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Adiós al dueño del realismo mágico latinoamericano

Gran congoja en todo el mundo por la muerte del reconocido premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez. Sus restos serán cremados este lunes en una ceremonia privada y sin honras fúnebres en México. Se desconoce si posteriormente el escritor será llevado a Colombia, su país natal. Letras de luto: murió el escritor Gabriel García Márquez


Los diarios del mundo, los primeros mandatarios de Latinoamérica, los escritores que aprendieron de su pluma ilustre, el periodismo internacional. Todos, cada uno a su modo, a su manera, en medio de la congoja, lamentaron en las últimas jornadas la muerte del escritor colombiano, premio Nobel de Literatura, referente indiscutido del realismo mágico latinoamericano y maestro del periodismo Gabriel García Márquez, quien falleció anteayer en México, a los 87 años.

Protagonista del boom que junto a escritores como Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa posicionó a la literatura latinoamericana del otro lado del Atlántico, su última aparición pública, de típico traje claro, alegre y de buen talante, fue el pasado 6 de marzo en su casa del DF, para escuchar las Mañanitas que cada año le cantaban con motivo de su cumpleaños.

Días atrás, el genial escritor colombiano había estado internado en una clínica mexicana a raíz de una neumonía, y sus allegados ya advertían que su salud era “muy delicada”.

García Márquez había nacido en la caribeña Aracataca, pueblo de sus ancestros al pie de la Sierra de Santa Marta, el 6 de marzo de 1927, donde su madre, Luisa Santiaga Márquez Iguará, llegó sola desde el vecino poblado de Rioacha, dado que su padre había jurado no volver allí jamás, aunque la familia terminó reuniéndose allí porque el deseo de ver al niño ganó al encono contra los suegros.

“Nunca, en ninguna circunstancia, he olvidado que en la verdad de mi alma no soy nadie más ni seré nadie más que uno de los 11 hijos del telegrafista de Aracataca”, dijo alguna vez Gabo, refiriéndose a su padre Gabriel Eligio García Martínez, homeópata de profesión, poeta y violinista clandestino que lo dejó al cuidado de sus abuelos con sólo cinco años, para montar junto a su madre una farmacia en Sucre.

Así, su infancia transcurrió bajo la tutela de los abuelos, Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán Cotes, quienes le mostraron el mundo donde lo fantástico irrumpía de manera cotidiana en aquellos pueblos perdidos, de vegetación exuberante y plagados de personajes que más tarde recobrarían vida en sus libros y marcarían su vasta obra literaria.

Luego de la muerte de su abuelo, en 1936, Gabo fue enviado a estudiar a Barranquilla, la principal ciudad del Caribe colombiano, y de allí viajó, en 1940, a la fría Zipaquirá, próxima a Bogotá, para cursar el bachillerato que terminó en 1946.

Gabito, aquel joven tímido que abandonó los estudios de Derecho en la Facultad de Bogotá, fue el mismo hombre ya maduro que eligió vivir lejos de su país natal y que en 1982 se alzó con el premio Nobel de Literatura por sus relatos sobre las desventuras de un pueblito llamado Macondo, ícono del boom que dio cuenta de la convulsionada situación política del continente en los años 60.

El inventario de sus recuerdos habla de comienzos poco concesivos en el diario El Universal, de largas tertulias literarias que superaban la madrugada, de cajas de libros que llegaban desde Buenos Aires para aliviar su sediento talento y de La Hojarasca, la novela que publicó con sus ahorros.

En la ciudad colombiana de Sucre, donde vivió algunos años, asesinaron a su amigo Cayetano Gentile Chimento en 1951, lo que quedaría en su memoria por 30 años hasta que pudo exorcizarlo a través de Crónica de una muerte anunciada, aunque fue la misma ciudad en que conoció a su esposa en 1958, Mercedes Barcha Pardo.

Con ella tuvo a sus dos hijos, Rodrigo y Gonzalo, y todos se instalaron en México desde mediados de los 60, estancia que intercaló con otras ciudades del mundo, y que interrumpió a fines de los 90 cuando le descubrieron un cáncer linfático que decidió combatir recluido en una casa de Los Ángeles, EE.UU., desde 1999.

A la hora de desmenuzar el genio literario de Gabo, el relato se detiene invariablemente en 1967 para dar paso a la historia de Cien años de soledad, la obra que transformó su vida y la de toda una generación que creyó ver en ella una radiografía del destino y las miserias de una Latinoamérica devastada por las dictaduras militares.

Aquella novela, que fue traducida a 40 idiomas y de la que se vendieron más de 30 millones de ejemplares, fue la que consagró a Gabo y con la que obtuvo el premio Rómulo Gallegos (Venezuela, 1969), el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Columbia (Nueva York, 1971), la Legión de Honor (Francia, 1981) y el Nobel de Literatura (1982).

Su amplia bibliografía se completó con títulos como El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba, Ojos de perro azul, Los funerales de Mamá Grande, Doce cuentos peregrinos, Del amor y otros demonios, Notas de prensa 1980-1984, Noticia de un secuestro, Vivir para contarla y Memoria de mis putas tristes.

En octubre de 1994, García Márquez creó la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, una escuela-taller para jóvenes periodistas, establecida en la ciudad de Cartagena de Indias, dedicado a su otra gran pasión, con el fin de estimular las vocaciones, la ética y la narrativa dentro del periodismo.

El escritor realizó además permanentes manifestaciones a favor de los derechos humanos, repudió el racismo, las dictaduras militares y el crecimiento de la violencia en las sociedades, características que ayudaron a delinear su perfil, así como su estrecha amistad con el cubano Fidel Castro.

“El secreto para una buena vejez es haber hecho toda la vida sólo lo que me da la gana”, había dicho el colombiano en uno de sus cumpleaños, cuando ya era uno de los escritores más importantes del siglo XX.

Lunes de despedida

Los restos de García Márquez serán cremados en una ceremonia privada y sin honras fúnebres. Así lo informó ayer su familia, que además confirmó que el lunes habrá un homenaje en el Palacio de Bellas Artes de México. La esposa del escritor, Mercedes Barcha, y sus hijos Rodrigo y Gonzalo, eligieron guardar silencio, interrumpido sólo con la lectura de un breve comunicado en su nombre, en el que se anunció que los restos del autor serán “incinerados en privado”. No habrá por lo tanto un funeral en México para García Márquez, y por el momento se desconoce si el escritor será llevado a Colombia, su país natal. De este modo, en Ciudad de México, el creador de Macondo tendrá su despedida oficial cuatro días después de su muerte. La directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (Inba), María Cristina García Cepeda, informó: “El lunes, a las 16, se realizará un homenaje luctuoso en el Palacio de Bellas Artes, donde el público podrá homenajear su legado”.

Su partida, la nota destacada 

La muerte del Nobel colombiano fue reproducida por los medios de todo mundo y en las redes sociales. Escritores, intelectuales y políticos expresaron su pesar y reconocimiento al más popular de los autores latinoamericanos. Su partida fue la nota destacada de los principales periódicos de Europa y Latinoamérica, como el francés Le Monde, El Tiempo de Colombia, o El Mercurio de Chile, que tituló “Las letras universales están de luto”. La versión online del diario español El Mundo abrió con una foto en blanco y negro del creador de Macondo y debajo se pudo leer: “Los gigantes nunca mueren”, términos similares a los elegidos por el estadounidense The New York Times, que publicó: “Un gigante de la literatura del siglo XX”. También se hicieron eco de su partida la cadena CNN en español, y el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, escribió a pocos minutos de conocerse la noticia: “Mil años de soledad y tristeza por la muerte del más grande colombiano de todos los tiempos!”.

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