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Montajes mínimos

A instancias de un delirio místico

El dramaturgo Santiago Loza habla de su obra “La mujer puerca”, que se presenta esta noche a las 21, en La Comedia, de Mitre y Ricardone


El delirio místico como disparador de un relato que provoca ternura y espanto y que pone en la palabra y en el actor todos los sentidos para la evocación. La mujer puerca, texto de Santiago Loza con dirección de Lisandro Rodríguez y la imperdible actuación de Valeria Lois, se presentará esta noche, a las 21, en una única función en La Comedia (Mitre y Ricardone), en el marco del ciclo Montajes mínimos, que comenzó anoche en el Parque de España con Mau Mau o la tercera parte de la noche (otro texto de Loza con dirección de Juan Parodi), y que hoy a las 19 reunirá a ambos en el Túnel 4 del CCPE (Sarmiento y el río) en el marco de una charla con entrada gratuita.

“Son obras en las que tengo la suerte de que los personajes estén encarnados por actrices increíbles. Los destinos de esos textos fueron muy buenos; se trata de espectáculos que yo quiero mucho”, adelantó Loza, quien agregó: “Los mundos de estas mujeres aparecen de una zona un poco misteriosa; los personajes que me conmueven son aquellos que están un poco al margen de todo, en una zona gris, son personajes que en apariencia no tienen mucho para contar y que cuando uno ve estas obras son, precisamente, esos momentos donde pueden estallar”.

En La mujer puerca, la protagonista es una mujer que ha vivido para conseguir la santidad, pero no lo ha logrado; “tiene naturaleza puerca”, es mundana, terrenal y el deseo de beatitud no conjuga con su ser. “La mujer puerca es una especie de fenómeno: ridícula y tierna, posee melodrama y humor. También algunos pensamientos sobre el amor. El amor no correspondido por Dios hacia esta pequeña mujer herida”, adelanta el parte de prensa de la compañía porteña Elefante Club de Teatro.

“En el caso de La mujer puerca es una mujer con un delirio místico, y la historia está ligada a zonas de mi infancia en el interior, a crecer en un ámbito muy religioso y a cierta idea de la creencia, con todo el terror que implica la creencia; es una personaje que tiene un deseo de santidad y sin embargo su naturaleza la condena a lo mundano, a ser muy terrenal, y en ese punto reside el humor de la obra”.

Respecto del espacio que ocupa en el teatro argentino, y del hecho de ser uno de los responsables de devolverle la palabra a la escena nacional, el también cineasta analizó: “Lo que siento es que se ha revertido cierto desprecio por la palabra y quien acciona ese cambio es Mauricio Kartun, tanto con su obra como a partir de la creación de la carrera de Dramaturgia en la Escuela Municipal de Arte Dramático de la que salimos muchos autores. Fue el lugar que legitimó la escritura porque escribir teatro, el teatro en sí mismo, en algunos sectores, era visto como «el hijo bobo» de la literatura y hoy la escritura dramática ha empezado a ser aceptada en los círculos literarios”. Y concluyó: “Escribir teatro es escribir palabras para ser dichas en un espacio y entonces no podés dejar de lado ese destino que tendrán las palabras y ese poder de evocación que siempre tiene el lenguaje; escribir teatro es apropiarse de un lenguaje que una vez dicho pueda abrir mundos, provocar imágenes en la mente de quien esté escuchando”.

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