntad, pudiendo racionalizar la situación e incluso, en algunos casos, dominar el entorno del sueño”, resume los sueños lúcidos el biotecnólogo y doctor en Medicina Francisco Gallo, miembro del equipo del Laboratorio que dirige la bióloga Cecilia Forcato.

En esos casos, la experiencia es extraordinaria: poder intervenir deliberadamente en un ambiente dominado por la exageración, la burla a las imposibilidades físicas, el desafío a los sentidos y el ninguneo de la experiencia cotidiana de la vigilia. No solo eso, en algunos casos, el soñante puede decidir sobre los personajes y el desarrollo del relato onírico, extenderlo o interrumpirlo. Se transforma en director, en vez de ser un mero personaje movido como títere o un expectador. La complicación, para la ciencia, es probar que todo eso sucede efectivamente.

“El estudio de estos fenómenos es complicado”, recalca Gallo. “No podemos acceder al contenido de lo que una persona está soñando mientras lo hace, sino que una vez que se despierta cuenta lo que le pasó y, desde esa perspectiva, es inverificable. No alcanza con el relato para certificar que la experiencia haya ocurrido”, explica sobre el rigor que es constitutivo de un método científico.

 

El cuerpo como soporte de comunicación

Lo anterior fue una barrera por mucho tiempo hasta… un “experimento inteligente” que permitió encontrar un camino. Convenir una forma de comunicarse entre la persona inmersa en un sueño lúcido y el exterior, que en este caso lo constituyen quienes investigan el fenómeno. ¿Cómo?: a través del cuerpo.

El integrante del Laboratorio cuenta de qué se trata: “Una persona que tiene determinado control sobre lo que sueña puede utilizar el mismo sueño para dejar marcas y hasta codificar mensajes” descifrables por los observadores.

Más concreto: investigadores y soñador convienen un patrón de movimiento de los ojos para comunicar determinadas cosas. Por ejemplo, dos o tres secuencias de izquierda a derecha que avisen: “en este momento me desperté dentro del sueño”. Esas marcas se inscriben en la línea temporal de, por caso, un electroencefalograma. Y así se tienen tres registros combinados: los mensajes emitidos por el soñador con la determinación exacta del momento en que se dan, la actividad eléctrica cerebral en cada instante del experimento y el relato de quien soñó, una vez que despierta. Triple entrada para la verificación de que, efectivamente, hubo momentos de conciencia dentro del sueño que fueron expresados con marcas corporales, que son coherentes con los registros eléctricos y están en sintonía con el relato hablado posterior. En resumen, “que la persona tuvo control volitivo dentro del sueño”, insiste Gallo.

Los estudios rigurosos, hasta el momento, permitieron comprobar que hay diferentes zonas del cerebro que se activan más que otras en estas experiencias, y que se comunican entre sí. La comprobación de la actividad eléctrica no llega a la mínima escala de las neuronas, pero permite atisbar lo que ocurre en diferentes regiones.

El método de estudio del fenómeno no cae en el riesgo de confundir las marcas que el soñante pone en acuerdo con el investigador y los movimientos oculares del sueño profundo o paradójico, que por sus siglas en inglés, y en base a esa característica, se bautizó REM (Rapid Eye Movement). En este caso, son erráticos, sin patrón y no tan extremos como los que se les pide a los voluntarios con sueños lúcidos, un estado que sin embargo se produce precisamente dentro de los REM. Gallo afirma que hay mínima probabilidad de interpretación errónea.

En el Laboratorio del Conicet refrendan lo que describió el equipo de Michael Czisch, del Instituto Max Planck de Psiquiatría de Munich, Alemania. Comparando la actividad del cerebro durante un sueño lúcido con la medida justo antes, en un sueño normal, identificaron una red cortical específica, integrada por la corteza prefrontal dorsolateral derecha, la corteza frontopolar y el precuneus, que se activa cuando la persona dormida se percata de que está dormida y soñando.

El que quiera, que se sume

El estudio de los sueños lúcidos requiere voluntarios. No cualesquiera: aquellos que aseguren experimentarlos con frecuencia, y que hayan podido influir en lo que sueñan. Es complicado, porque, además, en el momento de los estudios, se tiene que dar ese proceso para colectar la evidencia. El Laboratorio tiene una convocatoria abierta para aquellos que se quieran sumar a los estudios, quienes pueden anotarse a través de un formulario en línea.

 

El cine imaginó también el camino
Leonardo DiCaprio en El Origen, película de Cristopher Nolan de 2010.

 

El director Cristopher Nolan expuso, aunque en una película iniciada como thriller y continuada como drama psicológico y de ciencia ficción, lo que se hace en laboratorios para corroborar la experiencia de los sueños lúcidos y, más adelante, encontrarles una explicación. Fue en Inception (El Origen en la Argentina), que dirigió y produjo, con estreno a mediados de 2010. Protagonistas, entre otros, de la historia eran Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Tom Berenger y Michael Caine.

Nolan, quien escribió la trama, describió, en el argumento sobre una suerte de manipulador de sueños, y de sueños dentro de otros sueños jerarquizados, para plantar mediante esa invasión una idea en el blanco del hackeo mental, algo similar a lo que hacen con otros fines en el Laboratorio de Sueño y Memoria de Buenos Aires: un lazo de comunicación entre quien está en el estado onírico y el exterior. En este caso, a través de un trompo metálico que oficia de testeo de la realidad para el soñador.

El mecanismo tiene contacto con las hipótesis sobre cómo es que una persona toma consciencia de que está en un sueño, cómo percibe que lo es, cuál es su comprobación de que no se trata de esa “realidad” de la vigilia.

El pionero de la investigación sobre los sueños lúcidos es el psicofisiologista estadounidense Stephen LaBerge. El primer sueño lúcido de LaBerge lo llevó a centrarse en el estudio de estos. Cuenta que, en el mismo, se encontraba en el Himalaya, y se dio cuenta de que no llevaba un vestuario adecuado para ese lugar. Relató que eso hizo que se diese cuenta de que estaba soñando y pudo tomar el control de su sueño para salir de las nevadas montañas.

Para LaBerge, los sueños lúcidos son un encuentro entre la mente inconsciente, que escribe el guión de los sueños, y la mente consciente, que asimila el encuentro. El estadounidense estudió el movimiento ocular mediante ondas: cómo los ojos se mueven con una regularidad poco frecuente. Una anécdota es la del soñador que, al preguntársele el por qué de esos desplazamientos de izquierda a derecha regulares y pronunciados, refirió que, en el estado onírico, estaba presenciando un partido de tenis. Fue la base para diseñar métodos de comunicación que permitieran corroborar este tipo de fenómenos.

 

 

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