Economía

Panorama económico

Economía y soberanía: un análisis más profundo sobre las propuestas de Renta Básica Universal

En los últimos días resurgió la idea de un ingreso general para remediar la pobreza y la exclusión. Pero a la par se reavivó el debate sobre el trabajo digno en el marco de un proyecto alternativo al de sólo aumentar exportaciones primarias. El economista Rodolfo Treber lo explica de la A a la Z


Fundación Pueblos del Sur (*)

 

Especial para El Ciudadano

 

En los últimos días resurgió la idea de la Renta Básica Universal como solución al problema de la pobreza y de la exclusión de amplios sectores de la sociedad. ¿Es la herramienta más adecuada? ¿Puede conseguir el fin para el que está propuesta? El economista Rodolfo Treber, integrante de la Fundación Pueblos del Sur, responde, reflexiona –y advierte– sobre ello en una entrevista con la periodista Nancy Giampaolo para la revista Paco, que reproduce El Ciudadano.

—Entiendo que la Renta Básica Universal, pese a ser una de las propuestas a futuro de algunos referentes del oficialismo, resulta cuanto menos discutible ¿Por qué?

—Porque los subsidios, o asignaciones sociales, deben ser medidas de urgencia destinadas a quienes sufren por no contar con sus necesidades básicas cubiertas y, como tales, deben estar acompañadas de un plan que contenga la solución al problema: la generación de empleo genuino y formal. La Renta Básica Universal, como medida única, sólo serviría para naturalizar y consolidar la pobreza generalizada en la que vive el pueblo argentino. En otras palabras, sería validar la falacia de la existencia de una “pobreza estructural” –que invita a pensar en cimientos, columnas y paredes inamovibles– cuando en realidad nos encontramos con una pobreza sistémica, consecuencia de la instauración de un modelo económico agroexportador, rentístico y financiero que lleva más de treinta años.

—Sin embargo, muchos hablan de ventajas relacionadas con tener cubierto lo básico como para, a partir de eso, poder elegir qué hacer de su vida sin estar siempre urgido por sobrevivir…

—Acá nadie discute las ventajas de la RBU dado que las situaciones de urgencia deben ser solucionadas a como dé lugar. Pero siendo una medida aislada en medio de un gobierno que insiste en que la única salida a la crisis es aumentar las exportaciones, que significa profundizar el modelo agroexportador, tiene más puntos en contra que a favor.

—¿Por qué?

—En principio porque contribuiría al absurdo de naturalizar la pobreza generalizada en un país naturalmente rico, con abundantes tierras fértiles utilizadas como vientre cautivo de semillas transgénicas para producir granos y forraje, mientras nuestras pibas y viejos se mueren de hambre. En segundo lugar, porque significaría la resignación y claudicación ante la globalización y su División Internacional del Trabajo, que nos posiciona como un país “periférico”, productor de materias primas y, por lo tanto, empobrecido y sin progreso ni desarrollo alguno. Esto se debe a que el concepto de renta abona a la fatal idea de creer que debemos hacer hincapié en el crecimiento de la productividad de nuestras tierras para obtener mayor beneficio por goteo. Es el sueño liberal, la puesta en práctica de la teoría del derrame, generando una excesiva acumulación de riquezas en unos pocos, a costa de la negación deprimente de la posibilidad de una vida digna para las grandes mayorías. Y, finalmente, porque no sólo de pan vive el hombre. Plantear a la RBU como una solución única a los problemas de los argentinos es resultado de una mirada exclusivamente materialista de la vida y, por lo tanto, errónea. Creer que asegurar un plato de comida es poner a todos en un plano de igualdad de posibilidades es negar nuestra necesidad de desarrollarnos en, y con, nuestro entorno; de alimentarnos espiritualmente, en comunidad, a través de la técnica, el arte, la cultura. Todo eso lo da el trabajo; negarlo es negar nuestra condición humana.

—¿Y las experiencias positivas que tuvo implementarla en otros países?

—Hacer referencia al éxito que tuvo en otros países, y utilizarlo como fundamento, no tiene sentido, dado que en todos los casos los contextos y su marco de aplicación son diametralmente opuestos. No es lo mismo aplicarla como medida aislada en un país que necesita de un proceso de desarrollo integral (económico y social), con altos niveles de desocupación y pobreza, que en aquellos países donde surge para sostener ese nivel de desarrollo ya alcanzado, producto del avance de las tecnologías que paulatinamente van sustituyendo algunas de las actividades que lo generaron. Primero lo primero, o en paralelo, nunca al revés.

—Es decir que estamos ante una idea muy difícil de conciliar con el peronismo, del cual usted forma parte…

—Claro, porque la aparición masiva de las asignaciones sociales se dio en el 1996, luego de la flexibilización laboral y durante el proceso de desindustrialización, como forma de apaciguar el malestar social y, principalmente, para tapar la creciente desocupación e indigencia. De ahí en más, fue una política permanente y sostenida en cada gobierno ante la incapacidad, o falta de voluntad, de volver a reconstruir la industria nacional y cumplir con la máxima peronista de “gobernar es crear trabajo”. Más que una idea difícil de conciliar, es una contradicción en sí misma plantearla desde adentro del peronismo. Si en verdad, en este caso, el objetivo fuera otro, deberíamos estar viendo la puesta en marcha de un plan de recuperación de empleo, sustitución de importaciones, reconstrucción de nuestras redes logísticas… Sin embargo, no parece existir otro proyecto que la continuidad de este modelo colonial, caracterizado por una economía primarizada y dominio extranjero de los sectores estratégicos –comercio exterior, banca, acopio y comercialización de alimentos, logística, energía, telecomunicaciones y siderurgia–.

—Advierto que tiene una mirada más amplia sobre el trabajo que la que lo conceptúa como una suerte de castigo inevitable que sirve para sobrevivir…

—Sí. Es mucho más que una herramienta para satisfacer nuestras necesidades básicas. Es el pilar del desarrollo del individuo, la familia y la comunidad. Sin la organización de la comunidad en base al trabajo sucede lo que ocurre a partir de la década del 90, la organiza el paradigma de la desocupación. Desigualdad, delincuencia, adicciones, violencia en general, son hijos, horribles pero genuinos, de la desocupación. Por eso, no hay desarrollo suficiente de la persona si permanece subordinada a la ayuda social.

—Santiago Cafiero dijo que la Agenda 2030 (de la que la RBU es una parte) se va a llevar adelante en Argentina gobierne quien gobierne…

—Existe el mito de que en la Argentina faltan políticas de Estado. Sin embargo, hace más de treinta años que las cuestiones más importantes se mantienen sin variación alguna, gobierne quien gobierne. Resulta ilustrativo ver que el énfasis puesto en los planes de aumento de las exportaciones es compartido por ambas partes de la falsa grieta política en la Argentina. Porque en el fondo, pese a los enfrentamientos en temas coyunturales y efímeros, comparten la voluntad de conservar la actual estructura económica nacional, que no puede tener otro resultado que no sea la injusticia social. Concentrarse sólo en alentar el crecimiento de las exportaciones y mantener calmo, o deprimido, el consumo interno sólo sirve a los intereses del sector exportador. Al mismo tiempo representa un absurdo desde lo económico, dado que mientras no exista un proceso de industrialización, y por el avance de las tecnologías, todo aumento de ingreso de divisas provoca un aumento mayor en el monto de las importaciones, lo que acentúa el estrangulamiento externo y deja sin solucionar el problema de fondo, que es la falta de trabajo. Por eso un proyecto de industrialización por sustitución de importaciones es el único camino posible para independizarnos y elevar el nivel técnico y cultural del Pueblo a partir de la cultura del trabajo, que es la que permite todas las otras.

—Dentro de la Agenda 2030 está la Agenda Verde a la cabeza. ¿Qué puede comentar sobre lo que esto implica respecto a los agronegocios?

—Si hay algo que hace muy bien el poder, es manipular la información. En este caso, con la Agenda 2030 se montan sobre una causa justa y urgente, que es el cuidado de la naturaleza, para lograr conservar el orden establecido de países “centrales” y “periféricos”. Para hacer un análisis correcto hay que aclarar que existe una crisis de sobre producción contaminante que impacta de forma atroz sobre nuestra casa común, la naturaleza. Esta crisis, que intentan mostrar exclusivamente como climática para desligarla de sus responsables, tiene como principales causas los agrotóxicos que dañan a las tierras fértiles y consumen excesiva cantidad de agua dulce; el extractivismo en todas sus formas y la sobreproducción como consecuencia del consumismo y el derroche de la obsolescencia programada. Sobre esta realidad, la Agenda 2030 que se promueve desde los centros del poder, plantea como respuesta un esfuerzo común y global frenando todo proceso de industrialización y promoviendo la aplicación de nuevas tecnologías que utilicen fuentes de energías renovables. Visto de esta manera puede parecer justo, pero no lo es tanto cuando observamos que aquellos que promueven este esfuerzo colectivo son los responsables individuales de esta dramática situación. En las ciudades más importantes de Estados Unidos, China, Japón y Europa vive el 15% de la población mundial, mientras que consumen el 85% de los bienes comunes del planeta. Son ellos mismos los que ahora le exigen un esfuerzo global al resto de América, África, Asia y Oceanía, que consumen el 15% restante. La Agenda 2030, en vez de atacar las causas y a sus responsables, busca establecer los parámetros de la producción futura a escala global con el objetivo de conservar el poder en las mismas manos.

 

(*) fundacion@pueblosdelsur.org

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