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Reflexiones

Bancos centrales van al ritmo de guerra del petróleo

¿Cómo responderán los bancos centrales –aquellos capaces de crear liquidez internacional– ante la realidad de un shock petrolero que entró como un ventarrón favorable por la ventana?


¿Cómo responderán los bancos centrales –aquellos capaces de crear liquidez internacional– ante la realidad de un shock petrolero que entró como un ventarrón favorable por la ventana? Si se piensa en Japón –que importa todo lo que consume–, una reducción del precio del crudo del orden del 35 o 40 por ciento desde junio es como un efecto Fukushima en reversa. Una bendición imprevista. Y sin embargo, a fines de octubre, cuando el Banco de Japón decidió redoblar su programa monetario de expansión cuantitativa y cualitativa, un motivo que citó fue la debilidad del crudo y el
riesgo de revivir las expectativas deflacionarias.

En un mundo amenazado por la magrísima inflación –incluyendo la desinflación europea y la huella fresca de la deflación nipona–, ¿puede complicarse la coyuntura por culpa de una sorpresiva abundancia de la energía? No deberíamos perder el sueño por su contribución a la inestabilidad de precios. Son la dinámica crediticia y la química política las que pueden gestar reacciones peligrosas.

Para Stanley Fisher, número dos de la FED, la menor inflación que va a provocar la baja del precio de los combustibles en Estados Unidos será un “fenómeno temporario”. ¿Le preocupa a un banco central que hace dos años y medio no consigue llegar a su meta del 2 por ciento? “No demasiado, porque esa inflación baja (o negativa) ocurrirá a consecuencia de un proceso de mejoría generalizada y, por ende, mucho más proclive a aumentar el PBI que a reducirlo”.

Bill Dudley, titular de la FED de Nueva York, comparte la postura. El dinero extra que la crisis dejará en poder de los estadounidenses, en su mayoría “será gastado y no ahorrado”.

El shale

Desde ya, Estados Unidos no es lo que era. Gracias a la revolución del shale, la producción de crudo es un negocio que avanza rampante y ello modifica su sensibilidad.

Si la caída del precio “persiste o se intensifica, surgirán consecuencias negativas para la inversión en petróleo y gas”. Un escenario, dijo, que no habría que exagerar “especialmente si las cotizaciones se estabilizan alrededor de los niveles actuales”.

¿Cambio de planes en carpeta? No. Terminado el “tapering”, la suba de las tasas cortas era, y es, la próxima tarea a realizar. El shock petrolero, en ese sentido, no supone ninguna distracción. Los tiempos son los mismos. Todos están sobreaviso: cuando arribe el verano del hemisferio boreal, la “FED pondrá manos a la obra. La visión que privilegia el consenso –un primer retoque de la tasa de “FED funds en junio 2015– continúa siendo muy razonable”, Dudley dixit.

Futuros

La “FED no se aparta del camino trazado cuando el petróleo valía 100 dólares y los futuros eran alcistas. Sin embargo, el propio Dudley considera que sus pares del G-7 van a reaccionar de distinta manera. “La caída mundial del precio del petróleo va a alentar más relajación monetaria (por parte de otros bancos centrales) y ello va a talonear el crecimiento global”.

Europa y Asia

Japón, como dijimos, ya se anticipó en octubre descargando más artillería de compra de activos. Equivocado o no en su apreciación sobre el influjo de la cotización del petróleo –deflacionario en precios pero reflacionario en ingresos y de ahí, presumiblemente, un bonus para el gasto y la actividad– lo cierto es que Tokio delineó su estrategia: irá por más estímulo.

Una definición similar se ansía de la eurozona, donde Mario Draghi, titular del BCE, libra una titánica porfía con Jens Weidmann, el hombre fuerte del Bundesbank (Banco Central germano) y punta de lanza de la negativa alemana a ceder al “canto de sirenas” de la expansión cuantitativa. El italiano confía en el poder de la retórica. Presiona. Da a entender que pugna por el QE (flexibilización cuantitativa, por sus siglas en inglés) soberano a gran escala. ¿Cómo impactará este súbito “dividendo petrolero”? Para su desgracia, es la excusa perfecta para la inacción. Es un estímulo innegable y no está reñido con el manual germano de las buenas costumbres. ¿Aceptará Draghi la demora o sacará otro conejo de la galera? El jueves pasado, tras la reunión del BCE, tuvo que conceder. Pero la silueta de la intervención quedó flotando: “El consejo analizó la compra de todo tipo de activos con excepción del oro”. Un guiño que ayer decepcionó, pero que en enero volverá como promesa y fuerte expectativa.

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