La Cazadora

#LeydeHumedalesYa

“En las historias de vida de las mujeres está escrito el saqueo de los territorios”

Ana Fiol es periodista. Desde Victoria, Entre Ríos, milita por la preservación de los Humedales. “Vivimos al lado del río, es nuestra casa y nuestro cuerpo”, afirma y se posiciona: “Nos dijimos feministas hasta que empezaron a quemarnos el humedal, nuestro patio. Ahí nos convertimos en ecofemistas".


Ilustración: Victoria Rodríguez

Las palabras se hacen carne en el cuerpo colectivo. En la lucha activa. Otras veces, las palabras sobran cuando los cuerpos queman, cuando la tierra arde. El Delta del Paraná se quema. Lo queman. La devastación perpetrada en nuestros humedales no para de repetirse. “El feminismo fue creciendo, las organizaciones feministas también, hasta que se empezó a quemar el humedal. Ahí nos hicimos ecofeministas”, apunta Ana Fiol, activista de la organización Orilleras, de Victoria, Entre Ríos.

Los focos de incendio han sido una constante desde hace más de una década, pero este proceso se ha profundizado en los últimos años. Solo en 2020 se quemaron más de 400 mil hectáreas (aproximadamente el 20% de su superficie). En lo que va de 2021, se calcula que han sido afectadas un mínimo de 100 mil hectáreas, con un número de focos de incendio cercano a los 10 mil. El Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) sostiene que los daños producidos pueden ser muy difíciles de revertir, incluso en el largo plazo, y destacan que uno de los componentes que sufre fuertes modificaciones es el suelo, que pierde fertilidad y capacidad para sostener la biodiversidad. El daño en el suelo repercute, además, en su facultad de retener carbono, hecho crucial para mitigar el actual cambio climático.

Según el Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF), el 95% de los incendios forestales “son producidos por intervenciones humanas”. La mano invisible de los ecocidas. Es el modelo agroindustrial extractivo el que, en la búsqueda de nuevas rentabilidades, impulsa la explotación. La ganadería con alta carga de animales, que altera la flora, la fauna y modifica las características del suelo. La agricultura intensiva. La especulación inmobiliaria. La sobrepesca. La caza ilegal. Prácticas que vulneran la integridad ecosistémica de los humedales. Que vulneran nuestra existencia, porque no solamente hablamos de daños al medioambiente, sino también de cómo esto impacta en la salud misma de quienes habitamos las tierras junto al río.

La calidad del aire se torna peligrosa para la vida humana. Un número mayor a 50 pg/m3 (picogramo por centímetro cúbico) torna el aire dañino para personas de riesgo, y más de 100 pg/m3 para la población toda. Durante los períodos de quema, según mediciones del Centro de monitoreo Meteorológico y Climático SAR, hemos tenido picos de 300 pg/m3.

Los feminismos históricamente han sabido organizarse, colectivizarse, movilizarse por la conquista de derechos y el derrocamiento de las opresiones. Proviene desde la profundidad de sus entrañas. Esa experiencia acumulada lleva a que hoy sea un sector protagonista en la lucha ambientalista por la preservación del Delta del Paraná. Los ecofeminismos intentan dar respuestas a esta problemática.

“Donde vamos llevamos esa forma horizontal, enquilombada, productiva de militarla. Apasionada, múltiple. Nuestras luchas se articulan mientras vamos reflexionando sobre nuestras propias prácticas políticas y feministas. Vamos aprendiendo de esa misma reflexión colectiva crítica”, dice Ana Fiol, activista de la organización Orilleras, de Victoria, Entre Ríos.

Ana Fiol tiene 56 años. Es Licenciada en Comunicación. Se dedicó al periodismo durante sus primeros años de incursión profesional, pero hoy en día está abocada a la docencia y a la investigación. Es feminista desde que, dice ella, ingresó al ámbito laboral. “Entré a los medios en los ’90, en la ciudad de Santa Fe. Era muy difícil, yo era la única mujer que había en la gerencia de noticias de LT10, la radio de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Me hice feminista joven para sobrevivir y muchos años después llegó la bendita ola verde que lo barrió todo”, cuenta.

Vive en la ciudad de Victoria, Entre Ríos, donde milita en la agrupación feminista Orilleras, creada en el año 2015. “Orilla es una cosa que está entre el agua y la costa, es una cosa que une y al mismo tiempo separa. Ser una orillera es estar en las orillas”.

Para Fiol y las activistas de Orilleras, los incendios en las islas significaron un viraje político y epistemológico hacia el ecofeminismo que ya no tiene retorno. Pero, ¿qué entendemos por ecofeminismos? Según la filósofa feminista Maristella Svampa, los ecofeminismos no son resultado de un discurso académico, sino que se forjaron al calor de las luchas de las mujeres, de las luchas sociales. “Fue en los años 70 que surgieron las primeras manifestaciones que podríamos denominar ecofeministas, que se plantaron contra la posibilidad de una guerra nuclear y denunciaron sobre todo la cultura de la muerte que caracteriza a la sociedad actual, que no solo se expresa en la violencia contra las mujeres sino también en la violencia contra la naturaleza”, afirma.

La yuxtaposición de los feminismos y la ecología tiene su razón de ser en una problemática común que une ambas trayectorias. Explica Ana Fiol: “Nosotras lo que hicimos fue entender la relación cuerpo-territorio. El ecofeminismo para nosotras en este momento es la entrada teórica más fructífera y más crítica a un campo de determinaciones de dominación. Para mí fue anudar una red de expoliación, extractivismo, exterminio y violencia a la que estamos sometidas las mujeres y los territorios”.

“Epistemólogas feministas hace muchos años vienen analizando cómo las ciencias, las tecnociencias, se construyen con metáforas y narrativas que son profundamente patriarcales. Quiere decir que se ha construido a la naturaleza y a las mujeres como un objeto separado del sujeto que mira, como un objeto para dominar. Entonces, esta asociación entre mujer y naturaleza, que yo te diría viene desde el neolítico, fue muy reforzada, como bien explica (la filósofa feminista, Silvia) Federici, con el nacimiento del capitalismo. Ahí las mujeres, la capacidad reproductiva y productiva de las mujeres, fue expropiada y transformada en naturaleza, como un recurso de la naturaleza que cualquier varón se podía apropiar y expropiar”, detalla Fiol.

En línea con lo planteado por Svampa, la activista y docente explica por qué los binarismos sobre los que están sedimentadas nuestras sociedades son propensos a construir o justificar dominación o subordinación. Binarismos como cultura-naturaleza, varón-mujer, intelecto-pasión, activo-pasiva, mente-cuerpo. La deconstrucción de estos mismos es una de las claves que se discuten dentro del ecofeminismo, y que permite pensar el abordaje de problemáticas ambientales en sus múltiples aristas.

Orilleras es una de las organizaciones fundadoras de Río Feminista, un proyecto de articulación de las voces y las luchas de las mujeres del Delta del Río Paraná que surgió en el 2019. “Es una articulación muy grande de mujeres del río, desde acá hasta el Tigre. Está Taller Flotante, Dulceras del Río, Taller Ecologista de Rosario, Cauce de Paraná, entre otras. Están también lxs compañeras Isleñxs en Lucha. Somos muchísimas”, cuenta Fiol.

El escenario de sus activismos y militancias es una de las cosas que convocan a todas estas agrupaciones en un mismo espacio. Fiol expresa: “Vivimos al lado del río, es nuestra casa y nuestro cuerpo. Cuando se quemaba el año pasado nuestra consigna era «se nos quema el patio, nos estamos quemando». Desesperante. No solamente la quema, sino la indolencia de los gobiernos, la complicidad, la inacción de la Justicia”.

Río Feminista se pronuncia, a través de sus prácticas y activismo, como una articulación que va atando cabos que vinculan el despojo extractivo y la quema de los humedales, “con las historias de vida y las luchas y resistencias invisibles de estas que somos, las mujeres de las islas”.

Entre las tantas acciones que llevan a cabo, elaboraron lo que llaman un “mapa del saqueo”: una herramienta construida con el objetivo de comprender integralmente la problemática, para poder así luego militarla y proteger el río, a la gente. “Un mapa donde podemos ubicar y pensar todos los extractivismos que el neoliberalismo aterrizó en nuestro río para destruirlo, con sus efectos de degradación”, sostiene Fiol.

“Cuando todavía podíamos viajar íbamos a Las Cuevas, a Diamante, a Fernando, acá al arroyo Paranacito. Íbamos a conversar con las mujeres. Fue así que nos dimos cuenta, recogiendo las historias de vida de las mujeres del río, que en las mismas está escrito el saqueo de su territorio, está inscripto en las historias de vida de las mujeres. Empezamos a escucharlas, a ponerlas todas juntas, y nos dimos cuenta que había un montón de regularidades”, amplia la militante feminista.

Los incendios afectan a islas en el río Paraná bajo jurisdicción de las provincias de Santa Fe y Entre Ríos, pero también en algunas localidades de la provincia de Buenos Aires. En estos últimos meses, el intenso viento, la falta de lluvias y la histórica bajante que se registra en el nivel de las aguas del río Paraná son algunos otros factores que han generado que el fuego se extienda sin control.

“Nosotras estamos articuladas con la Multisectorial de los Humedales, cortamos el puente varias veces, participamos de numerosas marchas. Del lado de Rosario y del lado de Victoria. Participamos en el Senado y en Diputados de la Nación, en el Senado y Diputados de la provincia, donde se abrieron instancias de participación social. Tratamos de hacer educación pública respecto de estos temas. Hay compañeras que pintan murales, que realizan intervenciones artísticas. Nosotras tenemos un programa ecofeminista de radio todos los fines de semana en este pueblo. Y varios otros proyectos en marcha además de Río Feminista”, puntualiza Ana Fiol.

Así como hay definida una construcción social del género, en un sistema donde mujeres y las disidencias son lxs oprimidos, hay una construcción social de la noción de naturaleza donde la misma naturaleza es objeto del saqueo. “Antes del Renacimiento, antes de que apareciera el Capitalismo, la naturaleza era considerada un organismo vivo. Cuando aparece el capitalismo, la naturaleza pasa paulatinamente a ser reconfigurada como una maquinaria, cuyas leyes pueden ser comprendidas por la matemática y explotadas por el capital”, explica la investigadora y docente:

“No importa si es Evo Morales (Bolivia), o si son los sanguinarios de Sebastián Piñera (Chile) o de Iván Duque (Colombia), asesinos de sus propios pueblos, o Nicolás Maduro (Venezuela). Todos los gobiernos de América Latina, no importa el signo político, todos tienen una base económica en el extractivismo, porque es lo que se piensa que es el desarrollo. Eso es lo que hay que desarticular”, agrega.

Los humedales son definidos como uno de los ecosistemas más productivos del planeta, como hábitat de numerosas especies de fauna y flora. De estos ecosistemas depende la vida de las personas que los habitan. Los humedales son fuente de alimento, de agua. Son ecosistemas que regulan inundaciones, sequías, enfermedades.

Es debido a su riqueza natural que los humedales del Delta del Paraná son puestos en jaque constantemente a causa de las quemas continuas y las actividades económicas degradativas de estos territorios. Apropiarse de las riquezas para llevar adelante lo que las militancias ambientales denuncian desde hace tiempo: un modelo económico de producción extractivista que está condenando al medioambiente.

“Como dice Zygmunt Bauman, este es un sistema que genera poblaciones superfluas, gente que sobra. Cuando vos miras el mundo con el lente ecofeminista te das cuenta de que esas poblaciones sobrantes viven en lo que nosotras llamamos «zonas de sacrificio», que concibe la destrucción objetiva del territorio de envenenamiento, basura. Eso coincide con las poblaciones más postergadas, más castigadas, superfluas en el sentido de que casi quedan excluidas, fuera del sistema. Acá y en el planeta”, asegura Fiol.

Y añade: “el concepto de «zonas de sacrificio» es muy potente porque te sitúa en el mapa. Es muy importante hacer mapas porque los problemas no son ni de Santa Fe ni de Entre Ríos, ni de Buenos Aires, son de las tres provincias. No son siquiera argentinos, porque nuestros humedales arrancan en Brasil. Es un mismo ecosistema, es un mismo corredor biológico”.

Entre los proyectos para intentar paliar y controlar los efectos de destrucción está la Ley de Humedales, que protegería un ecosistema fundamental en el marco de un colapso ambiental que vive el planeta. Debido a retrasos y postergaciones en su tratamiento, en diciembre de este año perdería estado parlamentario. “Verdaderamente, si algo nos dimos cuenta el año pasado es que el modelo extractivo, el lobby el fuego -porque esas islas no se quemaron solas-, tiene muchos socios”, concluye la activista.

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