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El futuro salvado en las arenas de Playa Girón

Por: Rubén Alejandro Fraga

Playa Girón es un símbolo de la resistencia del pueblo cubano al imperialismo.
Playa Girón es un símbolo de la resistencia del pueblo cubano al imperialismo.

“De Girón se pueden sacar muchas lecciones. Sería imposible enumerarlas todas, ni pretendo eso; pero sí quiero señalar algo: la importancia de Girón no está en la magnitud de la batalla, de los combatientes, de los hechos heroicos que allí tuvieron lugar; la gran trascendencia histórica de Girón no es lo que ocurrió, sino lo que no ocurrió gracias a Girón”. La frase es del histórico líder cubano Fidel Castro Ruz, quien desde que asumió el poder en la isla caribeña en 1959 predecía que Estados Unidos intervendría militarmente en Cuba para aplastar su revolución antiimperialista. Del mismo modo, él prometía que arrasaría a los invasores.

La predicción de Fidel se hizo realidad el 17 de abril de 1961, cuando más de 1.500 exiliados cubanos derechistas, entrenados por la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Guatemala, Nicaragua y Puerto Rico e identificados como Brigada 2506, llegaron a las arenas de Playa Girón, en la Bahía de Cochinos, con armamentos y barcos norteamericanos para derrocar al gobierno revolucionario de Cuba.

El dictador de Nicaragua, Luis Anastasio Somoza Debayle, había despedido en el muelle de Managua a los expedicionarios. El denominado Ejército Cubano de Liberación, que la CIA fabricó y manejó, estaba formado por militares y policías de la dictadura del derrocado Fulgencio Batista y por los desalojados herederos de las plantaciones de azúcar, los bancos, los diarios, los garitos, los burdeles y los partidos políticos.

“¡Tráiganme un par de pelos de la barba de Castro!”, les encargó Somoza, según cuenta Eduardo Galeano en Memoria del fuego.

Pero Fidel Castro cumplió su promesa: en menos de 72 horas la invasión de los contrarrevolucionarios había fracasado y los sobrevivientes tuvieron que rendirse con fuertes pérdidas.

Los enfrentamientos ocurrieron en la Bahía de Cochinos, a 170 kilómetros de La Habana, y los atacantes perdieron 115 hombres mientras que otros 1.189 fueron capturados. El Ejército cubano tuvo 176 bajas.

La invasión de los anticastristas fracasó luego de que la aviación cubana derribara siete de los ocho aviones B-26 provistos por los norteamericanos a los rebeldes y pusiera fuera de combate a los buques Houston y Río Escondido cerca de Playa Larga, con la consiguiente pérdida del armamento que transportaban para las fuerzas desembarcadas.

Girón es una pequeña playa en la margen oriental de la Bahía de Cochinos, en el centro-sur de la isla de Cuba, y está situada en uno de los mayores humedales del mundo, la Ciénaga de Zapata. Esos pantanos que la CIA eligió para el desembarco habían sido el lugar más miserable de toda Cuba, un reino de cocodrilos y mosquitos, hasta que la revolución llegó. Entonces el entusiasmo humano transformó esos lodazales, fundando en ellos escuelas, hospitales y caminos. Por eso los cubanos de esas ciénagas fueron los primeros en ponerle el pecho a las balas en Playa Girón contra los invasores que venían a “salvarlos”.

Tras el desembarco del 17 de abril de 1961 en Playa Girón y Playa Larga –del que hoy se cumplen 49 años–, las tropas regulares del gobierno de Fidel Castro (Ejército Rebelde y Policía Nacional) llegaron paulatinamente a la zona, reforzando a los milicianos (Milicias Nacionales Revolucionarias) que hasta entonces intentaban rechazar la invasión. Al final del primer día de combate los barcos de la brigada asaltante se retiraron definitivamente sin lograr desembarcar equipos y municiones; el Houston quedó encallado y el Río Escondido fue hundido.

Al día siguiente del ataque, Fidel Castro, en una alocución por todos los medios de difusión y ante una multitud armada con eficientes fusiles soviéticos, declaró el carácter socialista y marxista de la Revolución Cubana, pese a que en 1959 había expresado su rechazo al comunismo en entrevistas a la prensa radial, escrita y televisiva.

El por entonces flamante presidente de Estados Unidos, el demócrata John Fitzgerald Kennedy –quien había asumido el poder en enero de ese año–, había autorizado la invasión –un plan heredado de su antecesor, el republicano Dwight Eisenhower–, tras un largo debate con su gabinete.

La CIA, basándose en el éxodo de miles de cubanos hacia Estados Unidos, pronosticó que el ataque provocaría un alzamiento general contra Castro en la isla. Pero la mayoría de los cubanos estaba a favor de Fidel.

Es que el barbado líder cubano había estimulado el orgullo nacional con las expropiaciones de propiedades norteamericanas y su postura antiyanqui. Pero eso no era todo. Sus revolucionarios programas en materia de educación, cobertura médica gratuita, construcción de viviendas, reforma agraria y promoción de la igualdad racial y sexual, apuntaban a mejorar la calidad de vida de la mayoría de los cubanos.

Además, la clausura de los casinos y prostíbulos de La Habana –símbolos de la corrupción del régimen anterior– y la ejecución de unos 500 oficiales de la dictadura de Fulgencio Batista fueron bien recibidos por la gente.

Como si eso fuera poco, las bombas terroristas de la derecha reaccionaria y el bloqueo norteamericano a la isla sólo consiguieron reforzar la resolución del pueblo cubano y su identificación con la revolución.

Tras el fracaso de Playa Girón, Kennedy aceptó su responsabilidad por la mala organización de la invasión, pero aseguró a los rebeldes derrotados que un día gobernarían Cuba.

Por su parte, Fidel estrechó su amistad con los soviéticos y anunció por primera vez que su país seguía la senda comunista.

Los prisioneros anticastristas fueron juzgados y condenados por el gobierno cubano. Sin embargo, luego fueron canjeados a través de intermediarios con el gobierno estadounidense a cambio de 53 millones de dólares en forma de alimentos, medicinas y tractores. A finales de 1962 llegaron a Estados Unidos, donde fueron recibidos y homenajeados por el presidente Kennedy.

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