Edición Impresa

Vida y Plenitud

¿Cómo se sanan las emociones?

Soñar con un futuro idílico es no asumir la responsabilidad de ser feliz ya mismo. Abrir las compuertas de la percepción.


Sólo se trata de eso, amar, amar y amar, reconocer que cuando amamos, se abren las compuertas de la percepción, y las maravillas de una energía sabia actúan ese beneficio en nosotros. Todos los grandes seres dicen: “Cada vez más Tú, cada vez menos Yo”; por TÚ entendemos esa gracia superior que hace que la creación surja y se expanda, y por Yo, el mero ego, limitado, identificado con un cuerpo, lleno de deseos, expectativas, juicios y recuerdos, que hace que nuestra vida sea chata y epidérmica.

Estamos necesitados de afecto, por la incapacidad de ver que todo aquello que reclamamos ya es nuestro, y estuvo siempre en nuestro interior. Es la sustancia y esencia de lo que somos. Cuando no amamos, y somos mendiguitos de amores ajenos, hay carencia, sufrimiento, anhelo, frustración: la eterna víctima a la que el mundo finalmente nunca puede satisfacer porque no está en nuestra naturaleza ser satisfechos por el mundo, sino por nuestra verdad. Cuando nos mandan mails de víctimas, los leemos con todo amor, pero no esperen un consuelo de consultorio sentimental: los remitimos a los muchos mensajes sobre cómo regañar el control de tu vida, cómo recuperar tu divinidad, cómo dejar de buscar felicidades cortitas, periféricas, y saber que siempre vas a ser feliz si dejas de creer lo que el mundo tiene para negociar e imponer.

Son los pasos continuos de la salida de la ignorancia y la entrada en el conocimiento. Claro que simples de entender, pero difíciles de poner en práctica, según la información recurrente, machacada según nuestra crianza, que impidió saber quiénes somos y nos hizo creer durante un tiempo que éramos otra cosa, tan menor, tan chiquita, al lado de la grandeza y belleza de nuestro Ser de Luz.

Afortunadamente y con mucha alegría, ahora podemos reírnos de esa etapa, agradecerla, como parte perfecta de nuestra experiencia y crecimiento, y pasamos a recordar la capacidad creadora, la fuente que hay en nosotros y que marca nuestro inevitable rumbo hacia la dicha. ¿Para qué frenarlo? ¿Por qué no acelerarlo? ¿Cuándo? Ya mismo. Todo cambio es ya mismo.

Soñar con un futuro de pajaritos de colores, delirios místicos, y dioses de nombres y formas, es no querer asumir la responsabilidad de ser felices ya mismo. Esperar que las profecías nos salven o tener miedo de que nos hundan es seguir en una cándida pero triste esperanza de que algún día, de otro modo, todo sea diferente.

El único instante en que podemos hacer distinto nuestro paso diario por este planeta es sabiendo la verdad, viviendo en amor, compartiéndolo, informándolo, transmitiéndolo, pero siendo coherentes primero en nuestra manifestación de ese amor.

Comentarios

10