Espectáculos

Carmen Barbieri, encendida

De hija de Alfredo Barbieri a jurado en 'Showmarch', un recorrido sinuoso, doloroso y marcado por varios fracasos, hasta llegar a  un éxito que, para algunos, 'le llegó tarde'. Por Leonel Giacometto.

Para septiembre del año pasado también reventaba todo en ShowMatch, y todo corría bajo la amenaza de romper los límites de la inquieta moral de los televidentes y desenmascararlo todo violentamente. Todo es la vida de los participantes y sus cruces en el campo emocional de un montaje televisivo cínico y real que, como este año, cuando falta no mucho para irse de vacaciones o facturar el verano, reavivó su potencia hacia el (real o fingido) oprobio del vecino pero, como quizás también sucederá en breve, silenció  todo hacia octubre  con un coral de chicos del norte argentino y un especial sobre el oficio de ser mamá que emocionó a todos. Sobre todo a ellos, los que participan, esa cruza multimedia de persona y personaje, que a la semana volvieron a incendiarse. Este año, todos ellos, van por más.

Encender la mecha

No se sabe quién fue el primero al que, por decir, en una reunión de producción se le cruzó la idea de reemplazar, en ShowMatch, a Paddy Jones (la bailarina inglesa de 75 años) por Rocío Marengo y darle en el centro al pánico de Carmen Luz Barbieri: caerse y volver, según sus propias palabras, “a la época de los boliches gays y de las giras por el interior para dos personas”. Lo que sí se supo es que la treta fue urdida y aceptada de antes, que reventó en vivo (grabado) hace dos semanas y que puso en marcha y recalentó motores, todos dispares, todos y todas las ofertas, todos caros y siempre queriendo, al aire, de todo un poco más. La ligó Carmen Barbieri entonces esta vez, que muy bien no andaba, y a quien aún quizás le pesa (y le hacen pesar) las frases que Moria Casán una vez le escrutó, y que de sólo recordarlas el pánico la derrumba. A Carmen, que llora porel esfuerzo. Y se justifica. Siempre al aire.

Además de decirle: “Cara de pato con cuerpo de lavarropas”, y “cara de Patoruzú”, Moria Casán, una vez, la atacó donde más flaca tiene la vida Carmen: su seguridad. “Se victimiza de acuerdo a los dedos de (Federico) Hoppe, que va marcando el rating”, dijo Moria sobre la participación de Barbieri en ShowMatch. Y agregó: “A los que manejan los hilos no les importa nada y el resto se muere por protagonismo. A Carmen le duele volver a la gira porque es muy sacrificada. Creo que tiene miedo de perder lo que consiguió. Cuando empezó me atacó a mí, jugaba a ser Moria. Y puede ser que el éxito de grande hace que sean más resentidos. Hay gente adicta al sufrimiento. El bienestar les molesta y empiezan a buscar el pelo al huevo”. Ahí Carmen es flaca y lo saben muchos. Hasta Tinelli. Pero a nadie le importa. Ni siquiera a Carmen misma le importa el bienestar  cuando el personaje empieza a engordar y a pedir ficción. Esa ficción, Carmen la saca de su vida como legalizando, así, un letargo culpa del destino, que es real.

 

La luz de Carmen

El fulgor de la revista ya sonaba mítico, el año era 1986 y la televisión argentina estaba llena de telenovelas y programas de humor. Mirtha Legrand, según ella misma, estaba prohibida, y hacía un programa para el interior del país que no salía en Buenos Aires. El noticiero era un monopolio que se llamaba Nuevediario, y Jorge Lanata estaba a punto de aparecer. Alejandro Romay descubría y probaba talentos, Bernardo Neustadt y Mariano Grondona eran uno y asomaba Antonio Gasalla. Alberto Olmedo estaba vivo y era inmenso por la pantalla chica, y las chicas de la tele tenían la misma ambición que ahora. Casi la misma intención salvaje de “belle epoque” de las pampas, de “dolce vita” real y desentendida. Mostraban  todo para una revista (la de papel y la otra) y más de una se volvió loca por el exceso. Los señores mayores del humor nacional las mataban de risa y ellas sólo se dejaban hacer, se paseaban en bolas, contentas. Pero las muchachas de entonces eran más calladas (o más estúpidas). Como (al voleo) Adriana Aguirre, Adriana Salgueiro, Susana Traverso,Noemí Alan, Mónica Guido, Sandra Villaruel,entre otras más jóvenes. O no tanto. Como Cris Morena, quien por entonces andaba como a la expectativa, cansada de estar haciendo de ascensorista gritona en un programa que, con el tiempo, devino en mito: Mesa de noticias. Carmen Barbieri y Santiago Bal eran parte del elenco por entonces, de un enorme y, por decir, variopinto elenco encabezado por el “benemérito señor director” Juan Carlos Mesa, secundado por Gianni Lunadei, que hacía de De la Nata y le decía al gordo que le pertenecía. El programa tuvo una versión teatral y fue allí, en una función de enero de 1986 más precisamente, donde Carmen Barbieri (con 30 años para 31) se volvía a enamorar de un hombre mucho mayor que ella y de una profesión parecida a la de su padre (Alfredo Barbieri). Carmen Barbieri siempre dijo que Jorge Porcel fue un hombre importante en su vida y lo demostró una vez, en un reportaje, cuando contó cómo ella, en reiteradas oportunidades, lo había bañado a Porcel ya que la obesidad de éste le impedía hacerlo solo. “Un gesto de amor”, dijo. El amor es un señor maduro para Carmen Barbieri y aquél verano de 1986, arriba de un escenario, se lo volvió a demostrar a sí misma. En una inerte escena donde ella sólo le tenía que pasar un papel en blanco a Santiago Bal (49 años por entonces), ahí, en ése papel en blanco y ése día en cuestión, ella había escrito: “Me estás gustando”. Y era para Santiago Bal el piropo, quien adiestrado en actuar los objetos y tocar colas arriba de un escenario, no vio el papel hasta tres días después. Fue entonces cuando le dijo a Carmen que no se hiciera ilusiones con él, que estaba grande y enfermo. Pero a Carmen, dicen, no le importó nada de eso y empezaron a salir. Santiago, tal cual había profetizado, tuvo cáncer y una deficiencia renal que le produjo un deterioro muy grave. En once meses lo operaron diez veces y Carmen, menos astuta que muchas de sus colegas por entonces menemistas, no daba pie con bola con su profesión. Ahí fue cuando, impedida de pantalla y de asumir un rol que ya no era su presente, se convirtió en la primera en hacer visible la situación de las, digamos, vedettes (o casi) ya entradas en años que con más varieté, revistas y televisión que cintura, poco acomodadas ellas (pero más laxas de sentido) iban arribando a la tevé para, literalmente, hacer lo que sea con tal de no desaparecer. De algunas no se sabe nada, otras se casaron “bien” (otras no), Silvia Pérez hizo una película extraña y triste, Graciela Alfano y Reina Reech son dos casos aparte y Carmen hizo de mamá por un tiempo en Cebollitas, el equipo de nenes que cantaba contento el hecho de salir segundos. Pero recién en 1997, un reemplazo al parecer pasajero, le dio la señal de lo que vendría. O no tanto. La cuestión es que el programa fue Movete, que conducía Georgina Barbarrosa (otra sobreviviente) y a quien Carmen reemplazó para siempre. Tanto, que al año siguiente, las dos competían con programas similares, a la misma hora y en distintos canales. Fue la peor época en cuanto a la salud de Santiago Bal. Pero Carmen, que hacía público todo su pesar económico y familiar, se empezaba a sentir cómoda con su cuerpo nunca flaco por la tele, ya cobrara sueldos altos y se hacía ilusiones de más. Entonces apareció Marcelo.

Movete Carmen

El 2006 arrancó la temporada televisiva con un ShowMatch que inauguraba un nuevo segmento, formato derivado de los realities. Empezaba, entonces, la primera de las temporadas de “Bailando por un sueño”, que con el tiempo, se fue fagocitando todo el programa hasta transformarse en lo que hoy es ShowMatch: un boliche bailable. De todas maneras, Carmen Barbieri, con ese cuerpo no flaco y la mención de siempre a su esfuerzo, sacrificio y penurias, ganó el certamen y se fue a Mar del Plata a encabezar una revista con Miguel Ángel Cherutti, que estaba recién “divorciado” de Nito Artaza (hoy senador). Pero Carmen ahí quiso otra cosa, quiso más, quiso reparación histórica, y se cortó sola armando su propia compañía teatral

con su recién recuperadísimo marido a la cabeza, como director y autor, volvió otra vez a “Bailando por un sueño” (salió décima) y ahí Tinelli, desde entonces, la hizo jurado. Todos los años la hacen saltar por lo mismo y cada vez más hinchada, Carmen, siente la cercanía del borde. Pero después se le pasa y  estrena una revista llena de gatos quilomberos que luego se disputarán la participación en un próximo “Bailando por un sueño”, donde las espera Marcelo Tinelli, entre “el telo y la tele”, como la ¿peculiar? Película que escribió Ricardo Talesnik (La fiaca, Cien veces no debo) y dirigió Gerardo Sofovich (el padre y el abuelo putativo de muchas), en la que Carmen era más suelta de ropa y de ganas.

 Se viene la quema

Este año que promedia, Tinelli y compañía decidieron (se supone que sucede esta acción) blanquear y sacarle provecho a lo que muchos ignoraban o se hacían los sotas desde hacía años: ShowMatch sólo es en vivo y en directo dos días a la semana (lunes y martes) y el resto (jueves y viernes) se graba

de un sólo tirón el martes mismo y/o siguen los miércoles. Mientras tanto, de día y por la tele, se especula sobre lo que se vio en vivo y se entregan, difunden, comentan y hasta defienden y descartan hechos desafortunados durante las grabaciones que aún, según el día de la semana, no “sucedieron”. De la tarde también se avivaron este año y hasta los programas satélites Tinelli quiere para sí. Hasta Telefé inventó

una hora de Zapping diario dedicado a ShowMatch, y la corrió a Solita Silveyra y la mandó a hacer teatro con Javier Daulte para recuperarse.

Todo por un sueño fue el título en español para To die for, de Gus van Sant, que termina con alguien de la tele congelado y una escena de patinaje sobre hielo. No se sabe quién fue el iluminado que decidió cambiar el título con un leve pero por demás marcado toque de ironía, que tiñó de cierto guiño paródico a una película que no lo tenía. Pero estamos cerca de su suceder. Del guiño se habla acá, y ojo, lo de suceder es en la televisión, donde todo es mentira.

Comentarios