Luciano Trangoni**
Es difícil imaginar una sociedad que en pleno siglo XXI no sostenga que la Educación sea uno de los instrumentos más valiosos que poseen los pueblos a la hora de transmitir gran parte de sus trayectorias culturales, ya que es ella quien posibilita a su vez la construcción de nuevos modelos expresivos que interpelen los oxidados engranajes de la violencia, la discriminación y la intolerancia.
Y es en esta coyuntura donde la educación pública debiera constituirse en la piedra fundacional de una sociedad más inclusiva y más justa, por la sencilla razón de que es la educación pública quien abraza, contiene e incluye a cada una y cada uno de nuestros estudiantes a lo largo y a lo ancho de nuestro país.
Ahora bien, de un tiempo a esta parte la educación pública viene siendo el blanco de ataques de un sector de nuestra sociedad que desprestigia el rol que las y los docentes desempeñamos con orgullo día a día.
Basta recordar la tristemente célebre frase del ex presidente Mauricio Macri cuando en 2017 se lamentaba por aquellos que “caían” en la escuela pública, como si ésta se encontrase allá abajo, bien al fondo del abismo y el olvido.
Un par de años más tarde, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, se encargaría de proferir otra dura sentencia: “Nadie que nace en la pobreza hoy llega a la Universidad”.
Y si a esto le sumamos las recientes y denigrantes afirmaciones de la actual ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, para quien las y los docentes somos “personas cada vez más grandes de edad que eligen la carrera docente como tercera o cuarta opción, luego de haber fracasado en otras carreras”, vemos con preocupación cómo la discriminación se enorgullece de sí misma y no le tiembla el pulso a la hora de apuntar con un dedo acusatorio las desigualdades sociales que sus políticas educativas profundizan.
Pero las y los docentes de la escuela pública sabemos quiénes somos. Sabemos dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos. Y sabemos que, más allá de toda calumnia, además de vocación pedagógica, también tenemos vocación artística.
Por eso en nuestras aulas hay una gran cantidad de docentes músicos, instrumentistas, artistas plásticos, ceramistas, titiriteras, titiriteros, bailarinas, bailarines, actrices, actores, escritoras, escritores y poetas, que promueven el desarrollo de la capacidad creativa de nuestros y nuestras estudiantes. Y quizás sea por todo esto que constantemente arremeten contra la educación pública.
Porque todavía hay quienes erróneamente creen que los bienes culturales son un privilegio de clase. Y mientras tanto, nosotros, nosotras, seguimos avanzando día a día con la frente en alto, sosteniendo la bandera de la inclusión, construyendo sentido desde el corazón de la escuela pública, enriqueciendo nuestras prácticas, preparándonos para el día en que el arte ataque.
**Docente, escritor, poeta
Dignidad
Si las palabras no te nombran
Si los que buscan no te encuentran
Si los que enseñan no te saben
Y los que sufren no te piensan
Será el destino de los dueños
De los canales y las rentas
El convencer a buena gente
De que esta Pacha sigue en venta
Quiero pensar de atrás del tiempo
Y con las patas en la fuente
Pensar el sueño que tuvimos
que era una patria diferente
Ni un paso atrás gritamos juntos
Y bien tomados de las manos
Llegó la hora compañeros
De defender lo conquistado.
Facundo Rivero / Escuela Nº 798
Agrupación docente Simón Rodríguez-Amsafe
La mujer
La mujer se retorcía
sobre la cama
y un árbol de fuego ardía
bajo su blanco pañuelo
¡es el hígado!
señalaba el médico
¡hay que extirpar la parte negra!
y recetaba
¡es la culpa!
sentenciaba el sacerdote
¡hay que ponerla a rezar!
y bendecía
¡es una niña de trigo!
gritaba el poeta
¡devuélvanle sus hijos!
y suspiraba.
Luciano Trangoni / Hogar Escuela Nº 9020
Agrupación docente Simón Rodríguez-Amsafe
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