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“Después de la explosión me saquearon los roperos”

Por: Santiago Baraldi.- Una de las víctimas cuenta que le faltaron objetos de su departamento y cuestiona el monto de la asistencia crediticia. Vivía en la calle Salta, en el edificio con su madre de 89 años, es propietaria y se opone a que realicen una plaza en el predio.


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Evangelina Calluso es movediza, menuda, no para de hablar. Vivía junto a su madre, Eva Ardenghi, de 89 años, en el 5º piso de Salta 2141. Desde el pasado 6 de agosto, día de la explosión que dejó 21 muertos y decenas de heridos, la mujer no ha parado de hacer trámites, de ir y venir haciendo diligencias de todo tipo. Recién el miércoles pasado su madre dejó el Hospital Español y la pudo ubicar en un residencial. Declaró ante el juez Javier Beltramone “más de dos horas” y, entre otras cosas, denunció que su departamento fue “saqueado” y que su madre, cuando llegó al hospital, “no tenía la alianza de casamiento”. La mujer, de 64 años, era propietaria del departamento de calle Salta y se opone “terminantemente” a la idea de que el predio sea convertido en una plaza, como reclaman familiares de víctimas “que lo hacen porque alquilaban, pero los dueños queremos que se vuelva a construir, yo no tengo problemas en volver a ese lugar.” Calluso, docente universitaria, tuvo como alumna a Flor Caterina, que murió en la explosión. “Era una chica excelente, solidaria y talentosa”, la recuerda, Si bien reconoce que recibió subsidios, asegura que a pesar de figurar en una lista del Banco Municipal, le negaron un crédito de 50 mil pesos porque le dijeron que era para los vecinos de los edificios de la vereda par que sufrieron roturas.

—El juez citó a vecinos como testigos. En su caso, ¿cuál fue el tenor de la indagatoria?

—Mirá, Beltramone me preguntó si tenía algún parentesco con la administradora Calvillo, le dije que no; insistió en si tenía alguna relación íntima, le dije que no, pero sí la persona que la trajo al edificio, dueña de muchos departamentos.

— ¿Qué recuerda de los días previos a la explosión?

—La semana anterior al 6 de agosto, la mujer del 9º, de la que no recuerdo su nombre, fue a Litoral Gas y cortaron el gas durante tres días. Después fueron a ver qué había que arreglar. Esa mañana, cuando salí a trabajar, la semana previa a la tragedia, estaban personal de Litoral Gas, la administradora y el portero Pedro, y les pregunté qué pasaba. Me dijeron que había que cambiar el regulador, que había que comprar uno. Me dijeron que salía entre 3 mil y 4 mil pesos y que lo iban a ir a buscar a un comercio de calle Paraguay, Accesaniga; después me enteré de que el regulador cuesta entre 20 y 23 mil pesos, es decir que entre 4 mil y 23 mil hay una gran diferencia. Sería uno que irían a reciclar o sería trucho. Hubo una reunión de consorcio el viernes (NdR: 2 de agosto), a la que no pude asistir por trabajo, donde se tomó la decisión y donde la administración sugirió a este gasista matriculado (Carlos García). Informaron que el martes 6, entre las 9 y las 14, había que cortar el gas. Se avisó a todos y confiamos en que cambiaban el regulador. Recuerdo también a la administradora diciendo que la puerta del gas estaba rajada, que habían querido robar el regulador .

— ¿Usted le planteó al juez que su departamento sufrió robos?

—Mirá, por mi trabajo como docente en Bellas Artes, tengo muy entrenada la vista, tengo memoria visual. Cuando ocurrió la explosión yo estaba en el baño y quedé entre el bidet y el inodoro, agachada. Se me vino la losa encima y me lastimó el brazo izquierdo. Mi madre voló de una punta a la otra del living, donde se encontraba en ese momento. A mí me rescataron unos albañiles que estaban trabajando en Oroño y Salta, donde estaba el cine Real. Me sacaron con un arnés, se portaron de primera, llegaron antes que los bomberos. Mi madre quedó arriba. Recuerdo perfectamente que los roperos habían quedado cerrados, no les había pasado nada. Una biblioteca muy pesada cayó sobre la mesa y las sillas del comedor, todo era escombros y faltaba la pared. Pero los roperos, lo recuerdo perfectamente, estaban intactos. Cuando mi hijo va al lugar a buscar pertenencias, encontró los roperos saqueados, esa palabra le dije al juez. Estaba hasta el botinero arrancado, los zapatos desparramados y eso no fue por la explosión. Me faltó ropa de cuero que yo mismo fabrico, dos sacos de hombre, me faltó dinero, sé de otra gente a la que le ocurrió lo mismo. Y me pareció muy desagradable que a mi madre, en el trayecto hasta el Centenario, donde la llevaron primero, le faltara el anillo de casada. Mi hijo tomó fotografías de cómo estaba el departamento y no tiene nada que ver con cómo lo vi al momento en que me bajaron.

— ¿Hay familiares que están a favor de hacer una plaza en el solar de calle Salta 2141, ¿cuál es la posición de los propietarios?

—Es entendible la posición de que quienes perdieron a un ser querido quieran hacer un espacio de recordación, pero esa postura es la de gente que alquilaba. Estoy de acuerdo con que haya una placa o un monolito, pero hay un grupo de propietarios que nos vamos a oponer fuertemente: el predio es nuestro. Somos un grupo que no estamos dispuestos a negociar que todo eso vaya a parar para un parque para la memoria.

—En caso de que se vuelva a construir un nuevo edificio, ¿volvería al lugar?

—Le dije al juez que somos dueños del terreno y que esperábamos que se nos construyera, tenemos derecho a que se nos construya. En mi caso, no tengo problemas porque ese lugar es súper estratégico, lindo, a metros de Oroño. Entiendo que haya gente que haya quedado enganchada en lo emocional, yo no tuve muertos, pero no tengo problemas en volver al lugar. No estoy en contra de que haya una placa que recuerde a las víctimas, pero no que levanten un parque sobre un terreno que tiene dueños. Los que somos propietarios queremos nuestro hogar, lo que te contiene.

—¿La ayuda económica fue suficiente?

—Los 20 mil pesos para alquilar se cumplió; los 50 mil para comprar enseres, también, pero en mi caso no alcanza para nada. Para darte un ejemplo, por mi trabajo, tenía una biblioteca con más de 1.400 volúmenes, la mayoría de libros sobre arte y pude recuperar sólo un puñado. Tenía un mueble del Renacimiento italiano con un mármol de cantera, salía más de 20 mil pesos. Pedí un crédito blando en el Banco Municipal, que nos ofrecieron, de 50 mil pesos a pagar en cinco años al 5 por ciento, muy beneficioso para comprar cosas. Me dijeron que no me tocaba porque ya me habían dado los otros 50 mil, me dijeron que era para los vecinos de enfrente y nadie salió a patalear. Creo que hay dos palabras que resumen todo: indefinición y desamparo. No hay quien nos garantice que podamos recuperar nuestras casas.

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