Ciudad

El parque Independencia, un escenario de meditación

Por: Laura Hintze.- Mantras, yoga-tango y ejercicios de respiración cambiaron ayer el paisaje habitual en el Museo de la Ciudad.

Om. Unas 400 personas participaron de la invitación a “conectarse” con ellas mismas.

La actividad comenzó con un abrazo entre las casi 400 personas que asistieron, a modo de que las energías empiecen a conectarse. Primero se atendió al pie derecho: girarlo para un lado, girarlo para el otro, hacer como que pegás una patadita, pisás un acelerador, como que es un limpiaparabrisas. Después, al izquierdo. Y luego jugar a correr, a hacerse cosquillas, a relajar la cara haciendo morisquetas y sonrisas gigantes. Semejante “entrada en calor” perteneció a la jornada de meditación abierta realizada ayer por la tarde en el patio del Museo de la Ciudad. Organizada por la fundación internacional “El Arte de Vivir”, la actividad buscó invitar a la gente “a que se pueda conectar más consigo misma”. “¿Sabe con qué se compara esto? Con estar de vacaciones, cuando uno no se hace tantos problemas. Vivir así es un derecho que tenemos todos”, contó a El Ciudadano Roxana Solina, coordinadora de la fundación.

Tal como pedía la invitación, la mayoría de las personas se acercaron con su almohadón o manta y ropa cómoda: predominaba el blanco y los colores claros. Otros, tal vez despistados, tal vez participantes casuales, tuvieron que compartir las mantas o ejercitarse sobre las piedritas que había en el piso. Pero todos (de cualquier edad y género) podían pasar, sentarse, escuchar y hacer. “Hacer las cosas al 100 por ciento”, ponían como única condición las guías de las clases.

En primera instancia, a modo de estirar los músculos y prepararlos, se invitó a una mini-lección de “yoga-tango”. Así, un nutrido grupo se animó a aprender los pasos básicos del tango. Después se dio introducción a la actividad organizada para la jornada: meditar para bajar el ritmo, relajarse y estar un poco con uno mismo. “Lo que te permite poder estar un poco más feliz”, según Solina. Se hizo yoga, se meditó y se cantó. Esos fueron los puntos a trabajar en la tarde, teniendo como eje principal la respiración. “Nosotros trabajamos mucho con la respiración, que es una herramienta súper poderosa. Cada estado emocional tiene un ritmo respiratorio. Lo que se busca es aprender el camino inverso: a través de la respiración, poder manejar tus emociones negativas. Y eso tiene que ver con estar mejor”.

Teniendo en cuenta esto, a partir de ese momento siempre tuvo que saberse que haga lo que se haga había que inhalar y exhalar. A veces más lento. A veces “llevando el aire” al pie, a las piernas, a los brazos, siempre controlando los movimientos desde la respiración. La clase de yoga tuvo eso, y además muchos juegos, y muchos comentarios, que podrían ir contra la idea de que el yoga debe hacerse en un ambiente  tranquilo y relajado. Así, mientras uno se sostenía de su compañero, podía hablarle, y preguntarle cuál es su color favorito, cómo se llama; decirle que tiene cara de tal o cual animal. La mayoría se animó a formar parte del lado lúdico que se propuso, y hubo una buena ración de risas y sonrisas. Cabe destacar que otra condición a la que apuntaban siempre las coordinadoras era a sonreír: los brazos hacia arriba y una sonrisa, las piernas estiradas y una sonrisa. Según ellas, la sonrisa es la máxima expresión de una cara relajada, pero no quedan dudas de que también se relacionaba con ese bienestar que se quería dar, y también recibir.

Luego llegó el momento esperado. El de acostarse, pararse o sentarse, cerrar los ojos, dejar las palmas de las manos hacia arriba y hacer nada. O mejor dicho: meditar. Una grabación de Sri Sri Ravi Shankar, el fundador de “El Arte de Vivir”, actuó de guía. Y todos se lanzaron en la búsqueda de uno mismo. “Meditar es el arte de hacer nada, pero a veces nos cuesta hacer nada. Es relajarse y dejarse llevar, y a eso invitamos nosotros”, explicó, luego, Solina. La grabación invitaba a respirar de diversas maneras, a sentir el cuerpo, a recordar momentos felices y tratar de volver a esas sensaciones. También, como bien instalado está en la conciencia social, llamó a pensar en montañas, cielos estrellados y granitos de arena.

Más o menos cuatrocientas personas fueron las que hicieron algo diferente de su sábado. Casi todas conocían de qué iba esto: no son pocos los que ya se han adentrado a las propuestas “alternativas”, especializándose en una o haciendo una especie de zapping entre todas. Había gente de todas las edades. A lo mejor no de todas las clases, dado que, y aunque esta actividad haya sido gratuita, el acceso a estas especialidades no es fácil. Pero los que se enteraron e interesaron fueron, cerraron los ojos y meditaron, y no se rieron por cantar tres “Om” antes de empezar. Y tampoco les pareció extraña la fiesta de cierre: con panderetas, guitarras y cajones; bailando y alzando los brazos como viendo a la banda de rock favorita, la meditación abierta terminó con un canto de mantras, aquellas sílabas, palabras, frases o textos que al ser recitados y repetidos llevan a la persona a un estado de profunda concentración.

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