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Ciclo Los Formatos

Derrotero de una voz interior compartida con el público

El director Alejandro Tantanian habla de “El Rastro”, espectáculo que protagoniza la actriz Analía Couceyro. Hoy y mañana, en la sala La Manzana y en la Plataforma Lavardén, de Sarmiento y Mendoza.


Hay veces que el teatro se llena de palabras que cobran un sentido que escapa al del texto literario que les dio origen. Quizás porque esas palabras encierran un mundo que se ve (se percibe), un estado, un deseo trunco, algo anómalo, lo no dicho, lo oculto, lo propio, más allá de que vengan del campo de la literatura. Algo de eso acontece con El Rastro, un espectáculo que, desde el relato que lleva adelante la enorme actriz Analía Couceyro bajo la dirección del talentoso y multifacético actor, cantante, director, régisseur, dramaturgo y docente Alejandro Tantanian, encuentra el camino para poder contar una historia en la que la música adquiere un singular protagonismo.

Invitado por la sala La Manzana y el grupo local Enjambre P, que en 2012 montó una inolvidable versión de su obra La tercera parte del mar, con dirección de Felipe Haidar, Alejandro Tantanian inaugurará hoy, a las 18, en ese espacio de San Juan 1950, el ciclo Los Formatos, acerca de la producción teatral, al tiempo que luego, a las 21.30, en la Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza), ofrecerá la primera de dos funciones de El Rastro, que tendrá una segunda oportunidad mañana, a las 21, en La Manzana.

De este modo, Tantanian (ex integrante del movimiento Caraja-jí y del recordado Periférico de Objetos), un artista de trascendencia internacional que, como los renacentistas, transita desde el campo del arte varios roles y siempre sale airoso de los desafíos que se propone, llega a la ciudad con El Rastro, versión teatral de Analía Couceyro y el propio director de la novela de la escritora, ensayista y crítica literaria mexicana Margo Glantz, editada en 2002.

A manera de monólogo, y a partir de la novela, Couceyro se sumergió en la tarea de realizar una adaptación teatral del texto de Glantz. Luego, la musicalidad y la cadencia que propone el material llevó a ambos convocar al cellista Rafael Delgado quien, a través de un entramado de citas musicales, “dice” el texto junto con la actriz.

“La protagonista regresa después de años a su pueblo y a la que fue su casa para asistir al velorio de su ex marido. Es un melodrama escénico para una sola voz, es descripción gozosa de los efectos de la música sobre el alma y el cuerpo, es una indagación sobre aquello que llamamos corazón, es una despedida, un réquiem, un bolero desesperado, un tango”, adelantan.

Tras los pasos de “El Rastro”

La de esta tarde “será una charla abierta en La Manzana para la gente del teatro, que se da dentro del ciclo Los Formatos, del que además hacemos el arranque. Y al mismo tiempo presentamos el espectáculo El Rastro, que estrenamos a principios de 2014 en Buenos Aires, ahora en Rosario, en dos espacios diferentes. Es un espectáculo chico, transportable, que se pensó para un espacio público (la plaza del Museo del Libro y la Lengua, en la Biblioteca Nacional), pero que luego recorrió muchos otros, más allá de que allí había algo del orden de la naturaleza que generaba el marco visual. Después, cuando se iba el verano, decidimos pasarlo a una sala; con ese cambio nos dimos cuenta que el espectáculo resiste bien los cambios de espacio, no se resiente”, adelantó Tantanian acerca de este elogiado montaje que, entre otros espacios, se vio en la última Fiesta Nacional del Teatro en Salta y viene de presentarse en España.

“Con Analía –continuó–, además de ser amigos, compartimos la pasión por la lectura. Ella tiene la particularidad de leer subrayando los libros. En realidad, siempre subraya los libros en función de pensar cosas, ideas, situaciones que puedan adaptarse al teatro, tanto para sus clases como para su trabajo como actriz. Y encontró que su ejemplar del libro El Rastro estaba casi todo subrayado. Me comentó que esa novela era posible de ser llevada al teatro como un monólogo; así fue que la leí y coincidí totalmente, incluso con el hecho de que allí había algo absolutamente potenciable. Contactamos a la autora por el tema de los derechos, y ella estuvo feliz porque era la primera vez que alguien se interesaba en un material suyo para llevarlo al teatro”.

“Se trata de una novela corta y lo que hicimos, a modo de adaptación, fue una especie de entresacado de textos respetando el hilo narrativo y la cronología. Lo que se propone es algo así como la voz interior de Nora García, el personaje principal, que vuelve a la que alguna vez fue su casa y donde vivió con el pianista con el que estuvo casada. Ella regresa, después de mucho tiempo, en ocasión de la muerte de Juan, que es su ex esposo: es el momento del velorio y del entierro de quien fue su marido. La particularidad es que ya nadie la conoce en ese lugar que fue suyo; es una extraña, pide que le den el pésame pero nadie sabe quién es. Se genera una distancia que es maravillosa y que se produce con esa voz y lo que acontece en ese velorio: una extraña en un lugar muy querido, en el velorio de un ser muy querido, pero todo se le vuelve extraño”, expresó Tantanian, que agregó: “La distancia se da en el campo emocional y afectivo y, al mismo tiempo, con la propia geografía; y se plantea un acercamiento más cabal en relación con el fenómeno de la muerte. Es así como, a partir del reconocimiento de la muerte, ella también encuentra su lugar en esa ceremonia”.

“Es una novela maravillosa –detalló el creador–, que encierra un gran sentido del humor a partir de una sensibilidad exquisita para poder narrar un tema tan difícil como la muerte; es un trabajo que vincula mucho al corazón como órgano y al mismo tiempo como el lugar de recepción de las pasiones, y es una novela que está muy atravesada por la música, porque los dos personajes son músicos, Juan pianista y ella cellista, y por esto en la obra hay una enorme cantidad de referencias musicológicas, que nosotros reemplazamos por la presencia real y concreta de la música en escena, a cargo de Rafael Delgado, que no sólo ejecuta sino que también pensó y compuso la música del espectáculo. En ciernes, es un derrotero, una voz interior compartida con el público, acerca de todo ese tiempo en el que Nora piensa a lo largo del velorio y luego en el entierro del que fuera su marido”.

Respecto de la relación dialéctica, siempre compleja, y muchas veces dicotómica que se plantea entre literatura y teatro, Tantantian, que recientemente llevó a escena textos de Santiago Loza (Nada del amor me produce envidia, Almas ardientes) y en la actualidad, Patricio Contreras dice Nicanor Parra, sobre textos del poeta chileno, expresó: “En mi caso particular es una relación de tantos años como los que llevo de trabajo, porque me considero más un autor y director que trabaja con materiales que vienen de la literatura en sí, y no tanto desde la literatura dramática. Mi obra ha estado vinculada con la literatura francesa, luego con la alemana y también con la rusa, y creo que es una cantera donde suelo transitar un recorrido más vinculado con la apropiación de esos materiales que con lo que se entiende como adaptación; no me interesa ser un siervo de los textos de una novela porque para eso se lee la novela y la experiencia la tenés igual y en algunos casos mejor. Lo que permite el campo de la literatura es una reflexión sobre la propia práctica del teatro, sobre todo los que vivimos en la Argentina, en un territorio viciado de costumbrismo y de realismo, y de familias disfuncionales. La literatura permite un salto cuantitativo y cualitativo respecto de pensar esos mundos. Y el teatro es bastante solipsista, se mira mucho el ombligo, entonces hay una preocupación de que el texto sea lo importante. Por ejemplo: hay muchos autores que dirigen y lo que en realidad les interesa es hacer conocer su texto y no generar un espectáculo. Por eso es que la propia traición al texto es lo mejor que uno puede hacer como director”.

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