Sociedad

Reforma Universitaria

Democrática, comprometida, sustentable y feminista

Hace 100 años, en junio de 1918, jóvenes universitarios e intelectuales de la Universidad Nacional de Córdoba se rebelaron contra lo que ellos consideraban era una universidad conservadora, antidemocrática y excluyente.


Por Guadalupe Carmona / Especial para El Ciudadano

Hace 100 años, en junio de 1918, jóvenes universitarios e intelectuales de la Universidad Nacional de Córdoba se rebelaron contra lo que ellos consideraban era una universidad conservadora, antidemocrática y excluyente. Entre los postulados reformistas, cristalizados en aquel Manifiesto Liminar publicado el 21 de junio de ese año, reclamaban y luchaban por alcanzar la autonomía universitaria, el cogobierno, la libertad de cátedra y la extensión universitaria, entre otros puntos. En el marco de este Centenario de la Reforma Universitaria, hito fundamental en la historia Argentina y Latinoamericana, Franco Bartolacci, decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UNR sostiene que “conmemorar el centenario debe ser una excusa para repensarnos, resignificarnos”. Y agregó: “tengo la sensación de que existe tanta distancia entre la sociedad de hoy y nuestras universidades como la que existía entre la universidad del 18 y su tiempo”.

Sobre lo que significó la Reforma, Bartolacci apuntó: “Es uno de los acontecimientos históricos más relevantes del siglo pasado. No sólo fue la expresión universitaria de múltiples cambios que se daban en nuestro país y el mundo; la fuerza transformadora del grito de Córdoba trascendió los claustros universitarios. Su vocación latinoamericanista tuvo profunda manifestación en toda la región. Y la Universidad Pública que conocemos hoy, única en el mundo, comprometida y de excelencia, la que le dio al país premios Nobel, es hija orgullosa de esa historia. Podríamos decir entonces que la reforma ha triunfado, que sus principios son constitutivos de la Universidad. Pero hay que advertir que esa lectura tiene un riesgo, que es el de considerar a esos principios como un objetivo en sí mismo, como un punto de llegada. Su cristalización y naturalización pueden quitarle fuerza al enorme espíritu transformador del reformismo, que debemos preservar. Por eso prefiero interpretar aquellos postulados como un punto de partida y a su conquista como el inicio de algo extraordinario. Un piso de derechos que hay que defender pero sobre los que debemos imaginar y construir nuevos desafíos. Y esta idea es sustancial para evitar posiciones conservadoras y condescendientes. Tengo la sensación de que existe tanta distancia entre la sociedad de hoy y nuestras universidades como la que existía entre la universidad del 18 y su tiempo. A pesar del enorme esfuerzo que los universitarios hacemos para dar cuenta de nuestras responsabilidades, hay que hacer mucho más. Si queremos ser fieles custodios del legado reformista, debemos salir de nuestra zona de confort”.

Acerca de cómo se vivirá este centenario en la UNR, el decano señaló: “La última semana de junio vamos a inaugurar una muestra permanente del reformismo en nuestra Facultad. Queremos mostrar lo que la Universidad produce, crea, investiga y transforma todos los días. En el marco de lo que fue una muestra pública universitaria en el Paseo de la Reforma el viernes 15, hubo un acto central donde se colocó una placa por el centenario, aprobada por el Concejo Municipal, iniciativa que acompañamos e impulsamos. Y durante toda la semana hubo un encuentro que organizamos con la Facultad de Humanidades para pensar el legado de la reforma en clave de futuro. Conmemorar el centenario debe ser una excusa para repensarnos, resignificarnos. Mirar qué nos falta hacer. Es enorme la responsabilidad que nos impone el privilegio de poder llamarnos universitarios. La educación superior no es un servicio, es un bien público y social, un derecho humano y universal y es deber del Estado su sostenimiento. Hay que defender con firmeza, mucho compromiso e iniciativa esa idea y para ello debemos hacerla práctica en cada una de nuestras acciones y políticas institucionales”.

Desafíos de la Universidad

La coyuntura político-social trae desafíos en varios frentes y la Universidad se ve interpelada en este contexto. Bartolacci apuesta por un continuo reformismo para estar a la altura de las transformaciones sociales necesarias. “La Universidad no debe ser un palacio de saberes clausurados. Dar cuenta del legado reformista, implica construir una institución vinculada con los problemas y la agenda de su tiempo, con las instituciones, organizaciones de la sociedad y los distintos niveles del Estado. La Universidad debe ser una herramienta para la transformación social. Y de hecho es fenomenal el aporte que los docentes e investigadores, nuestros egresados y estudiantes realizan para transformar la vida de mucha gente”.

Actualizar el legado

“La Universidad debe ser una institución democrática, de excelencia, moderna, comprometida, sustentable y feminista. Esos son los principios que actualizan el legado reformista cien años después. Hay que profundizar su democratización, hacia adentro y hacia afuera. Construir dispositivos institucionales horizontales y participativos. Educar para el desarrollo y la movilización social. Y el mayor desafío está en trabajar obsesivamente para que lleguen a la universidad quienes aún no pueden hacerlo. Hay que garantizar la gratuidad desde la inclusión. Imaginar nuevos trayectos, desde nuevos formatos institucionales. Repensar las estrategias pedagógicas, los recorridos. Tenemos que profundizar todo lo hecho en materia de extensión y vinculación en estos últimos años, debe ser prioritario. La voz de la universidad debe estar presente en los debates de la agenda pública. Tenemos que ser cada vez más una Universidad y menos una Federación de Facultades. Se trata de devolverle relevancia política a la Universidad Pública”.

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