Ciudad

Juicio vial

“Tiene que saberse que beber y manejar un auto es cargar un arma”

Con evidente tristeza, la tía de Facu, uno de los dos jóvenes fallecidos, dio detalles que ensombrecen el trabajo policial. Con las declaraciones de los últimos tres testigos aportados por la querella, concluyó la primera semana del proceso oral.


“Apelamos a su sensibilidad. No queremos venganza. Sí justicia, y una condena ejemplificadora. Tiene que saberse que beber alcohol y después manejar un auto es cargar un arma”. La tía de Emiliano Cáceres no desaprovechó la oportunidad que tuvo ayer y luego de declarar le habló directamente al juez José Luis Suárez. Mantuvo la voz firme y segura. Luego se levantó y se fue. Tres personas testimoniaron ayer, sólo por la mañana y dando por finalizada la lista aportada por la querella. El lunes hablarán ante el juez los testigos de la defensa, y el martes se hará una inspección ocular, pedida también por la defensa, en la que se hará el recorrido del lugar de la fiesta en Funes a la que concurrieron los jóvenes hasta el punto donde el fatal choque enlutó la noche de juerga, en Pellegrini y Provincias Unidas.  La lectura de los alegatos, se estima, se hará a fines de la semana que viene.

Los familiares de Emiliano y Facundo, fallecidos el 22 de febrero de 2014 en un siniestro vial, sostienen que hubo irregularidades en la primera intervención policial, es decir, apenas sucedió el choque. Las pertenencias de los jóvenes que murieron, denuncian, fueron a parar a las manos de la mamá del conductor, una empleada de la fuerza de seguridad provincial. Los dos testimonios más importantes de la quinta jornada de juicio apuntaron en ese sentido.

El primero fue de la tía de Emiliano. La mujer explicó que por ser familiar directo fue quien se hizo cargo del cuerpo de su sobrino. Por su testimonio, dejó entrever que también se encargó de las pertenencias del chico. En la morgue le informaron que las pertenencias que tenía encima iban directo a la Fiscalía. La familia sabía que el joven había cargado una mochila, y cuando fue a la comisaría 14ª a buscarla, le dijeron que allí no había nada. La segunda vez que se acercó, relató la mujer, personal policial le describió las características de la mochila y le informó que estaba en manos de la mamá de Federico Gómez, el conductor del auto en cuestión y ahora imputado. “Me admitieron que el error era de la Policía, por no tener registro de lo secuestrado”, agregó la mujer.

Una joven de 19 años la siguió en el testimonio. La chica fue a la escuela con los tres pibes. A Federico lo conoce desde jardín. El 26 de febrero fue a buscar la mochila de Emiliano a la casa de Federico. Ninguno de sus amigos, contó, se animaba a cumplir con la tarea. “Estábamos mal. Nadie lo quería ver, nadie se animaba. No sabría decir si era por enojo con él”.

Un día antes, la chica llamó a la madre del joven y coordinaron para encontrarse en su casa. Ella fue acompañada de su papá. Las cosas de los amigos fallecidos estaban en el baúl del auto de Gómez. La mochila, adentro de una bolsa de consorcio, y un par de lentes de Emiliano, sueltos. También estaba el celular de Facundo, táctil y de color negro: tenía la pantalla rota. “Me lo dio en una bolsa transparente, pero estaba lleno de sangre. No me animé a agarrarlo. Dejé el teléfono y también las zapatillas de Facundo”, se entristeció. La joven admitió que no se preguntó ni preguntó por qué la madre de Federico tenía las cosas. Dijo que tampoco pensó en eso.

Las familias de las víctimas denunciaron a la Policía provincial por incumplimiento de deberes de funcionario público, asegurando que hubo una serie de irregularidades en los procedimientos con el fin de alterar pruebas que inculpan al conductor del Fiat Uno. Además, y en consecuencia de estos hechos, la comisión de Derechos Humanos del Concejo Municipal trabaja en una iniciativa para constituir un protocolo de actuación en siniestros viales a través del cual se puedan evitar irregularidades en toda investigación. O al menos, hacerlo más difícil.

Cinco días reconstruyendo qué paso

El primer juicio oral por un siniestro vial que se desarrolla en Santa Fe arrancó el lunes pasado. Durante estos cincos días desfilaron por los Tribunales provinciales testigos cuyas declaraciones servirán para definir la responsabilidad de Federico Gómez, el conductor de 19 años acusado de homicidio culposo agravado por el uso de un vehículo.

El 22 de febrero de 2014, Federico manejaba su Fiat Uno blanco junto a Emiliano Cáceres Ferreyra y Facundo Aguirre, ambos amigos y compañeros del Colegio Jesús de Nazareth. Volvían de una fiesta en Funes cuando al bajar del viaducto Che Guevara chocaron contra un camión que estaba estacionado por avenida Pellegrini hacia el Este, apenas pasada la intersección con Provincias Unidas. Emiliano y Facundo murieron.

La Fiscalía y la querella sostienen que el conductor estaba alcoholizado y no respetó la velocidad máxima al descender del puente que conecta con la autopista Rosario-Córdoba a 92 km/h. Por eso, pidieron una condena de prisión efectiva de cuatro años para Federico. Desde la defensa de Gómez, rechazaron que el joven hubiera estado alcoholizado o condujera a mayor velocidad de la permitida. En cambio, señalaron que hubo elementos externos que llevaron a la tragedia: un camión que iba “a paso de hombre” por el carril izquierdo del viaducto llevó al joven a pasar por la derecha; un badén en la bajada del puente hizo perder el equilibro del vehículo y, por último, en un espacio donde no está permitido, camión estacionado: contra ese vehículo se estrelló el Fiat.

“No miré qué hacía cada uno”

El primer testimonio de la jornada de ayer fue el de un compañero del acusado, Cáceres y Aguirre. El joven tiene 18 años, en ese momento 17, y llegó a la fiesta –previa al choque– en el auto de Federico. Lo acompañaba Emiliano y dos pibes más. Los cinco chicos, contó, salieron de Uriburu y San Martín junto con los colectivos que trasladaban al resto de los asistentes a la fiesta. El testigo dijo que el camino fue “tranquilo” y no precisó a qué velocidad iban. Sin embargo, deslizó: “Íbamos rápido, ligero”. Recordó, también, un percance con un camión: “Hizo una mala maniobra. Se abrió sin guiño. Cosas que suceden diariamente, especialmente con camioneros”, interpretó. El chico dijo que se exaltó. No le dio más importancia. El joven testigo no pudo constatar que Federico haya tomado esa noche. “Había mucha gente. No estoy mirando qué hace cada uno”, se desmarcó. Cuando terminó la fiesta, él se volvió en colectivo.

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