Cine

Séptimo arte

El balance del cine en el 2016: un año de elaborada variedad

Pese a la hecatombe económica, hubo durante el año que termina una buena cantidad de estrenos de variada procedencia, con ricos planteos formales y estéticos y con temáticas sensibles como el amor homosexual, desapariciones y segregación.


A pesar de las inclemencias económicas surgidas de los planes de ajuste del gobierno de Cambiemos, 2016 fue un año fructífero en cuanto a cantidad de títulos estrenados; los hubo de variada procedencia, locales y extranjeros, de casi todos los géneros y hasta pudieron verse algunos títulos rosarinos surgidos, la mayoría, de los programas de incentivo audiovisual que impulsa el Ministerio de Innovación y Cultura provincial.

Variedad y riqueza

Si en lo variado puede a veces encontrarse aquello que brilla con luz propia, en materia de cine estrenado este año hubo materiales sumamente interesantes por sus planteos argumentales y formales, algunos incluso con una producción que nada tienen que envidiar a la de las grandes factorías. Casi todos abordaron temas sensibles socialmente como el amor homosexual, cuestiones de género, los genocidios, las desapariciones de militantes políticos, el racismo y la segregación aborigen, entre los más notables.

No sólo ficción

Algunos de los títulos más connotados fueron documentales que hurgaron en problemáticas complejas con fuerte arraigo en la conflictividad social o en los tiempos oscuros de la dictadura cívico-militar, donde todavía es posible seguir encontrando huellas del terror sembrado entre la desprotegida población y entre los asediados militantes. Algunos de los documentales destacados que pudieron verse fueron El padre, de la realizadora Mariana Arruti, quien  disecciona parte de su pasado para acercarse a la figura de su padre militante a quien no conoció y lo hace con el coraje y la sensibilidad para captar algo de ese pasado oculto que sitúa su presente y a ella misma. En un sentido similar puede mencionarse la valiente Murales: el principio de las cosas, donde el rosarino Francisco Matiozzi Molinas recorre el pasado terrible de parte de su familia para adaptarse a su segundo apellido. Pequeño diccionario ilustrado de la electricidad, de los también rosarinos Gustavo Galuppo y Carolina Rimini, es un interesante experimento sobre un pionero en la investigación de la energía eléctrica  y sobre el pasaje del capitalismo industrial a sus actuales formas salvajes arraigadas en la globalización neoliberal. En Los cuerpos dóciles, Diego Gachassin y Matías Scarvaci siguen el derrotero de jóvenes presos a quienes defiende un singular abogado, en una mirada aguda sobre el lado criminalizado de la sociedad. La larga noche de Francisco Sanctis es una ficción que se mete con pericia en el tono imperante durante los años de plomo de la dictadura cívico-militar.

Cumbres borrascosas

Entre los films extranjeros destacaron Carol, del norteamericano Todd Haynes, sobre el amor prohibido de dos mujeres en la pacata década de los 50; Loca alegría es un drama matizado por rasgos de humor sobre dos mujeres en una institución psiquiátrica que sólo buscan ser ellas mismas; Tiempo de revelaciones, de la francesa Catherine Corsini sigue otra relación entre dos mujeres que rompen los tabúes y estereotipos para adueñarse de sus cuerpos y sus deseos.

Dos apuestas luminosas

Hubo dos materiales audiovisuales que con diferentes temáticas alcanzaron también una cima de originalidad por tratamiento y temática. Fueron la argentina Gilda. No me arrepiento de este amor, dirigida por la argentina Lorena Muñoz que reconstruye la vida de la popular cantante trágicamente fallecida con imaginación y frescura y que llegó a ser uno de los éxitos de taquilla del año; el otro es la producción colombiana-venezolana-argentina El abrazo de la serpiente, un profundo y encomiable relato sobre un curioso viaje de dos científicos y un chamán en busca de una planta sagrada.

La fuga del río, el salto de los peces

Un verdadero suceso, al menos para los santafesinos seguidores de la obra de uno de los escritores más interesantes que surgieron desde esta provincia, fue el estreno de El limonero real, film basado en la novela homónima de Juan José Saer que dirigió Gustavo Fontán, un realizador con la suficiente sensibilidad para captar la sosegada luminosidad del universo del también autor de Lo imborrable y Glosa. La novela describe un conjunto de pequeños sucesos ocurridos en una zona isleña durante el festejo de fin de año a partir del seguimiento de Wenceslao, un pescador que carga con la culpa de la muerte de su hijo adolescente. La operación fílmica llevada a cabo por Fontán desoye los principios de literalidad para dejar fluir algunas corrientes internas de la novela de Saer pero direccionándolas para  penetrar en ese paisaje donde los personajes despliegan sus matices de ingenuidad y ternura, de desasosiego y entereza; todo a través de una lógica de planos vigorosos en su relieve que aún continúan comunicando una vez transformados en otros. De este modo, Fontán desdibuja la textura original de las imágenes saerianas, en su afán de construir a partir de su memoria de lectura, para oír la fuga del río, el salto de los peces, el brillo mitológico de la espesura isleña, los hombres y mujeres guarecidos del calor con sus esperanzas puestas en promesas y sacrificios.

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