#8M

Un antes y un después

Chiara Páez y la bandera de “Ni una menos”

El caso de la joven de Rufino fue la bandera donde encolumnarse, le dio vida a “Ni una menos”, lo nacionalizó y unió a las mujeres en un reclamo que tomó ribetes internacionales, porque la violencia de género no sabe de clases sociales, colores ni nacionalidades.


Chiara Páez tenía 14 años y unas ganas locas de vivir. Cursaba un embarazo de no más de dos meses. Fue asesinada por su novio de 17, Manuel Ignacio Mansilla Gallegos. La golpeó, le cortó el cuello y la enterró en el patio de su casa en la localidad de Rufino. Su caso mostró el horror en su máxima expresión, la violencia recrudecida en el cuerpo de una chica, de una niña gestante. Su caso nos cacheteó, nos dio coraje, nos animó y popularizó el reclamo de un movimiento social y político que venía empujando un grupo de mujeres desde hace años.

El caso Chiara fue la bandera donde encolumnarse, le dio vida a “Ni una menos”, lo nacionalizó y unió a las mujeres en un reclamo que tomó ribetes internacionales, porque la violencia de género no sabe de clases sociales, colores ni nacionalidades.

Pero la movilización de mujeres no alcanzó. Al crimen de Chiara le siguieron muchos más, un promedio de uno cada treinta horas. Ni siquiera contamos con estadísticas oficiales al respecto. A estas víctimas, les siguen sus familias. Esas que enfrentan el dolor como pueden e ingresan a un mundo desconocido donde su tragedia se vuelve un caso judicial. Los términos extraños, los procedimientos, los tiempos, la marcha y contramarcha de un sistema que muchas veces se vuelve asfixiante, insuficiente, injusto, con sabor a poco pero indispensable para cerrar una etapa. Para lograr un poco de paz.

El viernes el caso Chiara trajo una bocanada de aire en la antesala del paro de Mujeres este #8M. Los vocales Carolina Hernández, ex jueza de menores, Alfredo Ivaldi Artacho y José Luis Mascali, revisaron la condena impuesta a Mansilla Gallegos. Veintiún años y seis meses de cárcel fue la sanción que confirmaron. A pesar de la especialidad en la materia –sujeta a pactos internacionales– como es la justicia penal juvenil, que limita la imposición de una pena de prisión perpetua. Quienes intervinieron en la tramitación del caso (especialmente la defensa y la asesoría de menores) reconocieron la necesidad de imponer una sanción ante la gravedad del delito (femicidio) y el modo de comisión.

Para la familia Páez, esta respuesta judicial trajo un poco de tranquilidad, un poco, pero ¡hay tantas Chiaras!