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Dos “Pasionarias” argentinas

La periodista María Seoane narra las biografías de Alicia Eguren y Susana Pirí Lugones, dos mujeres de acción intelectual y revolucionaria que se involucraron plenamente en la construcción de un destino colectivo de justicia y solidaridad.


Actualmente, la periodista y escritora María Seoane se desempeña como directora de Radio Nacional y es editora general de la revista Caras y Caretas. Fue periodista de Clarín, Noticias y Sur, entre otros medios gráficos, y algunos de sus libros más emblemáticos, en el sentido de abordar personajes y temas poco frecuentados –o de menor profundidad si los había–, son El enigma Perrotta (2011), El dictador (2001), Todo o nada (1991), y La noche de los lápices (1986). Recientemente apareció Bravas, su último trabajo sobre dos mujeres de ideas y, cuando era necesario, de armas tomar que lamentablemente engrosan la fatídica lista de desaparecidos por la última dictadura cívico-militar. Se trata de Alicia Eguren y Susana Pirí Lugones, protagonistas de una época convulsionada por la necesidad de profundos cambios en Argentina, en Latinoamérica y en el mundo, donde la disputa de los poderes hegemónicos por implantar sus lógicas para mejor apropiarse de las riquezas de cada país asediado tuvo verdaderos campos de batalla en los que los contendientes eran las fuerzas revolucionarias de distintos signo y las oligarquías y burguesías nativas, capaces de apelar al exterminio para perpetuarse como tales. La vida, pensamiento y acción de estas dos mujeres son reveladas con sagacidad investigativa por Seoane, a la manera que ya había hecho con las de Rafael “Cacho” Perrota, director del periódico El cronista comercial, quien mantuvo al mismo tiempo vínculos con el genocida Emilio Massera  y con la inteligencia del PRT-ERP, y luego fue desaparecido, y de quien hasta el momento del libro muy poco se sabía de sus peripecias; y con la de Roberto “Robi” Santucho, un pormenorizado relato sobre la vida pública y privada del líder del Ejército Revolucionario del Pueblo, donde se develan aspectos insospechados del jefe máximo de esa organización guerrillera. En Bravas Seoane también desnuda la delgada línea entre el mundo privado y el público que luego, en el caso de ambas mujeres, iba haciéndose uno solo y enfatiza aquellos momentos de intereses contrapuestos que no pocas veces tuvieron lugar en el devenir de sus vidas.

Dos mujeres, un destino

A su modo, estas mujeres sostuvieron un nexo inclaudicable con lo que pensaban y sentían, consustanciadas en la posibilidad de mejorar las condiciones de vida de las mayorías oprimidas, y fueron partícipes de “momentos claves” durante las etapas en que su compromiso fue mayor con la acción política y militante, y desde sus inicios, aunque casi en veredas opuestas, fueron fieles a sus convicciones. Al igual que en sus otras biografías, este libro de Seoane tiene mucho de memoria; a la vez que traza la biografía de Eguren y Pirí Lugones, se interna en la historia del país y en sus drásticos y trágicos cambios y sobre todo en lo que implicó el peronismo como movimiento popular, al que por accesos distintos y con diferencias de puntos de vista, ambas mujeres terminarían adhiriendo. Pirí Lugones dentro de la organización Montoneros, luego de pertenecer a una izquierda crítica y liberal, y Eguren, desde su luminoso amor con John William Cooke, su idilio con la temprana Resistencia Peronista y su papel fundamental en la forja de los sindicatos revolucionarios, hasta su posterior desconfianza en Perón –“…ese viejo es un cabrón. …esto revela aún más ese jueguito pendular del que me tiene harta…”, dice Eguren en relación a la desautorización que Perón les hace a Cooke y a ella como sus delegados ante los comandantes cubanos–, y su desesperada búsqueda por superar la antinomia izquierda-peronismo, que en su última etapa la acercaría a la guerrilla guevarista representada por el ERP.

Itinerarios paralelos

En Bravas se suceden el primer golpe militar, Forja, el surgimiento del peronismo, los movimientos vanguardistas culturales y políticos, las manifestaciones antipopulares, incluso en los segmentos progresistas o de izquierda luego de la caída de Perón en el 55, con escenas donde Eguren y Pirí Lugones son protagonistas, ya atravesadas por la historia política desde sus propias cunas. Susana Pirí Lugones es nieta del poeta Leopoldo Lugones, cuya mentalidad promilitarista y reaccionaria opacaría los aciertos estéticos de su obra, e hija de Polo, tristemente conocido por ser el iniciador de la tortura con picana cuando fue jefe de policía del dictador Agustín P. Justo luego del golpe del 30. Y Eguren tuvo padres de tradición irigoyenista, profesionales de mentalidad progresista que le inculcarían formas de pensamiento donde primaban los pilares de solidaridad y justicia. Tal vez pueda vérselas como mujeres prototípicas de una era que podía parir una revolución; las dos fueron audaces, imaginativas y a su modo seductoras. En realidad nada indica que se conocieran pero hubo algún lugar común como el taller de H. A. Murena, donde estudiarían a Sartre y lo más granado del existencialismo, y sí muchas iniciativas políticas que las emparentarían en su visión del cambio social que deseaban, conformando lo que podría verse como vidas paralelas, y de lo que se sirve Seoane para retratar algunos de los aspectos socio políticos más relevantes que las tuvo andando en su seno. Eguren con Cooke adhieren a la Revolución Cubana, viajan y se relacionan con Fidel Castro y el Che. Participan de varias batallas en territorio cubano contra resabios militares del gobierno de Batista y mercenarios pagados por Estados Unidos. Alicia inicia una férrea amistad con el Che, quien junto a Fidel respetan su nivel intelectual y pragmático y la ven como uno de los mejores cuadros de la militancia revolucionaria argentina. El mismo Perón ya la había elegido –en tiempos de la resistencia– como una de sus más válidas interlocutoras para luego, cuando ella comienza a señalar lo nefasto de cierto sindicalismo y del propio entorno del líder, hacerla a un lado cortando toda comunicación directa; más tarde Eguren sería una de los contactos clave del Che Guevara en la organización de un movimiento que acompañara su escalada en Bolivia y sentara las bases para una guerrilla en la selva salteña.

Acciones y amores

Estructurado en seis capítulos que van moldeando épocas y momentos, Bravas pone el acento en las líneas medulares que generaron cismas con consecuencias graves o trágicas en la historia del país, haciendo entrar y salir a infinidad de personajes que tuvieron roles fundamentales y que se relacionaron con Pirí Lugones y con Eguren de distintas formas, ya sea amorosas –Eguren vivió su gran amor con Cooke pero al mismo tiempo se insinúan otros affaires; Pirí, más desenvuelta y cultora de estas lides, tuvo amores con no pocos integrantes de la movida cultural porteña de los sesenta y hasta con el mismísimo Rodolfo Walsh, de quien luego sería gran amiga y compañera de militancia en Montoneros– o políticas y socio-culturales (fue la mano derecha de Jorge Álvarez en su homónima y famosa editorial). Con precisión abarcativa, Seoane describe los vaivenes de muchos de esos intelectuales y periodistas –desde Pablo Giussani hasta Horacio Verbitsky– que gravitaron en la vida de Pirí Lugones y que de algún modo la harían transitar una senda que fue desde su adscripción a Malena, como se conoció al Movimientos de Liberación Nacional que agrupaba los sectores de izquierda no peronista hasta su entrada en las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) y luego su posterior pase a Montoneros. Con Walsh y Verbitsky, y otros militantes, conformarán un grupo que ejercerá una tarea de inteligencia: escuchar partes policiales y militares para alertar sobre los operativos de las fuerzas represivas. Seoane señala que ese grupo pudo enterarse del operativo que se realizaría en la iglesia de Santa Cruz, en el porteño barrio San Cristóbal, donde el represor de la Armada Alfredo Astiz, camuflado como un familiar de un desaparecido, y un grupo de esbirros secuestran a Madres de Plaza de Mayo, a militantes y a dos monjas francesas, y que por equívocos de inteligencia no se pudo desbaratar.

Con los ojos abiertos

Bravas es un libro que aúna las visiones de estas dos mujeres con las transformaciones que inscribía la violencia ejercida por el poder económico con el afán de configurar un modelo de país a su siniestro antojo. Ambas fueron figuras emergentes que ejercieron una praxis que les hizo mantener los ojos abiertos en un proceso que iría a modificar de raíz el desequilibrio clasista en que estaba sumido el país y que finalmente quedaría trunco.  La historia de estas mujeres es entonces la historia del país de los últimos sesenta años; el ritmo de ellas marca tanto la preocupación vital por la injusticia como su alegría por alcanzar el bienestar que sólo produciría un cambio revolucionario en el que los sectores populares diseñarían su propio destino; en sus últimos tiempos Eguren fue muy crítica del excluyente militarismo que elegían las organizaciones armadas para plantear su lucha, lo que las alejaba de las masas y dejaba indefensos a muchos de sus militantes. Y Pirí y su grupo romperían lanzas con la conducción de Montoneros casi por las mismas razones. A pesar de tener la sombra de la muerte sobre sus espaldas con desapariciones y crímenes de compañeros casi a diario, ni Eguren ni Lugones abandonarían su militancia, en la que depositaban sus profundas convicciones. Pirí buscaba denodadamente a su compañero sentimental y de militancia, que ya había sido secuestrado, y eso provocó su propio secuestro en diciembre de 1977; y Eguren, quien ya había sufrido cárcel y exilio, se negaba a dejar el país pese a que sus amigos cubanos intentaron persuadirla. Un día antes de un encuentro con un funcionario de esa nacionalidad, con probabilidades de que se dejase convencer, fue secuestrada y llevada a las mazmorras de la Esma.  Seoane pone en evidencia la espinosa dimensión moral  que les planteaba a estas mujeres, y a la mayor parte de los militantes de ese entonces, la decisión de irse –si podían– o quedarse en el país –con el consiguiente terror a ser secuestrados, torturados y luego desaparecidos–, una siniestra ecuación que no encontraba respuesta porque estaba íntimamente ligada a la culpa por abandonar la lucha y/o traicionar a los compañeros, –“…llueve sangre, nos van a matar a todos…”, le escribió Pirí a su hija que vivía en España. De allí la pasión y entrega que subyace a la vida y acción de estas dos mujeres, que Seoane transmite con auténtica admiración y no tanto como excepciones sino como singularidades que formaron parte de una generación que por definición creyó que otra ética era posible para cambiar una  realidad agonizante.

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