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Cuba cierra un año histórico poniéndole punto final al impuesto revolucionario

Desde ahora los cubanos que están en la lista pueden recibir la totalidad de los dólares que envían los emigrados.

Cuba culminó un año de anuncios históricos con la eliminación del “impuesto revolucionario”, que gravaba los envíos de remesas en dólares de los emigrados. La normativa es doblemente beneficiosa para la isla: los cubanos recibirán el total del dinero enviado y permitirá a las autoridades captar la mayor parte de las divisas que entran al país en concepto de partidas, fundamental para el gobierno de Raúl Castro en momentos de crisis financiera.

La medida se aplica desde hace más de una semana pero recién se hizo pública después de Navidad, cuando la Oficina de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos (Ofac), emitió una resolución que explica las nuevas transacciones. De ahora en más, los locales de Western Union en la isla entregarán pesos convertibles (CUC) sin el 10 por ciento de gravamen a cambio de los dólares depositados en Estados Unidos. Es claro que el dinero disminuía notablemente, sobre todo si se tiene en cuenta la desfavorable tasa de cambio: 0,90 CUC por cada dólar. De ahí que una vez conocida la noticia, las transacciones se dispararan.

Las autoridades de ambos bandos también tendrán su rédito por la quita del impuesto. Si bien el gobierno cubano perderá el 10 por ciento, recibirá todos los montos enviados y entregará moneda nacional convertible. Estados Unidos, por su parte, podrá contabilizar todo el dinero que parte hacia la isla, del que no se poseen cifras oficiales debido al papel emergente de las “mulas”, que cobran comisiones más pequeñas.

Aunque las remesas son en cantidades mucho menos importantes que en otros países de la región, son fundamentales para la economía doméstica: se estima que las recibe el 50 por ciento de la población. Por lo general se habla de 1.000 millones de dólares, lo que significa que supera los ingresos por turismo.

Este perjudicial impuesto comenzó a aplicarse a comienzos de la última década como respuesta a las sanciones impuestas por George W. Bush a los bancos extranjeros que realizaban operaciones de cambio de dólares con la isla. Una imposición que hizo mucho más caras las transacciones del gobierno comunista. No obstante, desde la llegada de Barack Obama Estados Unidos tuvo gestos simbólicos hacia el régimen –como el fin de las restricciones de los viajes de los exiliados a Cuba– y desde entonces se plantea la posibilidad de una merma del brutal embargo norteamericano.

La isla despide 2010 marcada por la liberación de decenas de presos políticos, e inmersa en el debate sobre reformas económicas para renovar su modelo comunista. Sin abandonar sus pilares ideológicos, Cuba eliminará la histórica libreta de racionamiento, reducirá las plantillas estatales en más de un millón y permitirá el crecimiento del sector privado. Todas estas cuestiones integran un proyecto que será ratificado en abril por el VI Congreso del gobernante Partido Comunista de Cuba (PCC, único), el primero desde 1997.

Impulsado por una crisis financiera sin precedentes y la difícil tarea de la reconstrucción tras una dura temporada de huracanes, el pequeño país caribeño busca dar un giro, aún “tímido” según las autoridades eclesiásticas locales. Pero se espera más. “Se está jugando la vida la Revolución”, así sintetizó el propio Raúl Castro sobre la urgencia del cambio.

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