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Cuando el “Clarín” estridente sonó

Por: Rubén Alejandro Fraga

El martes 28 de agosto de 1945, cuando aún humeaban los restos de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, blancos de las primeras bombas atómicas de la historia, los canillitas vocearon la aparición del primer número de un nuevo matutino porteño: había nacido Clarín. Aquel día, del que hoy se cumplen 65 años, los lectores tuvieron en sus manos el número 1 del diario fundado por Roberto Jorge Noble, un abogado y estanciero que había sido disidente del socialismo en la década de 1920, fundador del Partido Socialista Independiente, diputado bonaerense y ministro de Gobierno del conservador Manuel Fresco en la provincia de Buenos Aires durante la Década Infame.

Aquella primera tapa de Clarín estaba claramente dominada por el fin de la Segunda Guerra Mundial: “Inician la ocupación” (de Japón), fue su título principal. Y más abajo advertía: “Todavía arde Nagasaki por efectos de la bomba atómica”. También se destacaba: “Aclaman en Nueva York a De Gaulle”, y el titular iba ilustrado con un dibujo del héroe de la resistencia francesa.

“Clarín no tiene vinculaciones ni compromisos con ninguna de las agrupaciones políticas tradicionales. Desde que es y será un diario informativo e independiente, no podrá tenerlas. El único y exclusivo compromiso que contrae es con la Nación y consiste en reflejar exacta y objetivamente los hechos de la vida colectiva, analizarlos, juzgarlos a la luz de la verdad y de las conveniencias nacionales”, afirmó el matutino en su primer editorial. Sin embargo, en 1958, luego de que el flamante presidente Arturo Frondizi propusiera su plan desarrollista, Noble convirtió a su diario en oficialista por primera vez. Desde entonces, Clarín no paró de crecer con todos los gobiernos, fueran desarrollistas, radicales, peronistas o militares.

Pero volviendo a los orígenes, el desaparecido periodista y empresario Julio Ramos señaló en su libro Los cerrojos a la prensa (Amfin, 1993) que Noble (nacido en La Plata en 1902) utilizó para fundar Clarín los fondos presumiblemente “non sanctos” obtenidos mientras fue ministro de Gobierno del mandatario bonaerense Manuel Fresco, un conservador electo mediante el fraude, y se valió de los periodistas sobrevivientes del naufragio del diario Crítica (fundado por el uruguayo Natalio Botana en 1913 y que llegó a ser el de mayor tirada del país hasta que entró en decadencia tras la muerte de éste en 1941) para armar su redacción inicial.

Por su parte, el periodista Carlos Ulanovsky destaca en Paren las rotativas. Una historia de grandes diarios, revistas y periodistas argentinos (Espasa, 1997): “Con muy pocas personas, en un departamento de dimensiones reducidas de la calle Moreno, cerca del barrio porteño de Once, sin imprenta propia, Clarín salió a la calle con la idea de apoyar los cambios de un país tradicionalmente agrícola-ganadero que ahora –en el primer gobierno peronista– aspiraba a hacerse fuerte en grandes, medianas y pequeñas industrias y a desarrollarse más dentro de fábricas que en el campo”.

Del lanzamiento participó el primo de Noble, Enrique Viacava, y el diagramador Andrés Guevara, quien ya había intervenido en el diseño de Crítica y que en octubre de 1947 había colaborado en la elección y elaboración de isotipo definitivo, el muñequito que todavía preside la tapa del diario.

Armando Lecena se ocupaba de la administración y Horacio Maldonado, de la publicidad. Antonio Rey era el gerente y los primeros grandes nombres de la redacción fueron Norberto Ezeiza, que figuraba como director; el gordo Juan Carlos Petrone, afamado periodista de Crítica; el poeta Lizardo Zía, quien desde el primer día arrancó con “Clarín porteño (Notas del Amanecer)”; Isidoro de la Calle, formado en La Vanguardia y que venía de ser jefe de prensa del ministerio de Noble en la provincia de Buenos Aires; el escritor y traductor León Mirlás; Horacio Estol; el poeta José Portogalo; Luis Cané, y Roberto Caminos, entre otros.

La única gran decisión era sacar el diario y que fuera un matutino cuya opinión se mantuviera vigente durante toda la jornada. El resto era una enorme incertidumbre. Como escribió Diego Lucero en un artículo, “Clarín se escribirá en las mesas de café; se compondrá donde se pueda, se imprimirá donde haya una rotativa ociosa; se distribuirá si es que hay canillitas capaces de responder a aquella divisa que enmarca el título: «Un toque de atención para la solución argentina de los problemas argentinos»”.

Según contó Francisco Llano, integrante de la redacción inicial, con unos pocos pesos Noble mandó a comprar dos docenas de mesas de madera de poca calidad y ocho máquinas de escribir. Al poco tiempo, como no alcanzaban, hubo necesidad de alquilar otras ocho. “Era cosa de reír o de llorar, en los primeros tiempos, ver a la gente de la redacción invadir las dependencias administrativas alrededor de las 19 horas para lograr una máquina para escribir la nota”, recordó Llano.

Pero lejos de esa bohemia romántica de redacción, un gran negocio estaba naciendo.

Para financiar el proyecto Noble, quien había sido periodista de La Nación y de Crítica, vendió una costosa estancia en terrenos pampeanos y con el dinero obtenido invirtió en bobinas de papel que, en aquel momento, finalizada la Segunda Guerra Mundial, era tan valioso como un metal precioso.

Pese a que lo trataron de loco por encarar semejante proyecto en ese contexto de posguerra, Noble siguió adelante y el primer día vendió 60.000 ejemplares del nuevo matutino porteño, que costaba cinco centavos.

Cuenta Julio Ramos que en los comienzos de Clarín, cuando Noble salía de su domicilio, en la porteña galería Santa Fe, hacia el diario le decía al matrimonio de caseros que cuidaba su residencia: “Voy a ver a mi hijo”.

El “hijo” era Clarín. Con el tiempo, cuando su vocación política y sus afanes sociales por crear un diario empezaron a quedar bastante apabullados por el éxito comercial del nuevo medio, Noble solía ironizar así: “Me voy al banquito”. En efecto, Clarín era un verdadero banco y su fundador lo sabía. Tres años después de su aparición, en 1948, Clarín se transformó en el primer matutino y el segundo diario del país, inmediatamente detrás del por entonces poderoso La Razón (propiedad de la familia Cortejarena y dirigido por Félix Laiño), un vespertino al que habría de voltear luego la generalización de la televisión en los hogares argentinos.

Tras la muerte de Noble, quien falleció de cáncer el 12 de enero de 1969, lo sucedió al frente de Clarín su esposa, Ernestina Laura Herrera. Ésta confió el futuro de la empresa a un contador que había venido de La Plata con el desarrollismo: Héctor Magnetto.

Posteriormente y beneficiado con la polémica inauguración de Papel Prensa durante la última dictadura como factor clave hacia el monopolio, Clarín fue extendiendo sus tentáculos a la televisión, la radio, internet, por ejemplo, hasta consolidarse como un fenomenal multimedios durante la dédada del 90.

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