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Aquella Operación Masacre

Por: Alejandro Rubén Fraga

La noche del sábado 9 de junio de 1956 estalló en Buenos Aires el movimiento cívico-militar que, encabezado por el general Juan José Valle, intentaba restituir el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón que había sido derrocado el año anterior por la autodenominada Revolución Libertadora. Aquella rebelión, que pedía la vigencia del Estado de derecho y de la que hoy se cumplen 56 años, fue sangrientamente reprimida por el gobierno de facto encabezado por el general Pedro Eugenio Aramburu.

El alzamiento había sido preparado por un grupo de oficiales y suboficiales del Ejército dados de baja luego del golpe que derrocó a Perón, pero fue abortado por la dictadura, que desde un primer momento estuvo al tanto de los planes de los conjurados.

Los objetivos del movimiento revolucionario, explicitados en la proclama redactada por el poeta Leopoldo Marechal, consistían en la restauración “del Estado de Derecho mediante la vigencia plena de la Constitución nacional”, la convocatoria a “elecciones generales en todo el país en un plazo no mayor de 180 días”, la declaración de una “amnistía general y derogación de todos los decretos y medidas discriminatorias dictados por razones ideológicas o políticas”, la libertad de los presos políticos, la “reincorporación de los empleados y obreros despedidos arbitrariamente por razones ideológicas o políticas”, la “rehabilitación de los partidos políticos privados de personería y plena libertad para la formación de nuevas fuerzas”, así como la revisión de las medidas económicas que lesionaran el interés nacional, la devolución de los sindicatos a los trabajadores y la reincorporación de los militares dados de baja.

La noche del 9 de junio, mientras se iniciaba el alzamiento, el presidente Aramburu viajaba de regreso a Buenos Aires tras haber visitado Santa Fe y Rosario. Por eso, las primeras medidas para sofocar el movimiento insurgente las dispuso el vicepresidente, contralmirante Isaac Francisco Rojas.

Sorprendidos antes de empezar, la intentona tuvo sus focos aislados en Buenos Aires, La Plata y La Pampa, pero fracasó al cabo de unas horas y el número dos de los jefes rebeldes, el general Raúl Tanco, alcanzó a huir.

Horas después, ya en la madrugada del domingo 10 y antes de que se dictara la ley marcial que autorizaba ese procedimiento, un grupo de civiles, que habían sido arrestados horas antes en la localidad de Florida, fueron fusilados en un basural de la localidad bonaerense de José León Suárez.

Más tarde, ese domingo, los fusilamientos siguieron en La Plata y en una comisaría de Lanús. Las ejecuciones se prolongaron durante tres días (también en la Escuela de Mecánica del Ejército y Campo de Mayo), hasta que el general Valle, quien había conseguido eludir la represión, se presentó voluntariamente a fin de detener los asesinatos. No obstante las garantías que se le habían ofrecido, Valle fue fusilado el 12 de junio en el patio de la Penitenciaría Nacional (cárcel de Las Heras).

El total de muertos en el episodio ascendió a 33 personas.

A casi seis meses del hecho, alguien le dijo al periodista Rodolfo Walsh que hay un fusilado que vive. En los meses siguientes Walsh descubrió que había seis sobrevivientes de los fusilamientos. La investigación se plasmó en su libro Operación Masacre, la primera obra de “ficción periodística”.

Aquellos fusilamientos fueron el puntapié inicial del proceso de violencia que ensangrentó al país durante los siguientes 30 años.

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