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Aquel enigma llamado Rosebud

Por: Rubén Alejandro Fraga

Mañana se cumplen 70 años del estreno en la ciudad de Nueva York de una de las mejores películas de todos los tiempos: El ciudadano, la obra maestra escrita, producida, dirigida y protagonizada por el estadounidense Orson Welles. En efecto, el jueves 1º de mayo de 1941 el innovador film, para muchos el mejor producto del cine norteamericano, fue estrenado en la Gran Manzana.

Aquel día, El ciudadano (Citizen Kane, tal su título original o Ciudadano Kane como se lo llamó en la mayoría de los países de América y España) comenzó a provocar una revolución en el mundo cinematográfico, ya que rompía con todos los planteamientos narrativos en los que el cine se había basado hasta entonces. Una narración en flashbacks expresionista y barroca, enfáticos ángulos de cámara, la profundidad de campo lograda por el iluminador Gregg Toland, un montaje corto, nervioso, brillante, y la vanguardista utilización de la música como componente dramático, le sirvieron a Welles para componer la biografía de un personaje, Charles Foster Kane (que él mismo interpretó), a veces abyecto y otras admirable, que dejaba al espectador con libertad para darle la significación conveniente.

Al parecer, Welles se inspiró en la vida y obra del magnate de los medios de comunicación William Randolph Hearst, dueño de un inmenso imperio –17 grandes diarios, decenas de revistas, y numerosas emisoras de radio, entre otras posesiones, inigualables para la época–, y ello desató la furia no sólo del propio Hearst, que boicoteó la película, sino también del mundillo de Hollywood que apoyaba al multimillonario.

Considerado uno de los artistas más versátiles del siglo XX en el campo del teatro, la radio y el cine, en los que tuvo excelentes resultados, al momento del estreno de El ciudadano Welles estaba por cumplir 26 años (nació el 6 de mayo de 1915 en Kenosha, Wisconsin), pero tenía ya una trayectoria prestigiosa por sus montajes teatrales y venía precedido por una gran publicidad por haber dirigido tres años antes (en la víspera de la noche de Halloween de 1938) un programa radial que asustó a medio país, al relatar dramáticamente en una emisora de Nueva Jersey la invasión marciana descripta en La guerra de los mundos de Herbert George Wells. Aquel radioteatro, que emitió el Teatro Mercury de Nueva York la noche del 30 de octubre de 1938, causó conmoción en buena parte de Estados Unidos cuando la gente que estaba escuchando el programa pensó que se trataba de una verdadera invasión de extraterrestres. Aquella transmisión fue un fenómeno que marcó un hito en la historia de los medios de comunicación y disparó innumerables debates sobre el poder que estos ejercen sobre la gente.

Este sensacional debut le valió al joven director un contrato para tres películas con el estudio cinematográfico RKO, que le otorgó libertad absoluta en sus realizaciones. A pesar de estos beneficios, Welles fracasó con un par de proyectos –entre ellos, El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad– a los que su alto costo hizo inviables y sólo uno de sus films previstos pudo ver la luz: El ciudadano, que se presentó el Día del Trabajador de 1941, tras un complicado rodaje y nueve meses de montaje, que él mismo realizó. Welles contó en su reparto con artistas que por primera vez participaban en una película, como Joseph Cotten, Dorothy Comingore, Ruth Warrick, Ray Collins, Agnes Moorehead, Everett Sloane, Erskine Sanford, Paul Stewart, George Couloris y William Alland.

En su estreno, la cinta sorprendió a la crítica más que al público, influenciado por la campaña en contra de los potentes medios de Hearst. Al punto que El ciudadano fue un fracaso de taquilla, ya que desde los medios se la acusó de “demasiado intelectual y lenta” para la época. De modo que apenas recuperó la modesta inversión que demandó su realización. Y aunque fue nominada para nueve premios Oscar (mejor película, director, actor principal, guión original, banda sonora, fotografía en blanco y negro, montaje, dirección artística, sonido), recibió sólo el del guión, redactado por Welles con la colaboración de Herman Jacob Mankiewicz. Paradójicamente, aquel Oscar fue el único que obtuvo Welles en toda su inmensa filmografía, a excepción del Oscar honorífico que le concedieron en 1971.

“Es una película hecha como un periódico y como la vida de un periodista: a trozos, repentizada, veloz, abrumadoramente veloz”, escribió el historiador Manuel Villegas López. De hecho, la vida de Kane-Hearst está contada como en un rompecabezas a través de los testimonios de quienes lo conocieron. El ciudadano comienza en el momento de la muerte del magnate, quien fallece acompañado sólo por sirvientes, en su gran mansión tras haber pronunciado una única y misteriosa palabra: “Rosebud”.

Con la intención de averiguar su significado, un periodista, Jedediah Leland (personificado por Joseph Cotten), comienza una investigación con las personas que vivieron y trabajaron con Kane. Las entrevistas se suceden y con cada persona afloran vivencias y recuerdos que ayudan a modelar la compleja imagen del millonario muerto, pero que no aportan datos sobre la misteriosa palabra. Sólo el espectador conocerá su origen y significado que engloba temas como el anhelo de las cosas perdidas y los valores realmente importantes. Así, al reconstruir la biografía del magnate, surge un mosaico contradictorio sobre Kane, “personaje tremendo, sobrecogedor, mitológico, rey Midas de su época, es decir, precisamente lo que requiere el estilo que Orson Welles dio a su film; la forma nace del tema”, según Villegas López.

En Europa la película recién se estrenó tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, y en España no lo hizo hasta 1966, por obra y gracia de la censura de la dictadura franquista.

“El ciudadano se aleja tanto del cliché del cine que casi no parece una película”, sostuvo la revista Time en un artículo de preestreno, alabando el innovador trabajo de cámara de la película y las nuevas técnicas de filmación, tales como el uso de película artificialmente envejecida para asemejar clips de documental originales.

“Impresionantemente inventiva, técnicamente fascinante, El ciudadano reinventó la forma en la que las historias se podían contar en el cine, y marcó un estándar para generaciones de nuevos cineastas”, remarcó una reseña en el British Film Institute. “Un interesante recuento del alza al poder de un magnate de los periódicos, la primera película de Orson Welles se siente tan fresca como los titulares de mañana”, agrega.

El ciudadano dio comienzo a una dura lucha entre Welles y Hearst. El magnate intentó impedir el estreno y su campaña en contra logró que el film no recibiera aclamación popular hasta décadas después. Pero, al final, la película puede decir tanto sobre su creador como dice de su musa. “Hearst y Welles eran orgullosos, talentosos y destructivos – genios cada uno a su manera”, dijo Thomas Lennon, productor del documental de 1996 RKO 281: La Batalla por Ciudadano Kane (281 alude al número de la película de RKO antes de recibir el nombre definitivo). “La batalla que los arruinó a ambos estuvo muy en sintonía con cómo vivieron sus vidas”, añadió.

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