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Esas pequeñas diferencias que pueden llegar a ser catastróficas

Por Raúl Koffman.- Tal como enseñó el “efecto mariposa”, hechos en apariencia insignificantes pueden tener un efecto devastador.


diferenciasdentro

1. ¿La paz o la guerra?

a) Tu silencio es la prueba de que acordás conmigo. Tu silencio es la prueba de que no sé hacerme entender.

b) Tu sonrisa es la prueba de que logro interesarte. Tu sonrisa es la prueba de que ya no querés escucharme hablar más.

c) El amor todo lo puede. El amor puede con todo lo que no sea más fuerte que él.

d) El amor es aceptar al otro como es. Aceptación no es resignación.

2. ¿Es o no es?

Hay una expresión que suele escucharse en las conversaciones cotidianas, y es aquella de “no es así”, cuando algo es de una manera que genera rechazo o indignación o cuando no cumple con las expectativas. Así dicha, se parece mucho a aquella costumbre de los niños de que cerrando los ojos lo visible deja de existir. Es el llamado Pensamiento Mágico.

Si la expresión fuese correcta, habría que decir algo así como “así no debería ser”. Dicho que envía a quien lo dice a hacer algo para que esa realidad sea como dice que “debe ser”.

Su contrario es el “es lo que hay”, expresión muy utilizada en tiempos de pobreza y resignación. Es lo que es, hay lo que hay, guste o no guste. Cuando los límites que impone la realidad son tan crudos y sobre todo inmodificables (la categoría de “imposible”), parece que no hay ni lugar para los “deber ser”.

Relacionada con estas situaciones está aquella de “las apariencias engañan” o la famosa “mona vestida de seda”. Es que a veces algunas características personales son inocultables. Es imposible engañar, en todo, a todos y todo el tiempo.

3. ¿Mío o tuyo?

El adentro y el afuera, pero no corporal. Lo interior y lo exterior, diferencias básicas pero tantas veces borradas. Diferencia que se hace evidente en las expresiones “explosión-implosión”, “exteriorizar-interiorizar”, “expresión-impresión” y en “exposición-imposición”, por ejemplo.

Desde que como humanos vivimos en un mundo de valoraciones y significados, el “mío-no mío” se confunde con demasiada frecuencia. Cuando una persona dice “yo sentí que…”, ya lo sabemos, ella supone que el disparador de esa sensación es algo que efectivamente sucedió y correspondiente exactamente a esa sensación. Pero quien dice “me siento abandonada/o por vos” no encontrará siempre y necesariamente una real y efectiva actitud y conducta de abandono de la otra persona. En este caso, que no hay un abandono desde “afuera”; el límite preciso entre lo tuyo y lo mío se esfuma y todo es posible si se da crédito.

Relacionado con esto está la idea de “lo interior” con significados diferentes en hombres y mujeres. Ellas hablarán de vacío interior, de “tenerte dentro de mi corazón” o de “muchas cosas de adentro para dar”. Su interior parece habitado por imágenes, personajes, recuerdos de todo tipo, diferentes versiones de sus historias, contradicciones, oposiciones encarnadas, temores, angustias, sensaciones difusas e innombrables y vacíos que coexisten y conviven (no siempre en paz), en este espacio virtual tan “real”. Pero los hombres no comparten esta versión. Para ellos, el interior está lleno de vísceras.

4. ¿Batallando o en retirada?

Cuando una persona se retira, como en la guerra, ¿significa que se dio por vencida? Porque si “re” es repetición, y tirarse es “volver a apostar”, “tirar los dados de nuevo”; entonces retirarse es juntar fuerzas para jugarse nuevamente en otra jugada posterior. Si no fuese así, el retiro en lo laboral (la jubilación causa del jubileo) equivaldría a un certificado de discapacidad.

Distinto de este malentendido es el “retirarse a tiempo”. A tiempo es dejar una función antes de mostrarse como una persona amante del poder y adicta a las alturas, testaruda y muy poco humilde. Momento en que el brillo logrado con el tiempo, empieza a opacarse con gran rapidez.

Con el concepto de batallar pasa algo similar: los grandes peleadores de la historia no lo fueron todo el día todos los días, sino cuando la situación lo justificaba, sino hubieran sido simplemente atolondrados.

5. ¿Falso o verdadero?

La definición de “verdadera mujer” y de “verdadero hombre” varía según a quién se le pregunte. Y varían según las den una mujer o un hombre. En principio habrá que tener en cuenta las valoraciones sociales compartidas (que sabemos que se encarnan y que, aunque sean “de afuera”, son materia prima). Pero, más acá de ellas, la respuesta siempre será una enunciación de necesidades que deberán ser satisfechas. Alguien dijo alguna vez que tanto el hombre ideal como la mujer ideal son como Frankenstein porque están hechos de pedazos de otros. Los ojos de tal, tal actitud como cual, tal virtud de tal otra/o. Un verdadero engendro hasta imposible de convivir y soportar por tanta perfección, si fuese real. Y con estos ideales los seres humanos construyen su felicidad e infelicidad, sean estos ideales falsos o verdaderos. Y lo sabemos, son verdaderos porque remiten a reales necesidades sentidas, pero falsos porque no son realidades comprobables ni construibles. Es que el criterio de falso o verdadero cambia según el contexto en que se lo interprete. Jerome Bruner propuso alguna vez que a los relatos humanos era más conveniente definirlos no como “verdaderos” sino por la “verosimilitud”. Definida como “la apariencia de verdad en las cosas aunque en la realidad no la tengan”. O, dicho de otra manera, “cualidad de lo que parece verdadero o creíble”.

En síntesis

Como nos enseñó el “efecto mariposa” (“el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”), pequeños hechos, pequeñas diferencias pueden tener por causa de la amplificación un efecto devastador. Pequeñas diferencias que nos acompañan (tal vez desde la niñez) y que, quizás, tuvieron efectos desconocidos y negativos sobre nosotros. Es que por su condición de pequeñas parecen a primera vista intrascendentes y poco poderosas. Pero la pequeñez, a veces, engaña.

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