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A 90 años de “la pelea del siglo”

Por Rubén Alejandro Fraga.- El 14 de septiembre de 1923 se disputó el legendario combate de peso pesado entre Luis Ángel Firpo y el campeón Jack Dempsey.


Ilustración: Facundo Vittiello

fraga“Vino la pelea Firpo-Dempsey y en cada casa se lloró y hubo indignaciones brutales, seguidas de una humillada melancolía casi colonial”. Así dice un fragmento de “Circe” (1951), de Julio Cortázar, en el que hace referencia a la llamada “pelea del siglo” por el cetro mundial de todos los pesos, que se disputó el viernes 14 de septiembre de 1923, ante unos 85 mil espectadores, en el estadio Polo Ground de Nueva York. Aquel día, del que hoy se cumplen 90 años, el campeón mundial Jack Dempsey venció al pugilista argentino Luis Ángel Firpo, apodado Toro Salvaje de las Pampas por la guapeza con que suplía sus escasos recursos técnicos.

“Yo tenía en ese momento nueve años y aquello fue como una tragedia nacional, porque en la Argentina se consideró un robo al país aquella pelea. No faltaron los que pedían romper las relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Aquella pelea creo que definió mi pasión por el boxeo, porque yo quedé muy impresionado por lo de Firpo y empecé a interesarme por ese deporte que, en esos años, ocupaba mucho espacio en los periódicos”, contó el autor de Rayuela.

Y no fue el único que se hizo amante del “viril deporte de los puños” a partir de Firpo y aquellos segundos memorables para el deporte argentino: al conjuro de aquel coloso el boxeo sacó patente de identidad y dejó de ser una práctica marginal y prohibida. Firpo fue el primer boxeador argentino que llegó a disputar un campeonato mundial y el que con sus hazañas en el exterior marcó el rumbo del pugilismo nacional.

En aquel legendario combate, Firpo, quien había subido al cuadrilátero con el húmero fracturado sin que nadie lo supiera, cayó siete veces a la lona durante el primer round y dos en el segundo, en el cual perdió por nocaut ante el imbatible “Matador de Manassa”, un invicto estadounidense ante cuyo poder habían caído todos cuantos intentaron arrebatarle el título mundial de los pesados, que había conquistado unos años antes al batir al gigantesco Jess Willard.

Pero lo insólito fue que a los dos minutos y medio del primer round, tras su séptima caída, Firpo se recuperó y con un golpe poco ortodoxo lanzó a Dempsey fuera del ring. Con la ayuda de asistentes y periodistas el campeón subió tras 17 segundos, beneficiado por la pasividad del árbitro de la pelea, Johnny Gallagher, quien, presionado por el público, no atinó a realizar la cuenta reglamentaria. Hubo mucha controversia y Gallagher fue suspendido cinco semanas por la Comisión Municipal de Nueva York, pero no se modificó el resultado.

Ilustración: Facundo Vittiello
Ilustración: Facundo Vittiello

El combate del siglo

Bautizado por el periodista estadounidense Damon Runyon como Toro Salvaje de las Pampas, Firpo dejó en el camino a boxeadores de la talla de Bill Brennan, Jess Willard, el sargento Homer Smith –al que derribó 15 veces sin poder noquearlo–, Jack Herman y Joe Burke.

Tantos méritos había acumulado Firpo que cuando el promotor Tex Richard anunció su pelea con Dempsey, ésta fue calificada de inmediato por el mundo del boxeo como el “combate del siglo”.

El 14 de septiembre de 1923 unos 85.000 espectadores se dieron cita en el estadio Polo Ground de Nueva York para asistir al duelo entre Dempsey y Firpo. El precio del ring side era de 50 dólares y se alcanzó un récord de recaudación: 1.188.603 dólares. Las apuestas favorecían a Dempsey –de 27 años– por 3 a 1. El campeón se alzó con una bolsa de 509.000 dólares y el púgil argentino recibió 156.250 dólares.

Lejos del rugido de los aficionados estadounidenses que colmaron el Polo Ground alentando a su invicto, en la Argentina millones de compatriotas vivieron en vilo y con las limitaciones mediáticas de la época –sin radio ni televisión– lo que estaba ocurriendo a miles de kilómetros de distancia con el crédito criollo.

Buenos Aires no durmió esa noche. Desde temprano la población se volcó a las calles en busca del lugar donde pudiera saber con la mayor rapidez lo que estaba ocurriendo en Nueva York. Para evitar que la gente desertara de los espectáculos públicos, se había instalado en las salas una especie de “servicio de información”. Alguien iba a ir dando cuenta del desarrollo de la pelea a medida que llegaran las noticias por cable. Frente a los diarios se aglomeraron multitudes.

Frente al diario La Razón se concentró un gentío extraordinario para esperar el resultado del gran combate. En lo alto del pasaje Barolo se había instalado un reflector que mediante un sistema de luces informaría al público sobre el resultado del match. Si aparecía luz blanca, era porque había ganado Firpo. Si por el contrario, roja, anunciaba la victoria de Dempsey.

Hasta hubo comercios que colocaron en sus vidrieras muñecos de cartón imitando a los dos titanes del ring que luchaban en Nueva York, anunciando que permitirían al público la rotura de los cristales si el triunfo era de Firpo.

Y llegaron las primeras noticias: “Dempsey ha sido lanzado fuera del ring”. El entusiasmo del público fue delirante. Se esperaba la confirmación de la noticia que podría significar la conquista del título máximo. Pero ésta nunca llegó. Por el contrario, las informaciones posteriores dieron cuenta de la victoria del campeón. Con todo, a medida que se fueron conociendo los pormenores del combate se tuvo la sensación de que el Toro Salvaje de las Pampas había sido despojado de un legítimo triunfo.

Aquella noche, Firpo perdió la chance de lograr el título mundial y se transformó en el primer “campeón moral” en el sentir de los aficionados argentinos. En su homenaje, cada 14 de septiembre se celebra en el país el Día del Boxeador.

Aunque siguió combatiendo, Firpo no volvió a tener otra oportunidad de disputar el título mundial. En 1936 se presentó en Rosario para realizar su penúltima pelea: le ganó por nocaut en el tercer round a Siska Habarta. Luego, perdió por abandono con Arturo Godoy en el tercer round y colgó los guantes.

Fuera del ring demostró –a diferencia de la mayoría de sus colegas– ser muy hábil en los negocios. Primero tomó la representación de los automóviles Stutz, y luego instaló un criadero de aves y anexos en Florencio Varela con animales y elementos traídos de Estados Unidos.

Firpo falleció en la Capital Federal el domingo 7 de agosto de 1960 de un paro cardíaco, dejando tras su corpulenta figura una leyenda deportiva que aún perdura.

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