Ciudad

El Concejo pide controlar la “basura de bajo consumo”

Por Laura Hintze y Paola Cándido. Una ordenanza encomienda al Ejecutivo implementar una “recolección diferenciada” de lámparas rotas.

El Concejo Municipal aprobó la semana pasada un proyecto de ordenanza para que la Municipalidad instrumente una vasta “campaña de difusión y concientización sobre los alcances de la ley 26.473”, aprobada por el Congreso nacional, que entró en vigencia en enero de 2009 estableciendo que partir del 31 de diciembre de 2010 quedaría prohibida “la importación y comercialización de lámparas incandescentes de uso residencial general en todo el territorio de la República Argentina”. La norma, que prioriza el ahorro energético y está en plena vigencia, no tomó en cuenta una arista clave: qué hacer con las lámparas de bajo consumo. Es que aunque tengan mayor vida útil que las viejas “bombitas” también se queman, pero a diferencia de estas contienen elementos altamente contaminantes y tóxicos, como plaquetas, circuitos y mercurio. Frente a ello, el artículo segundo de la ordenanza municipal encomienda al Departamento Ejecutivo “la instrumentación de un plan de recolección diferenciada para el tratamiento y disposición final de las lámparas fluorescentes compactas al término de su vida útil”, en sintonía con la preocupación que mostraron desde organizaciones ecologistas hasta la propia Municipalidad, que aún no sabe qué destino les dará a estos artefactos.

En el Palacio Vasallo se le dio el visto bueno por unanimidad a una iniciativa impulsada por el concejal Edgardo Falcón, quien planteó la necesidad de desarrollar acciones “para evitar cualquier riesgo que trae la adopción masiva de las lámparas de bajo consumo por su contenido de mercurio”.

La inquietud nace de la reciente aplicación de la ley nacional 26.473. Por esta razón, se incentiva el uso de las de “bajo consumo”, cuyos beneficios son varios pero tiene un gran punto en contra: una vez que se agotan y son desechadas pueden resultar nocivas para el medio ambiente en caso de que se rompan, porque contienen mercurio.

Ante la consulta de El Ciudadano, desde la Municipalidad admitieron que “aún no existe un plan definido” para “contener” las Lámparas Fluorescentes Compactas (LFC) que salen de circulación y que, por ahora, van a parar a la misma bolsa de basura de los hogares que las cáscaras de papa o la yerba vieja. En ese marco, la subsecretaria de Medio Ambiente, Daniela Mastrángelo, sostuvo que debería existir una norma nacional que contemplara un mecanismo de tratamiento adecuado para estos artefactos, ya que su deposición excede las capacidades de los sistemas de recolección de residuos de los municipios.

En rigor, en Rosario aún no se masificó el uso de lámparas fluorescentes, ya que recién en los últimos días dejaron de venderse en los comercios las incandescentes. Por ello el problema ambiental aún es de baja escala, aunque no tardará en llegar el momento en que las “lamparitas” de toda la vida pasen a ser sólo un recuerdo y su reemplazo por las de bajo consumo sea absoluto. Dicho de otro modo, en el mediano plazo estarán funcionando varios millones de lámparas de bajo consumo.

El proyecto aprobado por el Concejo va en esa dirección: actuar antes de que sea tarde. Falcón, autor de la iniciativa, le pidió al Ejecutivo municipal que se instrumente “un plan de recolección diferenciada para el tratamiento y disposición final de las lámparas fluorescentes compactas al término de su vida útil”. Al mismo tiempo, “un trabajo conjunto con reparticiones locales y provinciales” al respecto.

De igual modo, el edil socialista reivindicó los numerosos beneficios que tiene la adopción de la iluminación fluorescente, pero señaló que “una de las preocupaciones que surgen respecto del uso de las LFC es que utilizan mercurio”. Aunque aclaró que según el Instituto Nacional de Tecnología Industrial “la cantidad de este elemento químico que cada LFC posee es de alrededor de 2 miligramos, esto es mil veces menos que un termómetro clínico y cien veces menos que un clásico tubo fluorescente”; todo cambia cuando se multiplica por millones de hogares, en los que hay sólo un elemento para medir la fiebre pero más de una decena de artefactos de iluminación.

“Es cierto que el mercurio no es emitido al ambiente en tanto y en cuanto el tubo de vidrio se mantenga intacto, por lo que deben tomarse algunas precauciones para la recolección y disposición de fragmentos en caso de rotura, y para su tratamiento y disposición final cuando termina su vida útil”, explicó Falcón. Por ello, “es indispensable la instrumentación de un plan de recolección diferenciada, a fin de lograr una coherente política de eficacia energética y preservación del ambiente”.

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