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Él, como un político más

Por Candi.- “La política es una de las tareas que más me agrada”, dice. Y lo justifica en que es una actividad donde se conjugan las más maravillosas circunstancias para que se puedan aplicar las mejores aberraciones y los más diversos pecados.

¿¡Cómo iba a imaginar que lo encontraría esta vez en mangas de camisa, de pie detrás de una mesa, con un micrófono en la mano y arengando a una abigarrada, heterogénea, concurrencia!? No quiero recordar las palabras que escuché mientras decidí aguardarlo, en un costado de la sala, a que terminara su discurso. Sólo diré que me pareció escuchar las mismas frases en no pocos políticos argentinos, y de otros países, claro, en los últimos años. Mientras que con una técnica persuasiva extraordinaria arrancaba aplausos y gestos afirmativos de la gente que se había convocado en el lugar, me miró traviesamente y me guiñó un ojo. No sé por qué (o sí lo sé) al advertir la pícara guiñada que me anticipaba las respuestas que me daría durante la entrevista, pensé que esas personas, cruelmente engatusadas por sus malas artes, se parecían a esos infelices personajes de Pobre Gente, del siempre recordado Dostoievsky.

Al fin terminó su alocución aclamado, vitoreado, mientras desde una parte de la multitud cientos de gargantas comenzaron a vociferar: “¡Se siente, se siente, el diablo presidente!”.

—¿Pero que está haciendo aquí? –le pregunté no más se acercó hasta donde yo estaba.

—Es claro, soy candidato a presidente de esta Nación.

—¿También incursiona en política?

—Es una de las tareas que más me agrada. En esta profesión se conjugan las más maravillosas circunstancias para que se puedan aplicar las mejores aberraciones y los sendos pecados: la mentira, la injusticia social, la injusta distribución de la riqueza y todo aquello que provoca dolor y humillación en el ser humano puedo dirigirlo desde la política, desde la función pública a través de mis artes. Es verdad que no siempre soy candidato. Sólo me encarno en un político de vez en cuando y en determinadas situaciones. Pero yo y mi séquito actuamos permanentemente sobre la mente de los dirigentes, a los efectos de provocar desamparo, pobreza, guerras, violencia moral y tantas otras cosas que provocan dolor en el ser humano común y atentan contra el destino de otras criaturas como animales y plantas. Imagínate, por ejemplo, cuánta desazón y heridas hemos provocado mis seguidores y yo en el ecosistema a través del deseo irrefrenable de riquezas de cierta gente. Son nuestros aliados funcionarios que permiten a inescrupulosos emprendedores contaminar el medio ambiente; talar bosques; establecer la explotación minera a cielo abierto; en fin, que me valgo de empresarios poderosos, inescrupulosos e insensibles y de políticos (a la sazón funcionarios), que establecen normas y medidas útiles a mis fines. Debes saber que en el mundo, y en cada país, hay organizaciones en las que he logrado introducirme, en las que ejerzo una fuerte y proverbial hegemonía y a través de las cuales establezco políticas mundiales.

—¡Vaya! ¿Qué organizaciones son esas?

—Grandes empresarios, dueños de medios de comunicación, poderosos de las finanzas, políticos, miembros de la nobleza. Hay un famoso “club” internacional, muchos de cuyos miembros me responden. Pero esa es sólo una parte de mi acción. Mis discípulos actúan en todas partes, en todos los países y hasta en las más remotas aldeas. Siempre, claro, con el mismo fin: angustiar al hombre, impedir un orden justo. En tu país, por ejemplo, he trabajado sobre muchos y conspicuos funcionarios, a veces sin que ellos mismos advirtieran mi tarea. Sigilosamente los inspiré a decir y hacer las más disparatadas acciones ¿Recuerdas palabras de ciertos dirigentes? ¡Oh, te recordaré algunas!: “Hay que pasar el invierno” (Álvaro Alsogaray); “El que apuesta al dólar pierde” (Lorenzo Sigaut); “Regresen tranquilos a sus hogares, la casa está en orden”, o “con la democracia se come…” (Alfonsín). “Síganme, que no los voy a defraudar” (Menem). O aquella otra famosa y bellísima frase: “El año 2001 será un gran año ¡Qué lindo es dar buenas noticias!” (De la Rúa). ¿Algo de lo anunciado con gran pompa se cumplió?

—¿El cepo cambiario, el absolutismo como forma de operar, la inflación y la vigencia del Impuesto a las Ganancias a los trabajadores y jubilados también es una sugerencia sutil suya a la mente de algunos funcionarios?

—Bueno… ¿qué puedo decir que no sospeches?

—Pero su actuación en este, mi país, deduzco que es de larga data.

—Claro, he instalado en este suelo el rencor, el odio, el desencuentro, hace mucho tiempo. Te diría que fue desde aquel momento magistral en que actué sobre la mente de Lavalle para que fusilara sin piedad a Dorrego. De allí, hasta estos días, mi obra ha sido espléndida: división, enfrentamientos, rencores, persecuciones, asesinatos. Hay quienes dicen que en este país hubo alguna vez dos demonios. No es así, siempre fui yo actuando sobre los necios de uno y otro bando y haciendo postrar al pueblo, humillándolo en la desgracia de la injusticia. Nada más peligroso para mis fines, señor, que el acuerdo entre adversarios en puntos fundamentales para el crecimiento de una sociedad. El bien común no entra en mis planes, por eso no puedo tolerar políticos que piensen y accionen en favor de este deleznable bien (y reconozco que los hay). La gran obra mía, a través de los tiempos, ha sido concretar guerras, terrorismo, hambre, pobreza, discriminación, injustos encarcelamientos, desocupación, salarios de hambre. En fin, mi obra es extraordinaria.

—¿Se encuentra más a gusto con el neo liberalismo?

—Allí donde pueda haber una política de estado que implique desazón para el ser humano, allí me siento a gusto. Sin embargo, y para que lo sepas, mi presencia fue fulgurante en Hitler. Seis millones de judíos y otras minorías muertas; el mundo en llamas y un Göebbels que dejó una máxima que emplean muchos políticos del mundo entero (sobre todo algunos de tu país): “Miente, miente que algo siempre queda” (en la mente colectiva).

—Sí, tiene razón, algunos han sido y siguen siendo muy, pero muy macaneros e hipócritas. Será hasta la próxima, porque por hoy es demasiado.

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